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Cuando le escribas a Dr. Hymers, siempre dile en qué país vives o él no te podrá contestar. El correo electrónico de Dr. Hymers es rlhymersjr@sbcglobal.net.
UN SERMÓN DE DOS HOMBRES –
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Hoy celebramos el sexagésimo cumpleaños de la madre de nuestra iglesia, la Sra. Ileana Hymers. Nuestro texto habla tanto de Priscilla como de su esposo Aquila, pero esta tarde me enfocaré en nuestra Priscilla, la Sra. Hymers. Permítanme leer el texto centrándose en Priscilla.
“Saludad a Priscila y a Aquila, mis colaboradores en Cristo Jesús, que expusieron su vida por mí; a los cuales no sólo yo doy gracias, sino también todas las iglesias de los gentiles. Saludad también a la iglesia de su casa [de ella]” (Romanos 16:3-5).
Permítame leerlo con el nombre de la Sra. Hymers. Podría decir, y podrías decir,
“Saludad a la Señora Hymers, mis colaboradores en Cristo Jesús, que expusieron su vida por mí; a los cuales no sólo yo doy gracias, sino también todas las iglesias de los gentiles. Saludad también a la iglesia de su casa [de ella]” (Romanos 16:3-5).
Al igual que Priscilla que ayudó a Pablo, la Señora Hymers ha entregado su vida por nuestra iglesia. Renunció a una carrera secular para servirnos como esposa del pastor. Ello no era una flor de esposa pasiva y delicada. ¡No, no! Ella trabajó horas interminables como telefonista y mayordomo, trayendo gente a nuestra iglesia. Ella entregó su vida y su tiempo para ayudarnos. Cada persona aquí podría escribir una lista de las cosas que la Señora Hymers ha hecho por la persona. Para muchos de ustedes, fue la Sra. Hymers quien los llevó a la iglesia y los cuidó hasta eras convertida, y también durante mucho tiempo después. Así como una madre da vida y la nutre, también lo hace la Señora Hymers. Con razón se la llama “la madre de nuestra iglesia.” Y, tal como lo hizo Priscilla, ella tiene la reunión de nuestra iglesia en su casa. Estamos en su casa ahora mismo.
Este es un sermón escrito por dos hombres. Yo soy el primero de los dos hombres. Conozco a la Sra. Hymers desde antes de que se casara. En los últimos años he tenido muchas conversaciones con ella y he llegado a conocerla mejor. Déjame contarte algunas cosas sobre la Sra. Hymers.
Primero, ella es fuerte. La Sra. Hymers no parece fuerte, pero ella lo es. La he visto recoger maletas pesadas y llevarlas. Pero no hablo de fuerza física, sino de fuerza de voluntad y de carácter. Yo no me sorprendió saber que de niña administraba la tienda de su padre, y que después de un terremoto en Guatemala cuando la gente golpeaba la puerta, ella no lloró ni salió corriendo, sino que se mantuvo firme. Yo no me sorprendo que fuera diligente en su educación y en aprender Inglés. Yo no me sorprendo que sea fuerte en la oración y en todas sus devociones.
En la Segunda Guerra Mundial, Winston Churchill dijo de Inglaterra, “No flaquearemos ni fracasaremos, seguiremos hasta el final.” Yo puedo decir acerca de la Sra. Hymers, “Ella no flaqueará ni fallará, continuará hasta el final.” En las palabras del Apóstol Pablo, Sra. Hymers es “[firme y constante], creciendo en la obra del Señor” (I Corintios 15:58; p. 1186).
Segundo, ella es fiel. Cuando Sra. Hymers dice que hará algo, lo hace. Es tan simple como eso. Tu has escuchado el dicho, “Una iglesia para una vida.” Sra. Hymers confió en Jesús en nuestra iglesia hace más de cuarenta años. Nunca ha habido duda de que estaría aquí toda su vida, en las buenas y en las malas. Cuando tantos – incluso ministros ordenados – se fueron, esta mujercita de Guatemala se quedó.
Tu puede decir, “Pero ella es la Sra. Hymers. Ella es la esposa del pastor.” Ah, pero tu no sabes acerca de los “Cristianos” de hoy. Durante las divisiones de iglesia, podría haberle dicho a su esposo, “Oh, Robert, vámonos a otro lado.” La mayoría de las esposas de pastor dirían exactamente eso. Pero ella no lo hizo. Incluso ella podría haber dicho, “Esto no es lo que esperaba. No lo soporto más. Me voy.” Sí, muchas mujeres, incluso las esposas de pastores, hacen exactamente eso. Pero no la Sra. Hymers. Y después de que su marido sufriera un derrame cerebral, podría haberlo empujado a un lado a un hogar de convalecientes y dejarlo morir. Muchas esposas y familias hacen eso. Pero ella no lo hizo. Sra. Hymers, la saludo.
