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FALTAR LA MARCA –
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Hoy yo les voy a dar un sermón evangelístico adaptado de uno pronunciado por el Dr. D. Martyn Lloyd-Jones en 1933. El Dr. Lloyd-Jones fue uno de los más grandes predicadores del siglo XX. Un gran avivamiento acompañó su predicación a principios de la década de 1930. He abreviado el sermón y lo he adaptado al pensamiento del siglo veintiuno.
“Porque Herodes temía a Juan, sabiendo que era varón justo y santo, y le guardaba a salvo; y oyéndole, se quedaba muy perplejo, pero le escuchaba de buena gana” (Marcos 6:20; p. 1012 Scofield).
Yo nunca leo estos versículos sobre el Rey Herodes sin sentir que se trata de uno de los pasajes más tristes y terribles del Nuevo Testamento. Mientras yo leo acerca de Herodes, mis emociones cambian constantemente. En un momento, yo siento pena por él en sus dificultades. Al momento siguiente me hace enojar y yo creo que él es uno de los más grandes tontos de los que se habla en las Escrituras. Pero siempre hay un sentimiento principal que yo tengo cuando yo leo sobre Herodes. Ese sentimiento es de asombro por el hecho de que sea posible que una persona esté tan cerca de tener razón y, sin embargo, no llegas al destino. Ésa es la parte principal de la historia de Herodes, llena de poder e intensidad dramática. Y es sobre ese punto sobre el que hoy quiero llamar vuestra atención. Tú puede estar muy cerca de tener razón y aun así no llegas al destino. Sin más introducción, yo declare ese punto, que me parece inevitablemente cierto en vista de lo que leemos aquí en el capítulo sexto de Marcos.
I. Primero, tú tienes que tomar una decisión clara para ser un Cristiano.
Cristo te llama que tú agás tu mente y que estes definitivo con respecto al evangelio. Esa es la clave para entender toda esta triste y sórdida historia. Herodes vaciló de un lado a otro y nunca decidió realmente qué hacer. Pero la predicación de Juan Bautista exigía que la gente tomara una decisión clara. Juan el Bautista dio un mensaje claro y pidió una respuesta definitiva. La predicación de él fue tan fuerte y convincente que la gente incluso gritaba, “Entonces, ¿qué haremos?” (Lucas 3:10). La predicación de Juan Bautista los obligó a tomar una escoger. Cuando Cristo vino, tú encontrarás que Él predicó de la misma manera. Él le dio al pueblo una opción clara. Él les dijo que ellos estaban en el camino ancho al Infierno o en el camino angosto al Cielo. Él dijo que ellos estaban construyendo sobre arena o sobre la roca. Él dijo que confiaban en Dios o en Mamón, y Él les pidió que confiaran en Él o que a Él lo rechazaran. Mientras tu lees acerca del ministerio de Él, tú notará que el pueblo fue forcados tomar un partido, ya sea a favor de Él o en contra de Él. La predicación de Él obligó a la gente a tomar una decisión clara.
Y al leer el Libro de los Hechos tú encuentras lo mismo. ¿Tú te recuerdas cómo 3,000 hombres cambiaron lados el día de Pentecostés? Ellos fueron forcados decir, “Varones hermanos, ¿qué haremos?” (Los Hechos 2:37). ¡Sí! Y a lo largo de todo el Libro de los Hechos tú encuentras personas obligadas a tomar una decisión clara. En el último capítulo de Los Hechos vemos que la predicación de Pablo en Roma dividió al pueblo en dos grupos – los que creían y los que no creían. Cuando tú leas la historia del Cristianismo a través de los siglos, encontrarás que, durante cada período de poder y fortaleza, la predicación ha impulsado a la gente a tomar una decisión.
Ésta es una debilidad de la predicación moderna. Muchas personas hoy se enfurecen si la predicación les dice que tomen una decisión clara. Parece que ellos piensan que el propósito de la predicación es enseñarles algunos hechos de la Biblia o hacerlos sentirse bien. Ellos piensan que la predicación debe contar lo que Dios hace por nosotros, sin que nosotros tengamos que hacer nada en absoluto, algo que da todo y no exija nada de regreso.
