Print Sermon

El propósito de este sitio de Internet es proporcionar manuscritos de sermones gratuitos y videos de sermones a pastores y misioneros en todo el mundo, especialmente en el Tercer Mundo, donde hay pocos, si es que hay, seminarios teológicos o escuelas Bíblicas.

Estos manuscritos de sermones y videos ahora van a casi 1,500,000 computadoras en más de 221 países todos los meses en www.sermonsfortheworld.com. Otros cientos miran los videos en YouTube, pero rápidamente dejan YouTube y vienen a nuestro sitio de Internet. Los manuscritos de sermones se dan en 46 idiomas a casi 120,000 computadoras cada mes. Los manuscritos de sermones no tienen derecho de autor, así que los predicadores pueden usarlos sin nuestro permiso. Por favor, oprime aquí para aprender cómo puedes hacer una donación mensual para ayudarnos en esta gran obra de predicar el Evangelio a todo el mundo.

Cuando le escribas a Dr. Hymers, siempre dile en qué país vives o él no te podrá contestar. El correo electrónico de Dr. Hymers es rlhymersjr@sbcglobal.net.



CRISIS CONVERSIÓN Y LA LEY DE DIOS

Un sermón escrito por Dr. R. L. Hymers, Jr., Pastor Emérito
y dado por Jack Ngann, Pastor
en el Tabernáculo Bautista de Los Angeles
La Mañana del Día del Señor, 1 de Diciembre, 2024

“Y yo sin la ley vivía en un tiempo; pero venido el mandamiento, el pecado revivió y yo morí” (Romanos 7:9; p. 1156 Scofield).


Estos sermones se dan los Domingos por la mañana para “el hombre natural” (I Corintios 2:14). Las personas perdidas vienen a los servicios de la mañana. La mayoría de ellas nunca han oído el Evangelio. Por eso, nosotros apelamos a ellas en su estado natural. No asumimos que ellos tienen conciencia alguna de las cosas espirituales, así que hablamos de su “necesidad sentida,” aunque lo hacemos Bíblicamente durante todo el tiempo. Buscamos hacerles pensar en su soledad y hacer que quieran volver a la iglesia. Ese es un buen comienzo. Esa es la manera de empezar. Pero el simple hecho de venir a la iglesia no salvará a nadie. Debe haber una obra más profunda de Dios en el alma. Yo llamo a esto “crisis de conversión.” La palabra “crisis” significa “un punto de cambiar.” Y es este punto de cambiar, esta crisis, de la que habla el Apóstol Pablo en nuestro texto. El Apóstol nos lleva dentro de su mente y nos muestra cómo ocurrió su crisis de conversión. Su propia experiencia es un paradigma, un ejemplo, de cómo ocurre la crisis de la verdadera conversión.

I. Primero, la vida sin la Ley.

El Apóstol dice,

“Y yo sin la ley vivía en un tiempo…” (Romanos 7:9).

Cuando él dice que una vez estuvo “viviendo sin la ley,” no quiere decir que nunca escuchó la Ley. La Ley se leía en la sinagoga todos los días de reposo y la escuchaba. Él no quiere decir que no la conociera. Él la conocía muy bien. Él estaba bien instruido en ella. Él la sabía de memoria. Como rabino, no solo la había aprendido, sino que la había discutido en gran detalle con otros rabinos durante muchos años.

Aunque él conocía la Ley mentalmente, él dice que estaba “vivo sin” ella. La Ley nunca había cortado su conciencia. Por eso que él vivía en un estado de falsa seguridad. Él pensaba que él estaba cumpliendo la Ley. Él no tenía miedo de morir. Él no tenía miedo de estar ante Dios en el Juicio Final. Él sentía que él estaba preparado para eso. Él estaba en paz. Nada lo molestaba. Él no se quedaba en la cama sin dormir por la noche pensando en su pecado. Él pensaba que él estaba perfectamente seguro. Él pensaba que él estaba haciendo todo lo que él debía hacer. Como resultado, él estaba “vivo sin la ley.”

Esto le trajo una falsa seguridad. Él pagó sus diezmos. Él asistía a todos los servicios. Él rezaba sus oraciones. Él se abstenía de pecados externos graves. Él tenía una forma de religión. Él estaba seguro. Él se sentía salvo. Pero era una falsa seguridad. Su conciencia nunca había sido conmovida por sus pecados internos. La Ley nunca había tocado su conciencia. Por eso podía decir, “Una vez viví sin la ley.”

