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EL HOMBRE QUE SE OLVIDÓ DE SER AGRADECIDO –
UN SERMÓN DE ACCIÓN DE GRACIAS

Un sermón escrito por Dr. R. L. Hymers, Jr., Pastor Emerito
Y predicado por Jack Ngann, Pastor
en el Tabernáculo Bautista de Los Ángeles
La Tarde del Día del Señor, 24 de Noviembre, 2024

“Y el jefe de los coperos no se acordó de José, sino que le olvidó”
(Génesis 40:23; p. 54 Scofield).


El jefe de los coperos había ofendido al Faraón. Fue puesto en prisión, el mismo calabozo donde José estaba. José era Hebreo, acusado de un crimen que no cometió. Pero debido a que el Señor estaba con él, el jefe de la cárcel había puesto a todos los prisioneros bajo la supervisión de José. En su primera noche en la cárcel, el jefe de los coperos Egipcio tuvo un sueño. Él le preguntó a José qué significaba. José le dijo que le explicaría el sueño con la ayuda de Dios. Entonces José interpretó el sueño del jefe de los coperos, diciéndole que sería liberado y restaurado por Faraón. El jefe de los coperos prometió hablar de la inocencia de José a Faraón si era liberado. Tres días después la interpretación de José del sueño se hizo realidad, y el jefe de los coperos fue puesto en libertad y devuelto a su lugar en la corte de Faraón.

José ahora estaba seguro de que tenía un amigo en la corte que hablaría con el Faraón, y le diría de su inocencia. Pero pasaban las semanas y meses, y no había ninguna palabra del jefe de los coperos. El jefe de los coperos no podía haberse olvidado por completo de José. Pero sin duda tuvo miedo de apelar su caso ante Faraón. Podría enojar a Faraón y él lo pondría de nuevo en la cárcel. O tal vez había otra razón. De cualquier manera el jefe de los coperos se olvidó de José. Si José hubiera perjudicado al jefe de los coperos el hombre no lo habría olvidado. Pero como José lo había ayudado, rápidamente se olvidó. “Y el jefe de los coperos no se acordó de José, sino que le olvidó” (Génesis 40:23).

¡Qué cuadro de ingratitud! ¡Qué común es para la humanidad depravada ser ingratos! El jefe de los coperos fue un hombre que se olvidó de ser agradecido. Esa es una característica cada vez más grande en estos días malos. El Apóstol Pablo dijo:

“También debes saber esto: que en los postreros días vendrán tiempos peligrosos. Porque habrá hombres amadores de sí mismos, avaros, vanagloriosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, impíos”
     (II Timoteo 3:1-2; p. 1237).

“Desobediente a los padres, ingratos, impíos”. ¡Qué descripción de esta generación en los “postreros días”! El jefe de los coperos ilustra a mucha gente hoy en día, “y el jefe de los coperos no se acordó de José, sino que le olvidó”, (Génesis 40:23). Esta es una generación de “ingratos” e “impíos”. Existen tres áreas principales en las que muchos jóvenes se olvidan de agradecer.

I. Primero, muchos no agradecen a sus padres.

La Biblia dice: “Honra a tu padre y a tu madre”. Dice esto dos veces en el Antiguo Testamento (Éxodo 20:12, Deuteronomio 5:16) y seis veces en el Nuevo Testamento (Mateo 15:4, 19:19; Marcos 7:10; 10:19; Lucas 18:20, Efesios 6:2). Ese mandamiento se da sin ninguna condición. No dice: “Honra a tu padre y a tu madre si eran buenos contigo”. No, simplemente dice honrarlos. Cuando ves a un bebé que llora en los brazos de su madre, ¿no te hace recordar que tu madre te hizo eso? ¿Alguna vez has pensado en lo que tu madre hizo por ti, cambiando tus pañales sucios, velando por ti, lavado y planchado tu ropa, dándote de comer, orando por ti, esperándote cuando llegas tarde, preocupándose y pensando en ti como su preciado tesoro?

Nuestro pastor, Dr. Hymers da gracias a Dios que su madre le enseñó a hablar a los seis meses de edad. Él le da gracias a Dios de que ella le leía a menudo cuando estaba enfermo cuando era un niño pequeño, sin televisión en esos días. Él puede sentir su mano en su frente y su beso en la mejilla, incluso ahora, después de que murió hace muchos años. Él le da gracias a Dios por su dulce madre todos los días. ¿Y tú? ¿Cuándo fue la última vez que le dijiste a ella lo mucho que la amas?

¿Cuándo fue la última vez que le dijiste a tu madre que la amas? ¿Cuándo fue la última vez que diste gracias a tu padre por criarte? Ingratitud a los padres es una cosa mala y cruel en los niños. “Y el jefe de los coperos no se acordó de José, sino que le olvidó”.