Pero esta historia de Herodes y Juan el Bautista nos muestra la absoluta falsedad de ese tipo de predicación y nos recuerda que el evangelio exige que escogemos a un lado. ¿Puedo yo te hare una pregunta sencilla antes de continuar? ¿El evangelio ha provocado un cambio en tu forma de vivir? ¿Te ha afectado e impulsado a actuar de una forma definitiva? ¿Ha habido algún cambio en tu vida? Recuerde, tú tienes que tomar una decisión clara para llegar a ser un verdadero Cristiano.
II. Segundo, nada que no sea un escoger claro tiene valor.
Esto es evidente y claro en el caso de Herodes. Él era un hombre que disfrutaba la predicación y le gustaba el predicador. Él escuchó atentamente la predicación de Juan el Bautista. Y él le gustaba Juan el Bautista. Y, sin embargo, el punto central de esta historia es que nada de esto le hizo ningún bien a Herodes. Al final se encontró en la misma posición que el más pero enemigo de Juan. La predicación no le sirvió de nada. Su vida no cambió.
Lo mismo ha sucedido hoy, en la vida de nuestra nación. En los últimos años ha habido grandes reuniones, estadios llenos para escuchar a los predicadores, súper iglesias transmitiendo las 24 horas del día. Sin embargo, durante este tiempo el tono moral de nuestro país ha descendido a su punto más bajo y el Cristianismo se ha vuelto más débil en la vida de la nación. ¿Por qué es esto? Seguramente sólo hay una respuesta. El efecto de toda esta predicación no ha conducido a verdaderas conversiones. Y por tanto todo ha sido bastante inútil e ineficaz. De hecho, ha sido perjudicial.
Sólo hay una prueba verdadera que podemos aplicar a la predicación y la enseñanza Bíblica. No se trata de si yo lo disfruto, ni si me gusta y estoy de acuerdo con él. ¡Oh, no! La verdadera prueba es ésta – ¿me ha llevado a escoger? ¿Yo he sido convertido por él? ¿Me ha llevado a una acción que afectó toda mi vida? Si eso no ha sucedido, entonces toda esta predicación y enseñanza Bíblica es bastante inútil. Nada que no sea un escoger claro tiene valor.
III. Tercero, hay algo inusualmente triste y patético en la gente que “casi han decidido” convertirse en Cristianos.
Algunas personas se oponen activamente al evangelio. Otros se son indiferentes cuando lo escuchan. Pero las personas que son como Herodes son diferentes. Cuando ellos escuchan el evangelio, se conmueven y son afectados. Ellos sienten que deben ceder y están casi dispuestos a hacerlo. Y, sin embargo, ellos casi nunca llegan allí. Ellos parecen estar siempre vacilantes, al borde de la conversión. Sólo un poco más y ellos llegarían allí. Pero nunca sucede. ¡Qué tipo de persona tan extraña es ésta y qué triste y patética! Yo a veces siento que estos son el tipo más miserable de todos. Puesto que probablemente hay muchas personas así aquí hoy, yo quiero que pensemos en esta extraña posición y mostremos sus terribles falsedades y su sin esperanza e irremediable irracionalidad. ¿Qué fue lo que acercó tanto a Herodes a la salvación? Precisamente las mismas razones explican el hecho de que tantos sean “casi Cristianos,” pero sigan perdidos. ¿Qué son?