Tercero, es sacrificial. Ella dejó a un lado sus esperanzas de una carrera, lo que la gente llama “una vida.” Y nunca he visto a nadie en la iglesia trabajar más duro que ella. En cualquier reunión en la que esté, siempre ella se queda hasta el final. Ella siempre está buscando ayudar a alguien más. Nunca la he oído quejarse de su carga de trabajo, ni de su situación en la vida, ni siquiera de su salud. Ella siempre está lista para orar por alguien o para ayudar a otra persona con sus necesidades en la vida. Es casi como si ella no existiera o no importara. Para la Sra. Hymers, los únicos que son reales son Jesús y la persona a la que está ayudando. Bien podría ella decir,
“Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gálatas 2:20; p. 1200).
Cuarto, ella es caritativa. Eso significa que ella es cariñosa y está llena de amor Cristiano. El Apóstol Pablo dijo,
“Y ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor, estos tres; pero el mayor de ellos es el amor” (I Corintios 13:13; p. 1180).
La palabra griega traducida como “amor” [“caridad” en Ingles] es “agapē” que significa “amor Cristiano.” No se trata de los deseos del cuerpo, o del cariño de los amigos. Este es un tipo especial de amor sacrificial que solo tienen los Cristianos, donde aman a los demás como Cristo los amó. El texto podría ser traducido,
“Y ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor Cristnano, estos tres; pero el mayor de ellos es el amor Cristiano” (I Corintios 13:13).
La Sra. Hymers tiene amor Cristiano en gran abundancia. Casi nunca pide nada para ella. Ella siempre está pensando en lo que necesita cada uno de ustedes, no en ella misma. Ella ora por ti. Sé que te llama y te envía mensajes de texto constantemente, a veces a altas horas de la noche antes de irse a la cama. A menudo dice, “¿Cómo estás?” El énfasis está en “tu.” Para ella, esas palabras no son un discurso vacío como “¿Cómo estás?” como dice la gente hoy. Para ella, esas palabras muestran un cuidado profundo y personal. Lo sé, porque ella me escribe y me llama. Alguien puede decir, “Usted es el Dr. Cagan. Has estado aquí mucho tiempo. No necesitas que te envíen mensajes de texto, te llamen y te pregunten,” “¿Cómo estás?” Pero la Señora Hymers sí lo hace, y se lo agradezco. Yo aprecio su amabilidad y atención. Gracias, Sra. Hymers, por pensar en mí. Sé que todos los demás aquí podrían decir lo mismo.
El segundo de los dos hombres es el esposo de Ileana Hymers, el Dr. R. L. Hymers, Jr. El hablará con palabras que solo él puede decir. Para él, la Sra. Hymers encarna las palabras del Libro de Proverbios, “Mujer virtuosa, ¿quién la hallará? Porque su estima sobrepasa largamente a la de las piedras preciosas” (Proverbios 31:10; p. 669). Ella es y siempre ha sido más preciosa que cualquier joya. Debido a que Dr. Hymers ha tenido un derrame cerebral, no puede entregar este mensaje por sí mismo, por lo que hablaré por él en sus propias palabras, escritas hace años pero frescas hoy. Dr. Hymers dice,
Antes de la fundación del mundo tu nombre, Ileana Patricia Cuéllar, estaba escrito en el libro de Dios, “El Libro de la Vida” (Apocalipsis 17:8). Yo tuve el gran privilegio de predicarle Juan 3:16 una noche hace mucho tiempo. Y recibiste a Jesús. Y fuiste sellado en el “Libro de la Vida” para siempre. Pero lo mejor para ti está por venir, porque eres un “vencedor.” Jesus dijo,
“El que venciere será vestido de vestiduras blancas; y no borraré su nombre del libro de la vida, y confesaré su nombre delante de mi Padre, y delante de sus ángeles” (Apocalipsis 3:5; p. 1289).
Estabas vestida con un hermoso vestido y un sombrero en tu primera Comunión. Estabas vestida con un hermoso vestido de novia el día que nos casamos. Pero estos vestidos eran menos, mucho menos importantes que las “vestiduras blancas” con las que serás vestido cuando estés delante del Señor Jesús. Cristo colocará “a corona de justicia” sobre tu cabeza (cf. II Timoteo 4:8). Entones los santos y angeles cantaran,
“Digno eres…porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre…y [mi dulce Ileana] reinaremos sobre la tierra” (Apocalipsis 5:9, 10; p. 1291).
¡Cuando yo te conocí, eras tan hermosa que supe que no merecía una chica como tú! Yo te llevé a ver al Dr. y la Sra. McGowan. ¡Yo estaba tan orgullosa de ti! Tienes una hermosa sonrisa en tu rostro en la foto que nos tomaron ese día. Esa foto está en mi escritorio en casa.