II. Segundo, muchos no agradecen a amigos y benefactores.

Jesús sanó a diez leprosos y los envió a los sacerdotes a declarar que fueron limpiados. Pero sólo uno de ellos volvió para dar gracias a Jesús. El Salvador dijo: “¿No son diez los que fueron limpiados? Y los nueve, ¿dónde están? ¿No hubo quien volviese y diese gloria a Dios sino este extranjero?” (Lucas 17:17-18).

Recordamos lesiones e insultos, pero qué pocos de nosotros nos acordamos de dar gracias a aquellos que nos han ayudado. Habiendo pasado por tantas dificultades y pruebas cuando era niño, Dr. Hymers se sorprendía siempre cuando alguien le ayudaba o le animaba. Él le da gracias a Dios por los que lo hicieron. Él recuerda al Doctor Henry M. McGowan y a su esposa, quienes primero le llevaron a una iglesia Bautista, y quienes le permitieron ir a su casa noche tras noche, cuando él era un adolescente perdido y solitario. Él recuerda al Sr. Ray Phillips, quien le enseñó a hablar en público. Recuerda a Murphy y Lorna Lum, quienes le hicieron sentir bienvenido cuando él era el único joven blanco en una iglesia China. Él recuerda a la señora Gwen Devlin, quien, después de que todo el mundo se había ido donde él trabajaba, le animaba día a día para seguir yendo a la universidad por la noche, cuando sentía que no podía continuar. Él recuerda al señor Gene Wilkerson, su amigo por cincuenta años. Qué consuelo saber que podía ir a su apartamento cualquier noche y dormir allí si no tenía otro lugar a donde ir. Un pensamiento así puede parecerle extraño a alguien que siempre ha tenido un lugar para dormir. Pero para un niño pobre como él, era un verdadero consuelo tener un amigo como el señor Wilkerson. Él recuerda al Dr. Timothy Lin. Él fue muy duro con él algunas veces, pero sin él no sería él nada hoy. Dr. Hymers lo amaba con todo su corazón porque él le enseñó casi todo lo que sabe acerca del ministerio. Dr. Hymers recuerda a su esposa, que siempre está ahí, quien siempre ama, siempre ayuda, siempre sirve. Él recuerda al Dr. Cagan, el más querido y mejor amigo que ha tenido. Estos, y otros, son personas por las que conscientemente nuestro pastor da gracias frecuentemente en sus oraciones. ¿Alguna vez has hecho una lista como esa? ¿Alguna vez le has dicho a la gente así lo agradecido que estás por ellos?

Siendo un niño pobre, con poca gente que le alentara o ayudara, Dr. Hymers estaba tan agradecido que él le daba gracias a las personas, como las que he mencionado, en varias ocasiones a lo largo de su vida. Siempre ha sido reconfortante hacerlo. Siempre le ha hecho sentir bien darles las gracias. ¡Y te recomiendo que hagas lo mismo! ¡Un buen amigo, y un verdadero mentor, vale oro!

Siempre me he asombrado y entristecido profundamente por aquellos que “tomaron” de la gente en nuestra iglesia – y luego se fueron sin decir una palabra de agradecimiento. Estoy pensando en un líder en nuestra iglesia que se le pagó la escuela, al igual que su esposa, pero se fueron sin una palabra de agradecimiento, y dividió la iglesia. Dr. Hymers recuerda a un joven que fue ayudado en gran medida por su madre, pero se fue una noche y le robó a su madre un regalo de su boda, un juego de cuchillos de plata y cubiertos de mesa, y la hizo llorar, porque ella lo miraba como a un segundo hijo. ¡Que Dios te ayude a nunca ser tan ingrato así! ¡Me pregunto cómo estas personas pueden considerarse miembros de la raza humana! ¡Despreciables! De los tales el Apóstol Pablo dijo:

“Habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido. Profesando ser sabios, se hicieron necios” (Romanos 1:21-22).

“Y el jefe de los coperos no se acordó de José, sino que le olvidó.”

III. Tercero, muchos no agradecen a Dios.

El Apóstol Pablo dijo que los Gentiles del mundo se hicieron paganos porque ellos no glorificaron a Dios, ni le dieron gracias. Acerca de las naciones Gentiles él dijo:

“Habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido”
     (Romanos 1:21; p. 1148).

La ingratitud es un pecado contra Dios. A menudo nos olvidamos de agradecer a Dios por las bendiciones que nos ha dado. Eso es un pecado. El apóstol Pablo dijo: “Dad gracias en todo” (I Tesalonicenses 5:18).

