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¡POR SU SANGRE SOMOS LIMPIADOS!por el Dr. R. L. Hymers, Jr. Un sermón predicado en el Tabernáculo Bautista de Los Ángeles “Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto; y como que escondimos de él el rostro, fue menospreciado, y no lo estimamos” (Isaías 53:3). “Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados…y por su llaga [Sus heridas] fuimos nosotros curados” (Isaías 53:5). |
Hace tres Domingos, prediqué por la noche un sermón sobre la necesidad de la Sangre de Jesús (“Con o Sin Sangre”). Hubo dos puntos en el sermón. Primero, qué te sucederá sin la Sangre de Jesús. Segundo, ¿qué te sucederá si tienes la Sangre de Jesús?
Solo mencioné el Infierno en dos breves párrafos al comienzo del primer punto. Luego pasé el resto del punto uno en el pecado. Dije que sin la Sangre de Jesús, “No hay libertad de tu pecado. No hay liberación de tu pecado. No hay perdón de tu pecado”. Luego fui al punto dos, “¿Qué te sucederá si tienes la Sangre de Jesús?” Pasé cuatro páginas enteras proclamando el maravilloso poder de la Sangre de Jesús “para borrar tu pecado”, “para perdonar tu pecado”, “para librarte de tu pecado”, “para liberarte de tu pecado”, y “para llevarte al Cielo”. Dije que los que están en el cielo cantarán que son “redimidos por la sangre de Jesús”. Cité el himno de Fanny Crosby, “Jesús me compró son Su Sangre”. Cité a Spurgeon diciendo: “Un evangelio sin sangre...es un evangelio de demonios”. Cité el himno de Charles Wesley que dice:
Su sangre limpia al ser más vil,
Gloria a Dios, soy limpio ya.
(Traducción libre de “O For a Thousand Tongues to Sing”
por Charles Wesley, 1707-1788).
Te hice cantar ese himno. Luego te hice cantar: “Hay poder, gran milagro y poder en la Sangre del Señor” (por Lewis E. Jones, 1865-1936). ¡De hecho, te hice cantarlo tres veces! Luego cité un párrafo de Octavius Winslow, un gran predicador del siglo XIX, que dijo: “Arrodíllate ante Jesús y limpia tu conciencia con esa sangre, que perdona, cubre y cancela toda tu culpa”. Luego cité a Spurgeon diciendo a un joven: “Ven a Jesús Mismo. Él lavará tus pecados en Su preciosa Sangre”. Luego cité el himno “Tal como soy” que dice que la Sangre de Jesús “derramada fue”. Luego terminé el sermón diciendo: “Confía en Jesús, ven a Jesús, sé lavado de tus pecados por la preciosa Sangre de Jesús”. ¡No sé cómo podría haberlo hecho más claro!
En el sermón del Domingo por la mañana ese día, el Sr. John Samuel Cagan predicó sobre “La Preeminencia de Jesús”. El Sr. Cagan terminó ese sermón citando a Colosenses 1:14:
“En quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados”
Entonces el Sr. Cagan dijo, “Su Sangre expiará tu pecado. Lánzate en Su misericordia. Solo Él puede redimirte de tu pecado con Su Sangre. Oro para que confíes en Jesús hoy”. El sermón del Sr. Cagan fue dado después de que el Sr. Griffith cantara “Oh, Sagrada Cabeza, Ahora Herida”, que alaba el sangriento sacrificio de Jesús por nuestros pecados. Ah, y mi sermón fue precedido por el Sr. Griffith cantando “Hay un Precioso Manantial” de William Cowper – que dice:
Hay un precioso manantial
De Sangre de Emanuel;
Y sumergido el pecador,
Sus manchas pierde él.
¡Sin embargo, toda esa predicación y el canto acerca de la Sangre de Jesús purificadora del pecado no causó ninguna impresión en muchos de ustedes personas perdidas que lo escucharon! ¡Ninguna! Una joven vino a verme después del sermón de la tarde. Le dije: “Arrodíllate y confía en Jesús”. Me miró con rabia y dijo: “¡No!” ¡No podía creerlo! ¿Por qué vino a verme? ¿Ella pensó que venir a verme a mí la salvaría? ¡Estaba asombrado! Después un joven vino a verme. Tenía lágrimas en los ojos, así que pensé que podría estar bajo convicción de pecado. Pero no. ¡Solo tenía miedo de ir al Infierno, que apenas había mencionado en mi sermón! ¡Tenía miedo de ir al Infierno! ¡Eso fue todo! Él no mencionó nada sobre su pecado. ¡Y no dijo una palabra – ni una palabra – sobre la Sangre de Jesús y su poder para limpiar su pecado! Ni una palabra – aunque había escuchado sobre el poder purificador de la sangre de Jesús todo el día – desde el sermón de John Cagan el Domingo por la mañana hasta mi sermón el Domingo por la noche. Incluso todos esos himnos sobre la Sangre de Jesús para limpiar el pecado no fueron mencionados. Era como si no hubiera escuchado ni una palabra sobre el poder purificador de la Sangre de Jesús todo el día – ¡ni una sola palabra recordaba!
