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CRISTO EN EL HUERTO Y FUERA DE LA PUERTA(SERMÓN #35 DEL LIBRO DE GENESIS) Un sermón escrito por Dr. R. L. Hymers, Jr., Pastor Emerito “Y Jehová Dios hizo al hombre y a su mujer túnicas de pieles, y los vistió ” (Genesis 3:21; p. 8 Scofield). “Y Abel trajo también de los primogénitos de sus ovejas, de lo más gordo de ellas. Y miró Jehová con agrado a Abel y a su ofrenda” (Genesis 4:4; p. 9). |
Es imposible leer esos versos sin darse cuenta de que la sangre tenía que ser derramada para que Dios fuera adorado correctamente después de la Caída del hombre. También es imposible, creo yo, ver el sacrificio de un animal para vestir a nuestros primeros padres, y el sacrificio de un cordero de Abel en su adoración de Dios, sin darse cuenta de que la sangre derramada ambas veces es tipo de la sangre que derramaría nuestro Señor Jesucristo en cumplimiento de la profecía de Genesis 3:15, “ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar” (Genesis 3:15). Ambas, la sangre derramada para hacer las túnicas de Adán y Eva, y la sangre que fue derramada por Abel, tienen que señalar hacia la obra de Cristo. La sangre derramada para producir las túnicas y la sangre derramada por Abel tipifican diferentes aspectos de la agonía de Cristo. Pocos no estarían de acuerdo con tal posición. Pero quiero que nos enfoquemos en los antitipos de ambos derramamientos de sangre. Talvez pensarás que he ido demasiado lejos, pero me parece que ambos hablen de tipicamente de los dos derramamientos de nuestro Señor. Veamos el contraste de los dos tipos y de sus antitipos en el Nuevo Testamento.
I. Primero, la sangre que Dios derramó para hacer las túnicas estuvo en el Huerto del Eden.
Debe notarse que cuando Dios le hizo “túnicas de piel” a nuestros primeros padres, la sangre fue derramada en el Huerto – porque ellos no fueron expulsados del Huerto hasta después de que la sangre fue derramada al hacerles aquellas túnicas de piel. En mi opinión ese es el tipo.
¿Dónde está el antitipo, el cumplimiento del tipo en el Nuevo Testamento? Me parece obvio que el cumplimiento del tipo estuvo en otro Huerto – el Huerto de Getsemaní. C. H. Spurgeon dijo,
¿No podemos imaginar que como en un huerto, las indulgencias de Adán nos arruinaron, así en otro huerto las agonías del [segundo] Adán nos restauran? Getsemaní da la medicina para las enfermedades que le siguieron al fruto prohibido del Edén (traducción libre de C. H. Spurgeon, “The Agony in Gethsemane,” The Metropolitan Tabernacle Pulpit, Pilgrim Publications, reimpreso en 1971, tomo XX, p. 589).
Así, creo yo, que la sangre derramada al hacer túnicas para nuestros primeros padres en el Huerto de Edén tipifica la sangre derramada por Cristo en el Huerto de Getsemaní. Y que la Sangre derramada en el Huerto de Getsemaní, la noche antes de que nuestro Señor fuese crucificado, es el antitipo, o cumplimiento, de la sangre derramada en el Huerto de Edén.
En el Huerto de Edén, Adán pecó y trajo la ruina a la humanidad. En el Huerto de Getsemaní, Cristo tomó sobre Sí mismo el pecado de la humanidad y comenzó a derramar Su Sangre para restaurar a nuestra raza caída.
Después de la cena de Pascua con Sus Discípulos, Jesús salió con ellos al Huerto de Getsemaní. ¿Por qué escogió Cristo el Huerto de Getsemaní para comenzar Su agonía? ¿No fue porque el pecado de Adán arruinó al hombre en otro Huerto? ¿Por qué derramó Cristo un sudor sangriento en el Huerto de Getsemaní? ¿No fue un cumplimiento de la primera sangre derramada, para que Adán y Eva pudiesen ser vestidos en aquel primer Huerto, en Edén?
En el Huerto de Getsemaní,
“Estando en agonía, oraba más intensamente; y era su sudor como grandes gotas de sangre que caían hasta la tierra”
(Lucas 22:44; p. 1066).
¿Qué le causó Su agonía en el Huerto? Yo creo que fue ahí donde Dios lo puso en agonía por nosotros. Fue algo inconcebiblemente terrible – que vino de Dios el Padre sobre Él. Las palabras proféticas de Isaías deben quitar toda duda tocante a la causa de Su agonía en el Huerto de Getsemaní,
“Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros” (Isaías 53:6; p. 732),
cuando Cristo agonizando sudaba “como grandes gotas de sangre” en Getsemaní.
“[Dios] cargo en él el pecado de todos nosotros” (Isaías 53:6),
en aquel Huerto. Ahora Cristo comenzaba a cargar con la maldición que debía caer sobre el hombre pecaminoso. En aquella agonía del Huerto de Getsemaní hay un misterio que nuestra mente finita no puede entender completamente. Como le dice el escritor de himnos Puritano, Joseph Hart:
Es solo a Dios, y a Dios solo,
Que su peso le es conocido por completo.
(Traducción libre de “Thine Unknown Sufferings”
por Joseph Hart, 1712-1768).
Jesús, el Cordero de Dios, cargo los pecados de la humanidad en Su cuerpo, y el peso de aquellos pecados sobre Su misma alma.
“Quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero” (I Pedro 2:24; p. 1270).
