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SALVACIÓN – ¡LA OBRA DE DIOS!Un sermón escrito por Dr. R. L. Hymers, Jr., Pastor Emérito “Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere; y yo le resucitaré en el día postrero” (Juan 6:44; p. 1079 Scofield). |
Jesús alimentó a cinco mil hombres multiplicando milagrosamente cinco panes de cebada y dos peces pequeños. Al día siguiente, esta multitud de personas vino a buscar a Jesús. Pero Jesús los reprendió porque solo buscaban más comida. Les dijo que deberían haber estado buscando “la comida que a vida eterna permanece” (Juan 6:27).
Entonces la gente le preguntó a Jesús qué “trabajo” debían hacer para ganarse ese alimento espiritual. Él les dijo que el único “trabajo” necesario era creer. Luego pidieron una señal. Dijeron que Moisés les había dado “pan del cielo.” Cristo les dijo que Él era el pan. Dijo,
“Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás” (Juan 6:35; p. 1079).
Esto demuestra que venir a Jesús es lo mismo que creer en Él.
Estas personas habían visto a Jesús y habían presenciado sus milagros, pero no habían creído en Él. Habían venido a Jesús sólo en busca de alimento y bendiciones materiales. Cuando descubrieron que Jesús mismo era “el pan de vida,” no les interesó.
La gente se quejó. Ellos “murmuraban entonces de él los judíos, porque había dicho: Yo soy el pan que descendió del cielo” (Juan 6:41). Ellos pensaban que Él no podía haber bajado del cielo, ya que era hijo de José. Jesús les dijo que nadie podía llegar a Él por sí solo, sino que debían ser atraídos hacia Él por Dios. Dijo,
“Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere; y yo le resucitaré en el día postrero” (Juan 6:44).
Luego Jesús citó Isaías 54:13, que dice que deben ser enseñados por Dios mismo para poder venir a Él (Juan 6:45). Sólo Dios puede enseñarte a venir a Jesús. Sólo Dios puede atraerte hacia Jesús.
“Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere…” (Juan 6:44).
Aprendemos cuatro grandes verdades de este versículo.
I. Primero, este versículo muestra la absoluta incapacidad del hombre natural para venir a Cristo.
Por favor, pasemos a 1 Corintios 2:14. Leamos este versículo en voz alta.
“Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente”
(I Corintios 2:14; p. 1170).
El “hombre natural” se refiere a los seres humanos en su estado humano natural. Las personas no convertidas tienen una mentalidad mundana. No pueden entender las cosas de Dios por sí mismas. No pueden entender a Cristo y no pueden acudir a Él para recibir la salvación. Los Protestantes y los Bautistas siempre han enseñado clásicamente la absoluta incapacidad de los seres humanos para acudir a Cristo por sí mismos, sin que Dios los atraiga. John Wesley dijo,
Ningún hombre puede creer en Cristo, a menos que Dios le dé poder (John Wesley, Explanatory Notes Upon the New Testament, [Notas Explicativas Sobre el Nuevo Testamento] Baker Book House, 1983 reprint, vol. I, note on John 6:44).
Dr. John Gill dijo que los seres humanos son
…muertos en delitos y pecados, e impotentes para todo lo que es espiritual, y mientras los hombres están en un estado de no regeneración, ceguera y oscuridad, no ven la necesidad de venir a Cristo… tienen prejuicios contra él, y sus corazones están puestos en otras cosas… (John Gill, D.D., An Exposition of the New Testament, [Una exposición del Nuevo Testamento] The Baptist Standard Bearer, 1989 reprint, volume I, p. 819).
Las personas en su estado natural pueden ver algunas cosas que son verdaderas, pero no pueden acercarse a Cristo mismo. Puede que veas que es bueno ir a la iglesia, que necesites amigos cristianos, pero eso no es más espiritual que lo que vieron aquellas personas de Juan 6, ¡que vieron que necesitaban comida!
Sin la gracia de Dios, tú no verás la necesidad de acercarte a Cristo. Tú podrás aprender cosas acerca de Cristo, pero no vendrás a Él. Tú podrás aprender versículos Bíblicos y doctrinas correctas, pero “no verás la necesidad de acercarte a Cristo” (Dr. Gill). Tu corazón estará “puesto en otras cosas” (Dr. Gill). Tu prioridad principal será tu trabajo escolar, tu trabajo o tus amigos, no será Cristo.
“Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere…” (Juan 6:44).
II. Segundo, este versículo habla de la “atracción” por la cual Dios conduce a una persona a Cristo.
Cuando Dios atrae a una persona hacia Cristo, lo hace con mucha delicadeza. Dios te muestra que necesitas amigos. Vas a la iglesia y descubres que eso satisface tu necesidad de amistad. A menudo, eso es lo primero que Dios usa para atraerte.