La madre de Dr. Hymers no se convirtió hasta que tenía 80 años de edad. Ella estaba triste y deprimida acerca de la vida, pero todo eso cambió cuando por fin vino a Jesús y fue convertida. En la última conversación de nuestro pastor con ella, él vió cómo Cristo había cambiado su corazón. Allí estaba en el hospital, después de haber tenido una seria operación. Pero ella rebalsaba con gracias a Dios, aunque tenía la muerte en frente. Ellos hablaron sobre el presidente favorito de ella, Lincoln. Ellos hablaron de su día festivo favorito, El Día de Acción de Gracias. Ella cantó esa canción con él,

Cuando combatido por la adversidad,
     Creas ya perdida tu felicidad,
Bendiciones tuyas enuméralas,
     De lo que Dios hizo te sorprenderás.
     (Traducción libre de “Count Your Blessings”
     por Johnson Oatman, Jr., 1856-1926).

Entonces la madre de Dr. Hymers dijo: “¡Robert, es realmente sorprendente lo que Dios ha hecho por nosotros!” A pesar de que estaba en el hospital frente a la muerte, Dios le había dado un corazón agradecido por las muchas bendiciones que Él nos había dado.

Mientras escribía esta parte del sermón una mujer le llamó preocupada por su hija que está en pecado. Le leyó lo que acababa de decir sobre su madre. Le dijo que diera gracias de que su hija aún estaba viva, que aún podía orar por ella, que ella tenía muchas bendiciones en su propia vida, que el Apóstol Pablo pudo decir: “Dad gracias en todo” a pesar de que había pasado por tantas pruebas y dificultades en su ministerio.

Bendiciones tuyas, cuéntalas,
Lo que Dios ha hecho luego tú verás.

El regalo más grande que Dios nos ha dado es Su Hijo, el Señor Jesucristo. Pablo tenía un vocabulario extenso, pero cuando habló de Jesús, su palabras le fallaron. Todo lo que pudo decir fue: “Gracias a Dios por su don inefable” (II Corintios 9:15).

El Pastor Richard Wurmbrand pasó 14 años en una prisión Comunista Rumana por predicar el Evangelio. Meses sin comunicación, años de tortura física, sufrimiento constante de hambre y frío, la angustia del lavado de cerebro y la crueldad mental fueron experimentados por el Pastor Wurmbrand. ¿Cómo pasó por todo eso y aún salió de allí como un Cristiano victorioso? Él dijo:

Si el corazón es purificado por el amor de Jesucristo, si el corazón le ama, se puede resistir todas las torturas...Si amas a Cristo como lo hizo María, quien tuvo Cristo cuando era un bebé en sus brazos...entonces puedes resistir tales torturas (traducción de Richard Wurmbrand, Th.D., Tortured for Christ, Living Sacrifice Books, 1998 edition, p. 38).

Entonces, la pregunta realmente se reduce a esto – ¿amas a Cristo? Si lo haces, puede dar gracias a Dios por su Hijo, no importa cuáles sean las pruebas que te vendrán a ti. Pero si no amas a Cristo, entonces la vida tarde o temprano te presentará angustias que te dejaran sin esperanza.

¡Te ruego hoy que vengas a Jesús, confía en Él, y se salvo! En este mundo realmente no hay esperanza sin Cristo. Pero si lo conoces, no importa lo que pase, podrás decir con el Apóstol: “Gracias a Dios por su don inefable”. El verdadero agradecimiento viene de los corazones de aquellos que han experimentado el amor de Cristo, quien murió en la Cruz para pagar por nuestros pecados y resucitó de entre los muertos para darnos vida y esperanza que vence al mundo.

Por favor pónganse de pie y canten “Bendiciones Tuyas, Cuentalas.” Era el himno favorito de la madre de Dr. Hymers.

Cuando combatido por la adversidad,
     Creas ya perdida tu felicidad,
Bendiciones tuyas enuméralas,
     De lo que Dios hizo te sorprenderás.
Bendiciones tuyas, cuéntalas,
     Bendiciones, cuantas tú verás;
Bendiciones tuyas, cuéntalas,
     Lo que Dios ha hecho luego tú verás.

¿Andas agobiado por un gran pesar?
     ¿Duro te parece lo que has de llevar?
Bendiciones tuyas enuméralas,
     Y al pasar los días siempre cantarás.
Bendiciones tuyas, cuéntalas,
     Bendiciones, cuantas tú verás;
Bendiciones tuyas, cuéntalas,
     Lo que Dios ha hecho luego tú verás.

En cualquier conflicto que tú tengas hoy,
     No te desanimes, Dios está en control;
Bendiciones tuyas enuméralas,
     Paz y gran consuelo pronto hallarás.
Bendiciones tuyas, cuéntalas,
     Bendiciones, cuantas tú verás;
Bendiciones tuyas, cuéntalas,
     Lo que Dios ha hecho luego tú verás.
(Traducción libre de “Count Your Blessings”
     por Johnson Oatman, Jr., 1856-1926).