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CAÍN Y ABEL EN CONTRASTE

(SERMON #34 ON THE BOOK OF GENESIS)

Un sermón escrito por Dr. R. L. Hymers, Jr., Pastor Emerito
y dado por Jack Ngann, Pastor
en el Tabernáculo Bautista de Los Angeles
La Tarde del Día del Señor, 4 de Diciembre de 2022

“Conoció Adán a su mujer Eva, la cual concibió y dio a luz a Caín, y dijo: Por voluntad de Jehová he adquirido varón. Después dio a luz a su hermano Abel. Y Abel fue pastor de ovejas, y Caín fue labrador de la tierra. Y aconteció andando el tiempo, que Caín trajo del fruto de la tierra una ofrenda a Jehová. Y Abel trajo también de los primogénitos de sus ovejas, de lo más gordo de ellas. Y miró Jehová con agrado a Abel y a su ofrenda; pero no miró con agrado a Caín y a la ofrenda suya. Y se ensañó Caín en gran manera, y decayó su semblante” (Genesis 4:1-5; p. 9 Scofield).


La historia de Caín y Abel en estos versos parece ser muy simple, pero está llena de significado. Y todos nosotros debemos pensar profundamente en este pasaje porque explica muchísimo acerca del pecado y de la salvación. Además, toda persona aquí esta tarde es como Caín o como Abel. No hay excepciones. Tendrás la semejanza de Caín o tendrás la semejanza de Abel. Al oír este sermón deberías preguntarte a cual de las dos semejanzas tienes. En el capitulo cuatro de Genenis aprendemos sobre ambos. Ellos son dos tipos del hombre que vive en la tierra hoy. Así, la raza humana entera se puede dividir solamente en dos clases – los que son como Caín y los que son como Abel. Cuando yo predique, trata de ver a qué clase perteneces tú. Primero, te mostraré dos modos en que estos jovenes eran semejantes, y luego mostraré en qué modo eran diferentes.

I. Primero, dos modos en que Caín y Abel eran semejantes.

Ambos de ellos eran hijos de padres caídos. Ambos nacieron fuera del Huerto del Edén después de la Caída, después de que Dios pronunciara una maldición sobre la raza humana, después de que sus padres fueron expulsados del Huerto. El Apóstol Pablo dijo,

“Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres” (Romanos 5:12; p. 1153).

Así ambos Caín y Abel nacieron en pecado y eran, “por naturaleza hijos de ira” (Efesios 2:3). Ambos de ellos tenían naturalezas depravadas que estaban opuestas a Dios,

“Por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden” (Romanos 8:7; p. 1157).

Como tales, ambos fueron formados en iniquidad y concebidos por pecado, y ambos necesitaban la salvación de Dios en Cristo.

Ambos crecieron en el mismo ambiente, en el mismo hogar, con los mismos padres. El Dr. McGee dijo,

Estos muchachos tuvieron el mismo fondo. Ellos tuvieron la misma heredad. El mismo ambiente. No hubo tal diferencia en ellos...Ellos tuvieron la misma heredad y el mismo ambiente (traducción literal de J. Vernon McGee, Th.D., Thru the Bible, Thomas Nelson Publishers, 1981, tomo I, p. 29).

Entonces, Caín y Abel eran exactamente iguales en dos modos: (1) ellos eran pecadores totalmente depravados, y (2) ambos tuvieron la misma heredad y el mismo ambiente. Es importante que yo diga eso porque ahora vivimos en una era de psicología popular, la cual nos dice que si un muchacho se “arruina,” fue por su mala heredad o mal ambiente, y si sale “bueno” es por las mismas razones humanistas. Pero eso no es lo que la Biblia enseña. En la Escritura aprendemos que ambos de ellos eran pecadores depravados por naturaleza, y que ninguno de ellos podía complacer a Dios en dicha condición.

Así, vemos que Caín y Abel eran exactamente iguales en su naturaleza al crecer en el hogar de Adán y Eva. Y este pasaje muestra que crecieron exactamente en el mismo ambiente y fondo, lo cual nos lleva al punto dos.

II. Segundo, el modo en que Caín y Abel eran diferentes.

La diferencia es bastante simple. Caín era un hombre inconverso, mientras que Abel era claramente convertido. A. W. Pink dijo,

Caín y Abel son los representantes de las dos grandes categorías de gente. Ellos son respectivamente el tipo de los perdidos y los salvos; de los que son justos según su propia justicia y los de espíritu contrito; del [Cristiano profesante] formal y del genuino [convertido]; de aquellos que se apoyan en sus propias obras y de aquellos que descansan en la obra consumada de Cristo; de aquellos que insisten en la salvación por méritos humanos; y de aquellos que [desean] ser salvos por la gracia [de Dios] [en Cristo]; de aquellos que son rechazados y malditos por Dios, y de aquellos que son aceptos y [salvos] (traducción literal de Arthur W. Pink, Gleanings in Genesis, Moody Press, reimpreso en 1981, p. 63).