La vida sin la ley le dio, no sólo una falsa sensación de seguridad, sino también orgullo en su corazón. Él sentía que él era mejor que los demás. Si él se encontraba con un recaudador de impuestos o una mujer pecadora, se alejaba. Él llamaba a los gentiles “perros.” Él estaba tan orgulloso de su propia bondad que menospreciaba a los demás. No eran tan inteligentes como él. No eran tan buenos como él. Él pensaba que él estaba cumpliendo la ley, y por eso él se sentía tranquilo y en paz en ese falso estado de seguridad. “Una vez viví sin la ley.”

¿Hay alguien así aquí hoy? ¿Eres tú así? ¿Estás tú en un falso estado de seguridad? ¿Tu conciencia está embotada? ¿No tienes temor de Dios? ¿No tienes remordimientos de conciencia por tus pecados internos? ¿Estás dormido en el pecado? ¿Te sientes seguro? Ese era el estado de Pablo cuando dijo, “Yo vivía sin la ley en un tiempo.” Iain H. Murray dijo,

Por la ley, los hombres aprenden su indefensión. Donde no se tiene este conocimiento, hay un obstáculo fundamental para la salvación. Fue la confianza en su propia capacidad lo que llevó a los Judíos a rechazar a Cristo…a menos que se corrija esta mentalidad, no se puede entender la obra de Cristo. Aquellos que no saben que están atados y prisioneros, no desean la “redención” que los libera del poder y la cautividad del pecado. Aquellos que no saben que quiebran la lay no buscarán a Aquel que ha honrado la ley en lugar de los pecadores. Aquellos que no conocen el desagrado de Dios no escucharán un mensaje de “propiciación” – de ira apartada y perdón provisto en Cristo (Iain H. Murray, The Old Evangelicalism: Old Truths for a New Awakening, [El Viejo Evangelismo: Viejas Verdades Para Un Nuevo Despertar,] The Banner of Truth Trust, 2005, p. 13).

Si tú nunca has sentido estas verdades, entonces tú no conoces a ti mismo. Tú no conoces tu propio corazón. Tú no percibes tu propia impotencia. Tú continúas descansando en tu propia fuerza y justicia. Tú nunca has sido asesinado por la Ley. Tú eres como Pablo en tu estado inconverso, “Yo vivía sin la ley en un tiempo.”

Una persona que nunca piensa en la Ley es como un hombre que pretende ser rico viviendo de tarjetas de crédito. Él piensa que todo está bien. Él acumula una deuda tras otra en esas tarjetas de crédito y vive como un hombre rico. Puedes advertirle, pero él no escuchará. Él piensa que tus advertencias son solo palabras de tontos. Él va, vive como un hombre rico, acumulando una deuda tras otra en esas tarjetas. Pero llega el día del ajuste de cuentas. El juicio y la justicia caen. Todo está perdido. ¿Por qué él no escuchó? ¿Por él qué siguió adelante? “Una vez viví sin la ley.” Spurgeon dijo,

¡Oh! Si tú conocieras la ley [de Dios,] si comprendieras cuán inflexible es y cuán verdadera es su declaración de que de ninguna manera perdonará al culpable, lo que significa que de ninguna manera Él te perdonará a ti, entonces pronto tú dejarías a un lado tu vida cómoda tuya y ya tú no vivirías como vives ahora: tú serías asesinado por la palabra del Señor (C. H. Spurgeon, “The Soul’s Great Crisis,” [“La Gran Crisis del Alma”] The Metropolitan Tabernacle Pulpit, Pilgrim Publications, 1980 reprint, volume LXI, page 424).

Sólo entonces podrás tú decir, “Yo una vez viví sin ley.”

II. Segundo, la vida bajo la Ley.

Pablo había estado viviendo sin la Ley. El pecado era un asunto muerto para él. Él no le preocupaba el pecado porque él vivía “sin la ley” – nunca pensó que él había quebrantado los mandamientos de Dios, él nunca se preocupó por su pecado; “vivía sin la ley en un tiempo.” Esto significa que la Ley no estaba haciendo su obra dentro de él, no cortaba su conciencia, no lo hacía sentir culpable por su pecado.

Pero entonces la Ley se derrumbó sobre él. Mira la segunda cláusula del versículo nueve, que comienza con las palabras “pero venido.” Lee en voz alta esas pocas palabras en el medio del versículo,

“pero venido el mandamiento, el pecado revivió…”
     (Romanos 7:9).

Por favor, mire hacia arriba.

El Dr. Lloyd-Jones dio estos comentarios sobre el versículo.