¿Por qué esa chica entró con cara de enojo, sin pensar ni un minuto en el amor de Jesús y el sangriento sacrificio por el pecado? ¿Por qué ese joven vino por miedo al Infierno – sin una palabra acerca de la Sangre de Jesús que purifica el pecado? La respuesta está en nuestro primer texto,
“Despreciado y desechado entre los hombres…y como que escondimos de él el rostro, fue menospreciado, y no lo estimamos” (Isaías 53:3).
Mis queridos amigos, se necesita un milagro de gracia para hacer que los pecadores perdidos dejen de despreciar y rechazar a Jesús. Se necesita la obra del Espíritu Santo para despertar a un pecador perdido para que deje de esconder su rostro de Jesús – y estimar su sangriento sacrificio por la limpieza del pecado.
Nuestro segundo texto te dice lo que hizo Jesús para salvarte, aunque hasta ahora lo despreciaste y rechazaste a Él y a Su Sangre salvadora. Aunque lo rechazaste a Él y Su Sangre:
“Mas él herido fue por [tus] rebeliones, molido por [tus] pecados…y por su [herida tú fuiste] curado” (Isaías 53:5).
Antes de predicar ese Domingo por la noche, leí los testimonios de dos jóvenes que asistieron a la iglesia de Spurgeon. De la primera se dijo:
Su corazón permaneció duro hasta que escuchó al Sr. Spurgeon predicar. Ella tuvo mucho miedo del juicio por su pecado. Siguió viniendo a la iglesia, pero permaneció en la desesperación durante varios meses. Luego escuchó al Sr. Spurgeon predicar [y] ella confió en Jesús y en Su sangre expiatoria, y se regocijó. Ella confió en Jesús solo, y fue salva.
De una segunda joven se dijo:
Ella vino a escuchar al Sr. Spurgeon predicar por curiosidad. Ella salió de la iglesia con miedo. Ella dijo: “Ojalá nunca hubiera ido a escucharlo predicar. Decidí no volver nunca más. Pero me sentía miserable si me alejaba. Me sentía miserable si venía a escucharlo predicar, y si me alejaba me sentía miserable. Finalmente confié en Jesús y en Él encontré paz y consuelo. No encontré a Jesús hasta que renuncié a buscar la paz en cualquier otra cosa que no fuera Jesús. Intenté todo lo demás primero. Pero nada más me dio paz hasta que encontré a Jesús y su Sangre que todo lo salva”.
¡Jesús libró! ¡Canta el coro conmigo!
Jesús, libró, Su Sangre a mí me compró;
Jesús, libró, ¡Su hijo por siempre yo soy!
(Traducción libre de “Redeemed” por Fanny J. Crosby, 1820-1915).
¡Cántala de nuevo!
Jesús, libró, Su Sangre a mí me compró;
Jesús, libró, ¡Su hijo por siempre yo soy!
La Sangre de Jesús que nos redime no es una Sangre ordinaria. En Hechos 20:28 aprendemos cuán grande es la Sangre de Jesús. Pablo dijo a los ancianos de la iglesia de Efeso:
“Para apacentar la iglesia del Señor, la cual él ganó por su propia sangre”.
¿Crees que la Reina Valera lo tradujo mal? Entonces escucha la Nueva Traducción Internacional:
“Para pastorear la iglesia de Dios, que él adquirió con su propia sangre”.
Quizás todavía no estés convencido. Así que te daré la nueva traducción de La Biblia de Las Américas:
“Para pastorear la iglesia de Dios, la cual Él compró con su propia sangre”.
Claramente vemos que la Sangre de Jesús, que puede limpiarte del pecado, no es una Sangre ordinaria. Somos redimidos del pecado por la “Sangre de Dios”. Jesucristo es la Segunda Persona de la Trinidad – Dios el Hijo. Dios encarnado. Dios en carne humana. Así que es perfectamente correcto llamar Su Sangre la “Sangre de Dios”. Es por eso que el gran Spurgeon dijo: “No hay pecados que la sangre de Jesús no pueda lavar”. Charles Wesley lo dijo bien:
Rompe cadenas del pecar,
Al preso librará;
Su sangre limpia al ser más vil,
Gloria a Dios, soy limpio ya.
(Traducción libre de “O For a Thousand Tongues to Sing”
por Charles Wesley, 1707-1788, a la melodía de “O Set Ye Open Unto Me”).
¡Cántala!
