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LA RESUCITACIÓN DE LÁZARO A LA UNCIÓN
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Yo normalmente predico sermones expositivos a partir de un texto breve, como lo hacían los Puritanos, incluidos nuestros antepasados Bautistas. Yo pienso que esa es la mejor manera de predicar. Pero yo no veo ninguna razón por la cual un pastor no pueda a veces dar lo que los antiguos llamaban una “Lectura de la Biblia.” Si analizamos varios lugares diferentes en la Biblia, no lo llamaron “sermón.” Lo llamaron “Lectura de la Biblia.” No prefiero este método, pero creo que es necesario emplearlo a veces, como lo estoy haciendo en este primer sermón sobre la última parte del ministerio de Cristo en la tierra. Estoy siguiendo el orden de los acontecimientos, tal como se indica en A Harmony of the Gospels, [Una Armonía de los Evangelios,] por William Arnold Stevens y Ernest DeWitt Burton, Charles Scribner’s Sons, 1905, pp. 11, 164-178.
Jesús dejó muy claro a los discípulos que iba a Jerusalén para ser crucificado. Abra su Biblia en Mateo 20:17-19.
“Subiendo Jesús a Jerusalén, tomó a sus doce discípulos aparte en el camino, y les dijo: He aquí subimos a Jerusalén, y el Hijo del Hombre será entregado a los principales sacerdotes y a los escribas, y le condenarán a muerte; y le entregarán a los gentiles para que le escarnezcan, le azoten, y le crucifiquen; mas al tercer día resucitará” (Matthew 20:17-19; p. 986 Scofield).
Mientras viajaban hacia Jerusalén, Jesús llegó a Betania. Por favor, pase a Juan 11:1-54,
“Estaba entonces enfermo uno llamado Lázaro, de Betania, la aldea de María y de Marta su hermana. (María, cuyo hermano Lázaro estaba enfermo, fue la que ungió al Señor con perfume, y le enjugó los pies con sus cabellos.) Enviaron, pues, las hermanas para decir a Jesús: Señor, he aquí el que amas está enfermo. Oyéndolo Jesús, dijo: Esta enfermedad no es para muerte, sino para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella. Y amaba Jesús a Marta, a su hermana y a Lázaro. Cuando oyó, pues, que estaba enfermo, se quedó dos días más en el lugar donde estaba. Luego, después de esto, dijo a los discípulos: Vamos a Judea otra vez. Le dijeron los discípulos: Rabí, ahora procuraban los judíos apedrearte, ¿y otra vez vas allá? Respondió Jesús: ¿No tiene el día doce horas? El que anda de día, no tropieza, porque ve la luz de este mundo; pero el que anda de noche, tropieza, porque no hay luz en él. Dicho esto, les dijo después: Nuestro amigo Lázaro duerme; mas voy para despertarle. Dijeron entonces sus discípulos: Señor, si duerme, sanará. Pero Jesús decía esto de la muerte de Lázaro; y ellos pensaron que hablaba del reposar del sueño. Entonces Jesús les dijo claramente: Lázaro ha muerto; y me alegro por vosotros, de no haber estado allí, para que creáis; mas vamos a él. Dijo entonces Tomás, llamado Dídimo, a sus condiscípulos: Vamos también nosotros, para que muramos con él. Vino, pues, Jesús, y halló que hacía ya cuatro días que Lázaro estaba en el sepulcro. Betania estaba cerca de Jerusalén, como a quince estadios; y muchos de los judíos habían venido a Marta y a María, para consolarlas por su hermano. Entonces Marta, cuando oyó que Jesús venía, salió a encontrarle; pero María se quedó en casa. Y Marta dijo a Jesús: Señor, si hubieses estado aquí, mi hermano no habría muerto. Mas también sé ahora que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo dará. Jesús le dijo: Tu hermano resucitará. Marta le dijo: Yo sé que resucitará en la resurrección, en el día postrero. Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto? Le dijo: Sí, Señor; yo he creído que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, que has venido al mundo. Habiendo dicho esto, fue y llamó a María su hermana, diciéndole en secreto: El Maestro está aquí y te llama. Ella, cuando lo oyó, se levantó de prisa y vino a él. Jesús todavía no había entrado en la aldea, sino que estaba en el lugar donde Marta le había encontrado. Entonces los judíos que estaban en casa con ella y la consolaban, cuando vieron que María se había levantado de prisa y había salido, la siguieron, diciendo: Va al sepulcro a llorar allí. María, cuando llegó a donde estaba Jesús, al verle, se postró a sus pies, diciéndole: Señor, si hubieses estado aquí, no habría muerto mi hermano. Jesús entonces, al verla llorando, y a los judíos que la acompañaban, también llorando, se estremeció en espíritu y se conmovió, y dijo: ¿Dónde le pusisteis? Le dijeron: Señor, ven y ve. Jesús lloró. Dijeron entonces los judíos: Mirad cómo le amaba. Y algunos de ellos dijeron: ¿No podía éste, que abrió los ojos al ciego, haber hecho también que Lázaro no muriera? Jesús, profundamente conmovido otra vez, vino al sepulcro. Era una cueva, y tenía una piedra puesta encima. Dijo Jesús: Quitad la piedra. Marta, la hermana del que había muerto, le dijo: Señor, hiede ya, porque es de cuatro días. Jesús le dijo: ¿No te he dicho que si crees, verás la gloria de Dios? Entonces quitaron la piedra de donde había sido puesto el muerto. Y Jesús, alzando los ojos a lo alto, dijo: Padre, gracias te doy por haberme oído. Yo sabía que siempre me oyes; pero lo dije por causa de la multitud que está alrededor, para que crean que tú me has enviado. Y habiendo dicho esto, clamó a gran voz: ¡Lázaro, ven fuera! Y el que había muerto salió, atadas las manos y los pies con vendas, y el rostro envuelto en un sudario. Jesús les dijo: Desatadle, y dejadle ir. Entonces muchos de los judíos que habían venido para acompañar a María, y vieron lo que hizo Jesús, creyeron en él. Pero algunos de ellos fueron a los fariseos y les dijeron lo que Jesús había hecho. Entonces los principales sacerdotes y los fariseos reunieron el concilio, y dijeron: ¿Qué haremos? Porque este hombre hace muchas señales. Si le dejamos así, todos creerán en él; y vendrán los romanos, y destruirán nuestro lugar santo y nuestra nación. Entonces Caifás, uno de ellos, sumo sacerdote aquel año, les dijo: Vosotros no sabéis nada; ni pensáis que nos conviene que un hombre muera por el pueblo, y no que toda la nación perezca. Esto no lo dijo por sí mismo, sino que como era el sumo sacerdote aquel año, profetizó que Jesús había de morir por la nación; y no solamente por la nación, sino también para congregar en uno a los hijos de Dios que estaban dispersos. Así que, desde aquel día acordaron matarle. Por tanto, Jesús ya no andaba abiertamente entre los judíos, sino que se alejó de allí a la región contigua al desierto, a una ciudad llamada Efraín; y se quedó allí con sus discípulos” (Juan 11:1-54; p. 1087).
Yo he leído este pasaje entero porque creo que es fundamental. Nosotros necesitamos entender cómo la resurrección de Lázaro desencadenó la reacción de los principales sacerdotes y los fariseos. Desde ese momento planearon matarlo.
Después de esto, Jesús dejó Betania y se dirigió al norte, a Efraín, como se nos dice en Juan 11:54. Después Él hizo un recorrido por Samaria hasta la frontera de Galilea, luego al este hasta Perea, después al sur hasta Jericó, a poca distancia al noreste de Jerusalén. Cuando Él llegó a Jericó, sanó a dos ciegos, como se nos dice en Mateo 20:29-34. Marcos sólo menciona al más prominente de los dos, el ciego Bartimeo, quien clamó a Jesús. Pasemos a Marcos 10:46-52.