Cuando nos casamos, alguien te tomó una foto mientras esperabas que comenzara la marcha nupcial. Estabas increíblemente hermosa con tu vestido de novia. Tu rostro, mirando hacia abajo, es como el de un santo ángel. Cuando yo lo veo, sé que no te merecía. Tal vez pensó que se casaría con el pastor de una iglesia grande y próspera, porque entonces teníamos más de mil personas. No te diste cuenta de que la mayoría de ellos se irían, y tendrías que estar casado con un pastor en apuros, y pasar por el dolor de una iglesia quebrantada tras otra, durante años y años. ¡Lamento mucho no tener una vida mejor preparada para ti! ¡Que Dios me perdone!
Junto a esa foto hay otra – una foto de nosotros dos cargando a nuestros hijos gemelos. Estás sonriendo con una amplia y hermosa sonrisa, como siempre. No nos dimos cuenta de que estábamos a punto de entrar en otro quebrantamiento o desgarradora de la iglesia. Sólo tenías veinte años. Se me llenan los ojos de lágrimas porque no tenía nada que darte más que tristeza cuando entramos en otro quebrantamiento de la iglesia. Te ofrecí una vida feliz, pero todo lo que pude darte fueron décadas de sufrimiento y dolor. Por favor, perdóname, dulce Ileana.
Luego hay una fotografía nuestra en mi sexagésimo aniversario en el ministerio en la Biblioteca Nixon. Esa noche tuve la inquietante sensación de que lo peor estaba por venir. Y llegó. Menos de un año después tuvimos un quebrantamiento horrible en la iglesia, la peor de todas. Todos tus amigos se fueron de nuestra iglesia y tuviste que caminar solo, con una terrible enfermedad que la mayoría de la gente nunca conoció. Ahora desearía que toda la velada en la Biblioteca Nixon hubiera sido un tributo a tí - ¡no a mí! ¡Por favor, perdóname, Ileana, por tomar toda la gloria y los elogios, en lugar de dártelos a ti!
Ahora soy un anciano, después de haber tenido cáncer y un derrame cerebral. Estoy tan avergonzado de no haberte dado una vida mejor. Perdóname.
Pero entonces mi madre vino a vivir con nosotros. Tenías que cuidarla tanto como a mí. Y tu lo hiciste.
1. Mi madre se salvó – principalmente porque la amabas y la cuidaste.
2. Tu propia madre fue salvada – por la misma razón, tu amor por ella y tu cuidado por ella.
3. John Wesley graduó de la universidad y es un hombre de oración.
4. ¡Robert se casó con una mujer maravillosa y nos dieron tres nietos extraordinarios! Y Robert es un destacado hombre de negocios y multimillonario a la edad de 39 años.
5. Dios nos ha dado una nueva iglesia China de la que todos podemos estar orgullosos. Jack Ngann es el pastor de la iglesia.
6. Y tú, mi destacada esposa, has sido nuestra inspiración a través de todo. Eres una mujer de oración. Pasas una hora cada mañana en oración, leyendo la Biblia, leyendo a Spurgeon y al Dr. A. W. Tozer.
7. De maneras que no se pueden describir en papel, tu, Ileana Cuellar Hymers, ha sido utilizada por Dios para sanar los cambios de humor que me aquejaron desde la infancia. Sin duda tu eres la mejor esposa de pastor en todo el mundo. Cuando eras una mujer joven en Guatemala querías ser monja. Eres mucho más que una monja. Tú salvaste nuestra iglesia. Sí, tú, más que cualquier otra persona, lo salvaste. Nunca has vacilado. Asistes a todos los servicios de nuestra iglesia. Te conozco mejor que nadie en el mundo. Y sé que eres una santa de Dios, y Jesús te dará una corona de justicia en aquel día.
Ileana, yo sé que a ti también se te dará otra corona cuando te arrodilles ante Jesús. Porque el Apóstol Pedro dijo,
“Y cuando aparezca el Príncipe de los pastores, vosotros recibiréis la corona incorruptible de gloria” (I Pedro 5:4; p. 1271).
Yo puedo verte en mi mente, hermosa y eternamente joven, en tu cuerpo resucitado, arrodillada ante Jesús (el Príncipe de los Pastores) con una “corona de gloria” en tu frente. Ojalá pudiera dártelo ahora. Pero solo soy un hombre. Te di una vida difícil, pero Cristo mismo te dará una “corona de vida” y una “corona de gloria.”
Yo sé que admiras a la difunta reina Isabel II. Pero Jesús te admira aún más que a esa buena mujer. Ella solo tenía una corona con incrustaciones de joyas. Pero tú, mi esposa siempre fiel, tendrás dos coronas enjoyadas. ¡No puedo esperar a ver tu coronación ese día!
Amén. Y hoy todos decimos – ¡Feliz cumpleaños, Sra. Hymers!