Luego, Dios suele atraer a la gente para que piense en cosas eternas. Después de haber estado acercándose a Él por un tiempo, Dios comienza a hacer que uno piense en su alma y en la eternidad. Esta es la forma habitual en que se produce la atracción, aunque en algunos casos puede ser mucho más repentina. He conocido a varias personas que se convirtieron “al instante,” inmediatamente después de escuchar el evangelio. Pero mi larga experiencia me ha demostrado que estos casos son poco comunes y que, en la mayoría de los casos, las personas pasan por un proceso más largo de “atracción” antes de convertirse verdaderamente.
Cuando una persona comienza a pensar en la eternidad, suele intentar diversas maneras de justificarse ante los ojos de Dios. Esto es muy similar a los pensamientos que tenían las personas del capítulo sexto de Juan.
Después de mucho esfuerzo humano, la persona finalmente llega a la convicción. La convicción de pecado es el punto crítico al que Dios debe llevar a una persona. Comenzarás a ver que eres un pecador sin esperanza en tu corazón. Comenzarás a ver que no puedes hacer nada para salvarte. Comenzarás a ver que tus pecados en el registro de Dios te condenan. Comenzarás a sentirte muy culpable de pecado a los ojos de Dios. Tal convicción de pecado no proviene de tu propia naturaleza; proviene de Dios. Dios mismo te está convenciendo de pecado y haciendo que te sientas culpable e impotente. Esta es la obra del Espíritu Santo en tu corazón. Por favor, lee Juan 16:8. Este versículo nos dice que la convicción de pecado es la primera obra del Espíritu Santo en un corazón humano.
“Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio” (Juan 16:8; p. 1094).
Jesús dijo,
“Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere…” (Juan 6:44).
Esta “atracción” te lleva al punto en que te sientes culpable y perdido por dentro. Eso no es malo. Es bueno sentirse culpable y perdido. Esa es la obra del Espíritu de Dios – atraerte. Si no te sientes culpable, pecador y perdido, Cristo no te parecerá importante. Nunca verás una necesidad real de Cristo hasta que estés convencido de pecado. Tu corazón estará puesto en otras cosas hasta que el Espíritu de Dios te haga sentir culpable y pecador.
“Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere…” (Juan 6:44).
III. Tercero, este versículo habla de un encuentro real con el Cristo resucitado.
Yo estoy pensando en siete conversiones clásicas – la conversión del apóstol Pablo, la conversión de Agustín, la conversión de Lutero, la conversión de John Bunyan, la conversión de George Whitefield, la conversión de John Wesley y la conversión de C. H. Spurgeon. En todas estas siete conversiones, que ocurrieron con cientos de años de diferencia, la persona que mencioné trató de salvarse a sí misma de una manera u otra. Luego cayó en un estado de desesperación y gran culpa. Al final vino a Cristo y finalmente se sintió perdonado de sus pecados por Él.
Sí, tú puedes saber que Cristo murió en la cruz para pagar por tús pecados, y que resucitó de entre los muertos y ascendió de nuevo al cielo. Pero conocer esos hechos no te ayudará a menos que tú venga a Cristo, a menos que tú entres en contacto con Él, a menos que tú encuentres Cristo mismo.
Dios te atrae. Dios te hace sentir culpable. Dios te lleva a Cristo para que te limpie del pecado en Su Sangre. Jesús dijo,
“Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere; y yo le resucitaré en el día postrero” (Juan 6:44).
IV. Cuarto, este versículo habla de la permanencia de la conversión.
La verdadera conversión es siempre permanente, porque Dios es el autor y consumador de ella. En cuanto a la persona que viene a Él, Jesús podía decir con valentía: “Yo lo resucitaré en el día postrero.” ¿Cómo podía Cristo estar tan seguro de eso? Sencillamente porque una vez que uno se convierte, no puede dejar de serlo. La persona verdaderamente convertida está eternamente segura porque Jesús es el autor de la conversión “eterna salvación” (Hebreos 5:9). Jesús dijo,
“Yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás…”
(Juan 10:28; p. 1086).
En el momento en que tú vienes a Jesús, Él te da el regalo de la vida eterna. Jesús dijo,
“El que cree en el Hijo tiene vida eterna” (Juan 3:36; p. 1075).
En el momento en que vienes a Jesús tú tienes vida eterna. Nunca te la podrán quitar ni perder. Por eso Jesús dijo, con gran confianza,
“Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere; y yo le resucitaré en el día postrero” (Juan 6:44).
Por eso que yo os digo que vengáis a Jesucristo. Su Sangre lavará tus pecados. Él te salvará con Su vida resucitada. ¡Venid a Cristo! ¡Venid a Cristo y viviréis para siempre! ¡Amén!
A mí me fue dado el Cordero sin mancha,
Para que soportara la ira de su Padre;
Yo veo sus heridas sangrientas y sé
Que mi nombre está escrito allí.
Del Señor brotó Su sangre
En corrientes purpúreas;
Y cada herida proclamó en voz alta
Su maravilloso amor por el hombre.
Para mí es suficiente la sangre del Salvador,
Todopoderoso para expiar;
Las manos que Él dio para atravesar con clavos
Me conducirán a Su trono.
(“Propitiation” [Propiciación] por Augustus Toplady, 1740-1778,
primera estrofa alterada por Dr. Hymers).