“Entonces vinieron a Jericó; y al salir de Jericó él y sus discípulos y una gran multitud, Bartimeo el ciego, hijo de Timeo, estaba sentado junto al camino mendigando. Y oyendo que era Jesús nazareno, comenzó a dar voces y a decir: ¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí! Y muchos le reprendían para que callase, pero él clamaba mucho más: ¡Hijo de David, ten misericordia de mí! Entonces Jesús, deteniéndose, mandó llamarle; y llamaron al ciego, diciéndole: Ten confianza; levántate, te llama. El entonces, arrojando su capa, se levantó y vino a Jesús. Respondiendo Jesús, le dijo: ¿Qué quieres que te haga? Y el ciego le dijo: Maestro, que recobre la vista. Y Jesús le dijo: Vete, tu fe te ha salvado. Y en seguida recobró la vista, y seguía a Jesús en el camino.”
(Marcos 10:46-52; p. 1019).
Lo siguiente que ocurrió en Jericó fue la conversión de Zaqueo. Por favor, pase a Lucas 19:1-10.
“Habiendo entrado Jesús en Jericó, iba pasando por la ciudad. Y sucedió que un varón llamado Zaqueo, que era jefe de los publicanos, y rico, procuraba ver quién era Jesús; pero no podía a causa de la multitud, pues era pequeño de estatura. Y corriendo delante, subió a un árbol sicómoro para verle; porque había de pasar por allí. Cuando Jesús llegó a aquel lugar, mirando hacia arriba, le vio, y le dijo: Zaqueo, date prisa, desciende, porque hoy es necesario que pose yo en tu casa. Entonces él descendió aprisa, y le recibió gozoso. Al ver esto, todos murmuraban, diciendo que había entrado a posar con un hombre pecador. Entonces Zaqueo, puesto en pie, dijo al Señor: He aquí, Señor, la mitad de mis bienes doy a los pobres; y si en algo he defraudado a alguno, se lo devuelvo cuadruplicado. Jesús le dijo: Hoy ha venido la salvación a esta casa; por cuanto él también es hijo de Abraham. Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido.” (Lucas 19:1-10; p. 1060).
La curación del ciego y la conversión de Zaqueo son ambas imágenes de salvación. Jesús le dijo al ciego Bartimeo,
“Vete, tu fe te ha salvado” (Marcos 10:52; p. 1019).
La fe en Jesús trae salvación. Zaqueo también nos muestra lo mismo. Mire Lucas 19:6,
“Entonces él descendió aprisa, y le recibió [Cristo] gozoso” (Lucas 19:6; p. 1060).
Y, en el versículo 10 Jesús dijo,
“Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido” (Lucas 19:10; p. 1060).
Y Jericó el ciego y Zaqueo vinieron a Jesús por la fe y fueron salvos.
Luego Jesús y los discípulos viajaron hacia el sur, de regreso a Betania, a unas dos millas de la ciudad de Jerusalén. Pasemos a Juan 11:55-57.
“Y estaba cerca la pascua de los judíos; y muchos subieron de aquella región a Jerusalén antes de la pascua, para purificarse. Y buscaban a Jesús, y estando ellos en el templo, se preguntaban unos a otros: ¿Qué os parece? ¿No vendrá a la fiesta? Y los principales sacerdotes y los fariseos habían dado orden de que si alguno supiese dónde estaba, lo manifestase, para que le prendiesen” (Juan 11:55-57; p. 1087).
Walter A. Elwell y Robert W. Yarbrough dan la siguiente declaración:
¿POR QUÉ LOS LÍDERES JUDÍOS SE OPONIERON A JESÚS?
1. Sus celos – Él fue aceptado fácilmente por la gente común.
2. Su autoridad – Él enseñó con autoridad que se oponía a la de ellos.
3. Peligro percibido – Él hizo afirmaciones mesiánicas.
4. Sus actitudes liberales – Él simplificó la ley y rechazó sus reglas.
5. Su actitud social – Él se asoció con la gente equivocada [recaudadores de impuestos y pecadores].
6. Su falta de educación formal – Él no recibió una educación adecuada y carecía de credenciales.
7. Su vergüenza – Él los contradijo públicamente.
8. Su poder – Él hizo obras milagrosas que ellos no pudieron hacer.
9. Sus temores políticos – Él era neutral respecto al gobierno Romano.
10. Su llamado al arrepentimiento – Él negó la justicia de ellos.
11. Su conocimiento – Él ganó debates refiriéndose a las Escrituras.
12. Su popularidad – Grandes cantidades de personas viajaron para escucharlo.
(Walter A. Ewell, Ph.D., y Robert W. Yarbrough, Ph.D., Encountering the New Testament, [Encuentro con el Nuevo Testamento] Baker Books, 1998, página 124).