Primero, Herodes quedó impresionado con Juan el Bautista, “Porque Herodes temía a Juan, sabiendo que era varón justo y santo.” Independientemente de lo que pensemos sobre Herodes, debemos darle todo el crédito por esto. Él reconoció que Juan el Bautista era un hombre justo y santo. Muchos no lo habían reconocido, pero Herodes sí lo había visto. Él sintió que un hombre como John no podía ser puesto a un lado ni ignorado. La esposa de Herodes no se había dado cuenta de eso y ella muchas veces había suplicado a Heredes que matara a Juan. Yo creo que está claro que a menudo ella había intentado destruir a Juan a pesar de Herodes. Porque leemos que Herodes “le guardaba,” que significa “lo cuidó” o “lo mantuvo a salvo.” Herodes vio claramente que Juan era un hombre de Dios, lo él lo respetó e incluso fue a visitarlo a la prisión. Algo así sucede hoy con los que son “casi” Cristianos. Ellos están encantados con el carácter Cristiano. Ellos ven a ciertos Cristianos y admiten que son las mejores personas que conocen. Más que eso, ellos admiran a estos Cristianos. Y cuando ellos leen las historias de vida de grandes Cristianos como Hudson Taylor, Wesley y Whitefield, Bunyan, John Knox, Lutero y Calvino, Agustín y otros, ellos sienten que estos hombres son las personas más grandes que el mundo haya conocido. Y cuando ellos leen sus biografías ellos sienten que les gustaría ser como ellos. Sus corazones se calientan y se conmueven, una emoción los recorre y sienten que este es el tipo de vida que también ellos deberían llevar. Y cuando ellos llegan al Nuevo Testamento y confrontan las figuras heroicas de Pedro y Pablo, simplemente quedan abrumados. Y cuando, más allá de esto, miran a Jesús de Nazaret, y ellos observan la bondad y gentileza de Él, el gran poder de Él, la completa obediencia a Dios de Él, y cuando ellos ven a Él morir en la Cruz, sin ninguna queja, por un mundo de pecadores. que abusaron a Él, pues, no pueden evitar sentir gran emoción. Que eso sea dicho al honor de Herodes – se dio cuenta de la grandeza de Juan el Bautista y ese solo hecho había influido en él.
Además, Herodes sabía que lo que decía Juan era verdad y correcto. Incluso él estuvo de acuerdo con John. Y él le gustaba escuchar a Juan predicar. Aquí está la frase, “y oyéndole, se quedaba muy perplejo, pero le escuchaba de buena gana” (Marcos 6:20). Cada vez que él se sentaba y escuchaba a Juan él sentía que lo que Juan decía era correcto y verdadero. Evidentemente lo que decía el hombre era absolutamente cierto, y habiéndolo oído, Herodes “hizo muchas cosas.” ¿No has tú experimentado algo así? ¿Tú no estás de acuerdo en que el evangelio es esencialmente verdadero y correcto? ¿Hay algo que decir en contra? ¿Qué puedes tú decir realmente en contra de un evangelio que te ofrece perdón y caridad – y que te ofrece a ti una nueva vida? Mientras Herodes se sentaba y escuchaba a Juan, él supo que Juan tenía razón. Un hombre así al menos está vivo. Él reconoce la verdad del evangelio y admite que es correcto, aunque eso signifique que se condena a sí mismo.
Pero hay una clara indicación de que algo más estaba obrando en Herodes – y ese era un claro espíritu de convicción. Había algo más allá de agradarle al predicador y estar de acuerdo con él que afectó a Herodes. “le escuchaba de buena gana.” Una y otra vez Herodes bajaba a la prisión para visitar a Juan y escucharlo. Él sabía que estaba disgustando a su esposa y a la mayoría de los miembros de su corte. Sin embargo, él continuó yendo. Había una extraña fascinación por él en la prisión con su notable prisionero y su extraordinaria predicación. Él se sintió atraído hacia allí. Él sabía lo que escucharía antes de ir, él sabía que la predicación lo condenaría, y aun así fue. Él sintió que algo lo atraía hacia allí, algo casi irresistible. Simplemente él no podía mantenerse alejado. “le escuchaba de buena gana.” ¿Cómo vamos a explicar eso? Yo creo que sólo hay una explicación – fue obra del Espíritu de Dios. Algunos de ustedes aquí hoy sienten lo mismo cuando escuchan la predicación del evangelio. Tú estás convencido de pecado, tú sientes la verdad del evangelio, tú escuchas los sermones con gusto y disfrutas venir a la iglesia. Al igual que Herodes en la antigüedad, tú estás escuchando el evangelio y sintiendo sus efectos en tu alma. Éstas son entonces algunas de las razones que casi llevaron a Herodes al punto de convertirse. Y esas son las razones por las que algunos de ustedes son “casi” Cristianos – el testimonio Cristiano, la verdad y la obra convincente del Espíritu Santo. Y, sin embargo, lo realmente sorprendente es que todo esto no conduce a nada. ¡Tan cerca y tan lejos! Parece casi increíble que un hombre pueda experimentar tanto y aun así hacer lo que Herodes le hizo a Juan después. De hecho, decapitó a John. Sin embargo, ese fue el caso. ¿Por qué fue? ¿Cómo le explicamos? ¿Cómo entendemos a los que son como él?