Venido el mandamiento, el pecado revivió… (Romanos 7:9). ‘Venido el mandamiento’! Pero el mandamiento siempre había estado allí. La ley había sido dada por Moisés siglos antes de que Pablo naciera…la ley fundamental básica para toda la humanidad siempre estuvo allí desde el principio. Sin embargo, él dice, ‘Venido el mandamiento’…Él quiere decir que aunque el mandamiento [de la ley] estaba allí, nunca había sido aplicado. ‘venido’ para él, nunca lo había ‘agarrado’ [a él]…[la ley] siempre estuvo allí…pero no lo ‘agarraba,’ no se apoderaba de él, no le hablaba. No venía, en otras palabras, con poder y convicción [de pecado] y entendimiento…era una cosa desnuda [muerta]; (Martyn Lloyd-Jones, M.D., Romans: An Exposition of Chapters 7:1-8:4, [Romanos: Una Exposición de los Capítulos 7:1-8:4] The Banner of Truth Trust, 2001 reimpresión, p. 134).

“pero venido el mandamiento, el pecado revivió…”
     (Romanos 7:9).

Dr. Lloyd-Jones dijo,

A primera vista, esta es una declaración sumamente sorprendente. Naturalmente, habríamos pensado que el efecto de la llegada de la ley no habría sido el de “revivir” el pecado, sino el de matarlo…Pero en la experiencia, hace exactamente lo contrario. En otras palabras, lo que sucede es que la ley saca a la luz la verdadera fuerza y revela la verdadera naturaleza y el carácter del pecado. La ley irrita al pecado, lo perturba…cuando la ley “llegó” al apóstol [él se rebeló]. Sin la “llegada” de la ley [él no habría sentido su resistencia a ella] él no era consciente de la fuerza del pecado…Cuando la ley llegó poderosamente…de repente sintió un deseo abrumador por esas cosas [que la ley condenaba] (Lloyd-Jones, ibid., p. 139).

“pero venido el mandamiento, el pecado revivió…”
     (Romanos 7:9).

Ahora bien, para simplificarlo, ¿no es eso lo que les ha estado sucediendo a algunos de ustedes? Tú antes vivías sin ninguna preocupación en el mundo. Tú no te preocupaba en absoluto de tu pecado, ni tu naturaleza pecaminosa, ni tu corazón malvado de incredulidad. Entonces

“venido el mandamiento, el pecado [vino a ti] revivió…”
     (Romanos 7:9).

Cuando realmente tú despertaste a la realidad de tu corazón pecaminoso, tú verás que te rebelaste contra la Ley. Tú trataste de expulsar de tu mente el pensamiento del pecado. Como Adán y Eva en el Jardín, tú trataste de esconderte detrás de tu propia bondad. Y tú, como ellos, trataste de huir de la voz de Dios que hablaba a tu conciencia a través de la Ley. Como Adán y Eva, te hiciste delantales de tu falsa religión para evitar que Dios te viera en la desnudez de tu pecado.

“pero venido el mandamiento, el pecado revivió…”
     (Romanos 7:9).

Lo mismo les pasó a nuestros primeros padres cuando la voz de la Ley de Dios los llamó después de haber pecado. “El pecado revivió” en ellos. Una traducción moderna podría ser “el pecado surgió” y ellos quisieron esconderse de Dios y seguir pecando.

Algunos de ustedes han tenido una experiencia similar. Tú no pensaste de nada acerca del pecado y la Ley de Dios. Pero cuando el Espíritu Santo introdujo la Ley de Dios en tu conciencia, tú no te rendiste, tú no se sentiste profundamente convencimiento, como tú debiste de haberlo. ¡Oh, no!

“pero venido el mandamiento, el pecado revivió”
     (Romanos 7:9).

Literalmente broto vida en ti. Tu corazón se rebeló contra Dios, como lo hicieron Adán y Eva. Tú trataste de sacar a Dios de tu mente y olvidar que eras un transgresor de la Ley, como lo fueron Adán y Eva. Expulsaste de tu corazón la obra de convicción del Espíritu de Dios. Tú “apagaste” al Espíritu. Así, tú perdiste la pequeña convicción que una vez tú tuviste. En lugar de venir a la iglesia con un rostro triste, lleno de la convicción que tú tenías hace un par de semanas, ahora tú vienes con un rostro sonriente. Tú has perdido toda esa convicción dada por Dios porque

“Venido el mandamiento, el pecado revivió”

y tu corazón ha perdido toda convicción y tú ha vuelto a dormirse. ¡Horrible! Tú ahora has perdido toda convicción porque “el pecado revivió” dentro de ti cuando te llegó el mandamiento. Tú ahora estás en un estado peor que antes. Tú debes rogarle a Dios que te devuelva la convicción de tú pecado que tenías hace tan poco tiempo.