Rompe cadenas del pecar,
Al preso librará;
Su sangre limpia al ser más vil,
Gloria a Dios, soy limpio ya.
¿Crees que no tienes pecado? Dudo que seas tan limpio como Charles Wesley era antes de ser salvo. Él ayunaba varias veces a la semana. ¿Lo haces tú? Él oraba por horas y horas. ¿Lo haces tú? Incluso fue como misionero a los Indios Americanos. ¿Lo harías tú? Él no admitía en su corazón que era un pecador. Era como la joven de la iglesia de Spurgeon que dijo:
Traté de todo antes. No encontré a Jesús hasta que renuncié a buscar la paz en cualquier otra cosa que no fuera Jesús. Intenté todo lo demás primero. Pero nada más me dio paz hasta que [confié en Jesús] y Su Sangre que todo lo salva”.
¿No has hecho eso? Has tratado todo lo demás. Pero no te ha dado paz – ¿o sí? ¿O sí? ¡Por supuesto que no! Y nunca tendrás paz. ¡Nunca tendrás paz! ¡Nunca tendrás paz! ¡Nunca tendrás paz hasta que dejes todo lo demás y admitas ante Jesús que necesitas Su Sangre que todo lo salva!
De la otra joven se dijo:
Siguió viniendo a la iglesia, pero permaneció en la desesperación durante varios meses. Luego escuchó al Sr. Spurgeon predicar [y finalmente] confió en Jesús y en Su sangre expiatoria, y se regocijó. Ella confió en Jesús solo, y fue salva.
No encontré a Jesús hasta que renuncié a buscar la paz en cualquier otra cosa que no fuera Jesús. Intenté todo lo demás primero. Pero nada más me dio paz hasta que encontré a Jesús y su Sangre que todo lo salva”.
La Biblia dice:
“En quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados”
.Entonces John Samuel Cagan dijo, “Su Sangre expiará por tu pecado. Lánzate en Su misericordia. Solo Él puede redimirte de tu pecado por Su Sangre. Oro para que confíes en Jesús hoy”.
“Despreciado y desechado entre los hombres…y como que escondimos de él el rostro. Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados…y por su [herida] fuimos nosotros curados” (Isaías 53:3, 5).
“Sin derramamiento de sangre no se hace remisión” (Hebreos 9:22). Pero gracias a Dios “La sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado” (I Juan 1:7). Oh, esta noche, que las palabras de Charlotte Elliott (1789-1871) sean tus palabras. Ella dijo:
Tal como soy, sin ruego que,
Tu sangre derramada fue,
Y que Tú estás llamándome,
¡De Dios Cordero a Ti yo voy!
A los quince años de edad, John Samuel Cagan dijo:
No pude encontrar ninguna forma de paz...No podía dejar de sentirme atormentado...Estaba tan cansado de luchar, estaba tan cansado de todo lo que era...Estaba tratando de ser salvo. Estaba tratando de confiar en Jesús y no pude. Simplemente no podría querer ir a Jesús. No pude decidir hacerme Cristiano, y me hizo sentir tan desesperado...Jesús había dado Su vida por mí. Jesús fue crucificado por mí...Este pensamiento me quebrantó. Tenía que dejarlo todo...Tenía que tener a Jesús. En ese momento me rendí a Él y vine a Él por fe...con mi corazón, con un simple descanso en Jesús, ¡Él me salvó! ¡Él lavó mi pecado en Su Sangre!...No necesitaba un sentimiento. ¡Tenía a Jesús! Sin embargo, al confiar en Jesús, sentí como si mi pecado hubiera sido quitado de mi alma. ¡Me aparté de mi pecado y miré a Jesús solo! Jesús me salvó...mi fe descansa en Jesús, porque Él me ha cambiado...Él me dio vida y paz... Jesús vino a mí, y por esto no lo dejaré...Él lavó mi pecado en su sangre.
Tal como soy, sin ruego que,
Tu sangre derramada fue,
Y que Tú estás llamándome,
De Dios cordero a Ti yo voy.
Tal como soy, no espero ya
Ninguna mancha a borrar,
Tu sangre sola limpiara,
De Dios cordero a Ti yo voy.
Tal como soy, me acogerás
Perdón, alivio me darás,
Pues creo Tu promesa ya,
De Dios cordero a Ti yo voy.
Tu sangre sola limpiara,
De Dios cordero a Ti yo voy.
¿Vendrás a Jesús y serás limpiado de todos tus pecados con Su preciosa Sangre? Si vienes a Jesús, estamos esperando para orar por ti. Mientras los demás van allá arriba, por favor, ven y siéntate en las primeras dos filas. Amén.
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(FIN DEL SERMÓN)
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El Solo Cantado Antes del Sermón por el Sr. Benjamin Kincaid Griffith:
“Saved by the Blood of the Crucified One” (por S. J. Henderson, 1902).