IV. Cuarto, hay varias razones por las que las personas indecisas no son convertidos.
La primera es que nunca piensan bien las cosas al final. Herodes era esclavo de su ambiente. Él estaba demasiado controlado por lo que le estaba sucediendo en el momento. Mientras escuchaba a Juan Bautista él se olvidó de su esposa Herodías. Pero mientras escuchaba a Herodías, olvidó lo que Juan había dicho. No basta con decir que era una persona superficial, porque eso no llega a la raíz de su problema. Había algo más que eso. Herodes tenía pereza espiritual, no le gustaba tomar decisiones. Él no le gustaba tomar una decisión que pudiera generar dificultades. Por lo tanto, él no siguió el argumento de Juan hasta su conclusión lógica. Si él lo hubiera hecho, le habría dado lugar a una acción definitiva por su parte. Pero él no lo hizo. Casi tan pronto como dejó a John en la prisión, se olvidó por completo de lo que había oído predicar a John. Y así continuó – hasta que regresó a la prisión y escuchó a John nuevamente. Y luego repitió toda la experiencia. Él lo sintió profundamente cuando escuchó el sermón, pero él nunca lo resolvió en su vida. Si él lo hubiera pensado hasta el fin y lo hubiera resuelto, él hubiera dicho algo como esto, “Juan tiene razón y yo estoy equivocado. Lo que dice Juan es verdad. Por lo tanto, lo que yo he dicho y yo he hecho es incorrecto. La única manera de ser fiel a mí mismo y a mi conciencia es tomar una decisión clara, aunque parezca difícil.”
¿No es eso incuestionable? ¡Sin embargo, eso es precisamente lo que algunos de ustedes no harán! ¿Tú alguna vez lo has pensado así? ¿Alguna vez tú has pensado en el evangelio hasta su conclusión lógica en tú vida? Si no, hazlo ahora. Aquí está el argumento. Mira qué simple y qué lógico es. Hay un Dios, el Juez eterno. Aquí estoy yo, un pecador. Dios exige de mí ciertas cosas y las ha dejado muy claras en Su ley. Mi propia conciencia está de acuerdo con eso. Yo debo presentarme ante Él en el Juicio Final. No importa lo que yo haga, eso no se puede evitar. Y yo soy culpable, y en la Biblia se me dice que me esperan la condenación y el Infierno. Pero yo ahora he escuchado el evangelio, que me dice que Cristo murió para pagar por mis pecados, y que Dios está listo para perdonarme y borrar, y que Él me llama a voltear de mi pecado y entregarme definitivamente a Cristo. Es la única salida, el único camino hacia la seguridad. No sólo eso, yo creo y creo que es correcto. Pero el evangelio me pide que me entregue enteramente a Cristo, sea lo que sea que eso implique. Rechazar significa condenación eterna. La aceptación significa vida eterna. Yo no sé cuánto tiempo yo viviré. Yo no tengo control sobre la duración de mi vida. Pero la oferta de salvación está abierta ahora, en este momento presente. Seguramente lo único sensato es actuar de inmediato, ahora mismo. Volver a casa y olvidarlo todo no cambiará los hechos. Los hechos seguirán siendo los mismos. ¡Oh! ¡Sea lógico! ¡Haz lo único sensato! Actúa según tus convicciones. Si tu sientes que es así ahora, entonces siempre será lo correcto. Lo que está correcto, está correcto y lo que está equivocado, está equivocado. Si tú sientes que el evangelio es verdadero, si tú quieres ser salvo, hazlo y hazlo ahora, de una vez. Vea cuán inconsistente, cuán ilógico, cuán irrazonable y cuán ridículo es reconocer lo que está correcto y luego permanecer ambivalente y persistir en lo incorrecto.