Estoy convencido de que nuestros pecados fueron puestos sobre Él en el Huerto de Getsemaní, y que Él los cargó a la Cruz el día siguiente. Él llevó nuestros pecados sobre Sí mismo la noche anterior en el Huerto, y los cargó a la Cruz el día siguiente.
“Quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero...por cuya herida fuisteis sanados.” (I Pedro 2:24).
Vemos así el tipo y su cumplimiento perfecto en Cristo. La sangre que Dios derramó para hacerle túnicas a nuestros padres fue derramada en el Huerto de Edén. El sudor sangriento de la agonía de Cristo, la noche antes de que le crucificaran, fue derramada en el Huerto de Getsemaní.
II. Segundo, la sangre del sacrificio de Abel fue derramada afuera del Huerto de Edén.
Fue después de que Adán y Eva habían sido expulsados del Huerto de Edén que Abel, el hijo de ellos, le ofreció un sacrificio a Dios sangriento. Seguramente Adán le había dicho a Abel que se necesitaba hacer un sacrificio sangriento – apuntando hacia el el sacrificio perfecto de Cristo en la Cruz. ¿De qué otro lugar podía haber aprendido Abel a hacer dicho sacrificio de sangre, sino de su padre? Entonces leemos, en nuestro segundo texto, en Genesis 4:4,
“Y Abel trajo también de los primogénitos de sus ovejas, de lo más gordo de ellas. Y miró Jehová con agrado a Abel y a su ofrenda” (Genesis 4:4; p. 9).
A menudo oímos que Dios tuvo agrado en Abel. Pero las próximas palabras se pasan de largo casi sin mención, “y a su ofrenda” (Genesis 4:4). “Y miró Jehová con agrado a Abel” por causa de su fe. La Biblia claramente dice,
“Por la fe Abel ofreció a Dios más excelente sacrificio que Caín” (Hebreos 11:4; p. 1257).
“Y miró Jehová con agrado a Abel” por su “fe.” Pero hay más en Genesis 4:4. Dice: “Y miró Jehová con agrado a Abel y a su ofrenda.” Dios miró con agrado la fe de Abel “y a su ofrenda.” Así, Dios miró con agrado ambas (1) la fe de Abel y (2) la ofrenda de sangre de Abel. Las dos cosas que hicieron agradable a Abel eran inseparables: fe y sangre. Y esto nos lleva al segundo tipo y a su cumplimiento en Cristo Jesús.
El sacrificio de sangre que produjo las túnicas de Adán y Eva ocurrió en el Huerto de Edén. El sangrar de Cristo en el Huerto de Getsemaní lo ve como tipo y le da cumplimiento.
Mas ahora, el sacrificio de Abel toma lugar afuera del Huerto de Edén, después de que sus padres fueron expulsados del paraíso. Ese es el segundo tipo. Fue cumplido cuando Cristo derramó Su Sangre afuera del Huerto. Cristo fue arrestado en Getsemaní y arrastrado fuera del Huerto – como Adán y Eva fueron sacados del Huerto en sus túnicas de piel. Cristo fue flagelado y luego sacado afuera de las paredes de Jerusalén, donde fue clavado a una Cruz. Y fue en esa Cruz donde el pecado fue expiado, el cual Él había cargado desde el Huerto de Getsemaní. Él no murió en el Huerto. ¡Oh, no! Él murió afuera del Huerto de Getsemaní, verdaderamente Él murió afuera de las paredes de la ciudad de Jerusalén. La Biblia dice,
“Por lo cual también Jesús, para santificar al pueblo mediante su propia sangre, padeció fuera de la puerta” (Hebreos 13:12; p. 1260).
Él sufrió y murió fuera de la puerta, afuera de las paredes de la ciudad de Jerusalén, y fuera de Getsemaní. Ese es el antitipo. Abel ofreció su sacrificio de sangre fuera del Huerto de Edén, Jesús ofreció Su sacrificio de Sangre afuera del Huerto de Getsemaní – aun afuera de las paredes de Jerusalén.
¿Qué lección podemos aprender de esto? Creo que es seguro decir que el derramamiento de sangre, cuando se hicieron aquellas túnicas en el Huerto de Edén, retrataba el sufrimiento de Jesús por nuestro pecado en el Huerto de Getsemaní; y yo creo que la sangre del sacrificio de Abel afuera del Huerto de Edén tipifica y muestra por adelantado la muerte de Cristo en la Cruz, fuera de Getsemaní, sí, fuera de las paredes mismas de la ciudad.
Por lo tanto Cristo ha sido nuestro Salvador desde que el hombre cayó en el Huerto de Edén, y Él permanece nuestro sacrificio sustituto aun ahora, por nosotros, en nuestro estado caído. Él nos salva por Su muerte y por Su Sangre pese a que como Abel, nosotros somos pobres criaturas caídas, viviendo expulsados, fuera del Huerto de Edén, en este duro mundo impío y maldito por el pecado. Y esa gran verdad fue expresada por el Apóstol Pablo cuando dijo,
“Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores”
(I Timoteo 1:15; p. 1231).
¿Eres pecador? ¡Entonces Cristo vino para salvarte! ¿Estás perdido y condenado por ti mismo y condenado por Dios por tu pecado? ¡Entonces Cristo vino para salvarte! Arrojate sobre Jesús por fe y Él salvará tu alma y limpiará tu pecado por Su propia Sangre. Ven a Jesús. No dudes más. Él te salvará.
“Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores”
(I Timoteo 1:15).