“Venido el mandamiento, el pecado revivió”

adentro de ti. ¡Te ruego que tú resistas ese poder renovado del pecado! ¡Yo te suplico que busques de nuevo la verdadera convicción del Espíritu de Dios! Si no llega, tú estás condenado, para siempre y por toda la eternidad, porque no puede haber una conversión real hasta que el poder y la atracción del pecado sean eliminados dentro de ti por Dios mismo, a través de Su Ley.

III. Tercero, muerte por la Ley.

Hay tres palabras más al final del versículo nueve. Léalas en voz alta.

“Y yo morí” (Romanos 7:9).

Pablo fue convenció de que él estaba muerto espiritualmente – de que él nunca podría vivir de acuerdo con la Ley de Dios. Él sabía que él era un hombre “muertos.” En Efesios 2:5, el dijo, “estando nosotros muertos en pecados” (Efesios 2:5). “Nosotros muertos en pecados.” Ésta fue su propia experiencia, así como la de aquellos a quienes escribió en Éfeso. Ésta fue la crisis de su conversión,

“Pecado revivió y yo morí” (Romanos 7:9).

Spurgeon dijo,

Lo que murió…fue ese gran “yo” en Pablo – “el pecado revivió y yo morí” – ese “yo” que antes decía, “te doy gracias porque no soy como los otros hombres” – ese “yo” que se cruzó de brazos en seguridad satisfecha – ese “yo” que dobló sus rodillas en oración, pero nunca inclinó su corazón en penitencia – ese “yo” murió. La ley lo mató. No podía vivir en una luz como esa [de la ley]. Era una criatura apta únicamente para la oscuridad, y cuando llegó la ley, este gran “yo” murió. (Spurgeon, ibid., p. 427).

Spurgeon dio cinco maneras en que Pablo murió. Y estas cinco maneras se aplican a cualquier persona perdida que es despertada a su pecado por la Ley. (1) Vio que estaba condenado a morir. Murió en el sentido de que sintió la condenación pronunciada sobre él. ¿Tú ha sentido está condenado por la Ley? (2) Todas sus esperanzas de su vida pasada murieron. Se dio cuenta de que nunca había amado realmente a Dios, ni Su Ley. ¿Has sentido tu algo de eso? (3) Todas sus esperanzas con respecto al futuro murieron. Había quebrantado la Ley de Dios, y todos sus intentos de cumplirla en el futuro no pudieron borrar los pecados de su pasado. (4) Todo su propio poder parecía morir. Antes pensaba, “Puedo cumplir la Ley de Dios,” pero ahora vio que no podía cumplirla perfectamente – que la Ley no podía salvarlo – sino solo condenarlo. (5) Así que todas sus esperanzas murieron. El último rayo de esperanza se había ido. No hay desesperación mayor que la desesperación de una persona que una vez estuvo segura. La auto-salvación se había ido. ¡Él sabía lo que significaba estar perdido! Toda esperanza de convertirse en una “mejor persona” se había esfumado. Cuando tú te sientas así, entonces, y sólo entonces, sabrás lo que Toplady quiso decir cuando dijo,

Ni el trabajo de mis manos
Puede cumplir las exigencias de Tu ley;
Si mi celo no tuviera pausa,
Si mis lágrimas fluyeran eternamente,
No podría expiar todo el pecado;
Tú tienes que salvar, y solo Tú.
(“Rock of Ages, Cleft for Me” [“Roca de Eternidad, Quebrada para Mí”] por Augustus M. Toplady, 1740-1778).

Si tú has llegado a ese punto de crisis, tú has sido llevado allí para que tú puedas entender que la salvación debe venir de fuera de ti – ¡de Jesús! Tú debes ser salvo por Cristo Jesús, ¡o tú nunca serás salvo en absoluto! Mientras tú dependas de ti mismo, nunca dependerás de Jesús. Pero si tú sientes que no hay nada bueno dentro de ti, entonces tírate a la salvación sobre

“El Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.”
     (Juan 1:29; p. 1072).

¡Mira a Él aquel que fue crucificado para pagar tu castigo por quebrantar la Ley de Dios! ¡Arroja tus manos sobre Él aquel que resucitó de entre los muertos para darte vida! Cuando tú te arrojas sobre Jesús,

“Si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana” (Isaías 1:18; p. 689).