Otra clave para entender a Herodes es su amor por su pecado favorito. O no puedo dejar de sentir que su verdadero obstáculo fue su matrimonio ilegal con Herodías. Yo no necesito decir más en eso. Se nos dice que “cuando le oyó, hizo muchas cosas.” Ah, sí, yo puedo creerlo y comprenderlo fácilmente. “Hizo muchas cosas.” ¡Sí! Todo menos la una cosa que era más importante y que debería haber hecho por encima de todos los demás. ¡Sí! Él hizo muchas cosas, pero él nunca hizo lo único que Dios quería que él hiciera. Él nunca abandonó la vida inmoral y el apego ilegal a Herodías. ¿Necesito yo aplicar lo que yo estoy tratando de decir? ¿No ocurre siempre lo mismo con las personas que son casi Cristianos? Tú haces esto y aquello. Tú renuncias a esto y aquello. Tú estás listo para hacer casi cualquier cosa excepto entregarte por completo a Cristo, para poner el dedo de Él sobre cualquier cosa que Él quiera en tu vida. Y, sin embargo, esa es la condición. ¿Qué es lo que tú estás reteniendo? Examínate a ti mismo. ¡Sé sabio y déjalo ir! ¿Vas a arriesgar tu futuro eterno por algo que ya tú sabes que está mal? “Muchas cosas” no son suficientes. Cristo quiere toda tu sumisión, toda tu voluntad.
La única otra cosa a la que yo deseo referirme se encuentra en el versículo 26, donde se nos dice que “pero a causa del juramento, y de los que estaban con él a la mesa,” él no rechazó la petición de la hija de Herodías de que decapitaran a Juan el Bautista. ¡Ah! Ahí está – estaba preocupado por su propia reputación y la opinión de los demás. Él sabía que estas personas estaban equivocadas. Él sabía que John tenía razón. Pero él amaba tanto la popularidad que sacrificó lo bueno por lo malo. ¡ Él rechazó a Cristo y la salvación eterna por miedo a lo que otros pensarían! ¡Oh, qué locura! Incluso si el mundo entero se ríe de ti y se burla de ti, aunque todos piensen que estás loco, ¿qué importa mientras estés bien con Dios? ¡Porque Él es el Juez!
Permítanme ahora sacar algunas conclusiones obvias de esta historia.
1. La primera es que todos los buenos sentimientos y acciones que tú tienes no tienen valor a menos que elijas definitivamente a Cristo. No elegirlo a Él es estar en contra de Él. Haz lo que Dios te dice. Cree en Su Hijo y muéstrale al mundo entero que así lo has hecho tú, pase lo que pase.
2. La única otra conclusión es una terrible y, en cierto sentido, yo preferiría no mencionarla. Pero ahí está en la Biblia y es verdad. Una vez que un hombre ha sentido que el evangelio es correcto y verdadero, nunca tendrá descanso ni paz hasta que se haya entregado a Cristo por completo. ¡Pobre Herodes! Qué terrible fue su vida después de que decapitó a Juan. El pensamiento de John perseguía y atormentaba su vida. Despierto y dormido él siempre veía aquel plato que venía hacia él con la cabeza de Juan Bautista en él. Dondequiera que él estuviera, allí estaba en su mente. Y cuando escuchó de las maravillas de Jesucristo, él estuvo bastante seguro de que era Juan, resucitado de entre los muertos. Aunque tú rechaces la verdad, tú no has terminado con ella. Permanece y te perseguirá y te condenará para siempre. No os dará descanso ni paz. Jesucristo, el Hijo de Dios, murió y resucitó para salvarte, pero si no creéis en Él, Él será tu condenación. Trate de imaginarse la vida de Herodes después de que decapitó a Juan. Así será también tú vida, pero aún peor y más terrible, si tú no escoges a Cristo. Yo no tengo miedo de que me acusen de intentar asustar a ti – porque yo definitivamente estoy tratando de hacerlo. Si el amor de Dios en Cristo Jesús no es suficiente para atraerte, entonces valoro tu alma lo suficiente como para alarmarte con la visión de los terrores del Infierno. Remordimiento eterno, miseria eterna, miseria eterna, tormento inmutable – tal es la suerte de todos los que nunca abrazan a Cristo con todo el corazón. Que Él te salve de eso, como realmente Él está esperando hacerlo. Por causa de Su nombre. Amén.