Cuando Jesús y los discípulos regresaron a Betania, María, Marta y Lázaro les sirvieron una abundante comida. Por favor lea Juan 12:1-11.
“Seis días antes de la pascua, vino Jesús a Betania, donde estaba Lázaro, el que había estado muerto, y a quien había resucitado de los muertos. Y le hicieron allí una cena; Marta servía, y Lázaro era uno de los que estaban sentados a la mesa con él. Entonces María tomó una libra de perfume de nardo puro, de mucho precio, y ungió los pies de Jesús, y los enjugó con sus cabellos; y la casa se llenó del olor del perfume. Y dijo uno de sus discípulos, Judas Iscariote hijo de Simón, el que le había de entregar: ¿Por qué no fue este perfume vendido por trescientos denarios, y dado a los pobres? Pero dijo esto, no porque se cuidará de los pobres, sino porque era ladrón, y teniendo la bolsa, sustraía de lo que se echaba en ella. Entonces Jesús dijo: Déjala; para el día de mi sep///ultura ha guardado esto. Porque a los pobres siempre los tendréis con vosotros, mas a mí no siempre me tendréis. Gran multitud de los judíos supieron entonces que él estaba allí, y vinieron, no solamente por causa de Jesús, sino también para ver a Lázaro, a quien había resucitado de los muertos. Pero los principales sacerdotes acordaron dar muerte también a Lázaro, porque a causa de él muchos de los judíos se apartaban y creían en Jesús.” (Juan 12:1-11; p. 1088).
El Dr. J. Vernon McGee dijo,
Estas personas eran buscadores de curiosidad. Los principales sacerdotes querían quitar a Jesús del medio. Personalmente yo creo que estas personas vinieron por curiosidad, para ver a Lázaro, más que para ver a Jesús, y que la fe descrita aquí es muy parecida a la fe exhibida cuando Jesús subió por primera vez a Jerusalén [Juan 2:23-25]. Recuerden que ellos creyeron en Él, pero Él no se comprometió con ellos. Era una creencia basada en la curiosidad. (J. Vernon McGee, Th.D., Thru the Bible, [A Través de la Biblia] Thomas Nelson Publishers, 1983, volumen IV, p. 444).
En cuanto a aquellos primeros “buscadores de curiosidad” en Juan 2, se nos dice,
“Estando en Jerusalén en la fiesta de la pascua, muchos creyeron en su nombre, viendo las señales que hacía. Pero Jesús mismo no se fiaba de ellos, porque conocía a todos, y no tenía necesidad de que nadie le diese testimonio del hombre, pues él sabía lo que había en el hombre” (Juan 2:23-25; p. 1075).
El Dr. McGee comentó,
El lenguaje que se utiliza aquí está diciendo que Él no creía en ellos. Ya veis, ellos creyeron en Él, pero Él no creyó en ellos. En otras palabras, para decirlo con toda franqueza, su fe no era una fe salvadora, algo que Él, por supuesto, comprendía. Él sabía lo que había en sus corazones. Éste es un grave peligro hoy para aquellos que dicen creer en Jesús. ¿Qué quieres decir cuando dices que crees en Jesús? ¿Quieres decir que crees en los hechos del Evangelio? La pregunta importante es ¿Tú confías en Él? (ibíd., págs. 381-382).
¿Has tú venido a Jesús por la fe? ¿Confías tú en Él con todo tu corazón? Como dijo Spurgeon, “Acuéstese plano sobre Cristo.” Eso es lo que significa confiar en Él. ¡La salvación es sólo por la fe en Cristo!