Caín negó su condición arruinada y caída y no vino a Dios a Su manera – por un sacrificio de sangre. Pero Abel reconoció su pecaminosidad, creyó lo que Dios dijo, expresó su fe en un sustituto sangriento de sacrificio por su pecado, y así fue convertido, y así fue visto como un hombre justo ante los ojos de Dios por fe sola, en Cristo solo.

De ese modo fueron diferentes. No me importa lo que alguno de los comentaristas modernos diga sobre el tema. Por ejemplo, el Dr. John MacArthur nos dice que la ofrenda de Abel fue aceptada “porque fue dada obedientemente en todo aspecto” (traducción literal de The MacArthur Study Bible, Word Bibles, 1997, p. 22, nota de Genesis 4:4, 5, énfasis añadido). El punto de vista de él parece hacer de la “obediencia” la clave por la que Dios aceptara el sacrificio de Abel. Me temo que tal punto de vista hace de la “obediencia” el medio para obtener la salvación. Suena peligrosamente cerca al punto Católico Romano (que también fue el de Finney) y simplemente no lo creo. Es el error de nuestra edad – “el decisionismo.” Es una forma de “sinergismo,” la creencia de que el hombre contribuye en algo con su salvación. Esa no era la creencia de los Reformadores ni de nuestros padres Bautistas. Ellos eran “monergistas.” Ellos enseñaban que la fe misma es un don de Dios, y que el hombre no contribuye en nada con su salvación. ¡Dios lo hace todo! Asi que no fue la “obediencia” de Abel la que lo salvó – fue su “fe” – que en sí era un don, “no por obras, para que nadie so gloríe” (Efesios 2:9). En el Nuevo Testamento se nos dice explícitamente,

“Por la fe Abel ofreció a Dios más excelente sacrificio que Caín, por lo cual [fe] alcanzó testimonio de que era justo [por la justicia imputada de Cristo]” (Hebreos 11:4; p. 1257).

No fue su “obediencia” (el Decisionismo moderno/Católico Romano/de Finney) sino su “fe” (histórica Protestante/Bautista) que hizo a su ofrenda aceptable. La obediencia es un fruto de la salvación, no su causa. Así, Abel tuvo fe, y Caín no tuvo fe. Y fue por medio de su fe que Abel le trajo a Dios un sacrificio de sangre. Él no fue salvo por ninguna forma de “obediencia” sino por fe sola porque,

“Sin fe es imposible agradar a Dios” (Hebreos 11:6; p. 1257).

La obediencia viene después de que uno es salvo por fe en Cristo, nunca es un prerequisito a la aceptación o a la salvación. ¡Este punto de veras es importante! De nuevo, Abel no fue salvo por la obediencia más la fe (sinergismo). Abel fue salvo por sangre, por la fe dada por Dios. Arthur W. Pink dijo,

…que antes de que Dios expulsara a nuestros primeros padres del Edén, él les reveló el camino de salvación, “Y Jehová Dios hizo al hombre y a su mujer túnicas de [piel], y los vistió” (Genesis 3:21)...Al vestir a Adán y Eva con [piel] Dios les enseñó cuatro lecciones. Primero, [para] que un pecador culpable pudiera acercarse a un Dios santo necesitaba una cubierta adecuada. Segundo, que los delantales de hojas que ellos hicieron con sus propias manos no eran aceptables [para Dios]. Tercero, que Dios Mismo tiene que proveer la cubierta. Cuarto, que la cubierta necesaria [del pecado] se podía obtener solamente mediante la muerte. La muerte es la paga del pecado...o morían ellos o alguien tenía que morir en su lugar. La misericordia solamente puede llegar [a un pecador perdido] después de que la justicia haya sido satisfecha...Al vestirlos con [piel] Dios les mostró con un símbolo fuerte que el pecado solamente se podía cubrir – expiar, porque la palabra Hebrea significa “cubrir” – al costo de...la sangre derramada. [Esto señalaba hacia la Cruz] y da a ver por adelantado la cruz de Cristo. A Adán y Eva Dios les predicó la verdad básica de la sustitución – el justo muriendo por los injustos, el inocente muriendo por el culpable. Adán y Eva eran culpables...pero estos animales murieron en [el lugar] de ellos, y por su muerte se proveyó una cubierta para esconder el pecado y la vergüenza de ellos. Entonces así es con Cristo y el [que es salvo]. En [Cristo] yo soy provisto de la vestidura de justicia...Estos requisitos se le dieron a conocer a sus hijos. Queda fuera de dudas que [ambos] Caín y Abel sabían que para venir ante [Dios] con aceptación ellos tenían que traer una ofrenda de sangre (Pink, ibid., page 64).

Caín representa al hombre natural, al hombre que no viene a Cristo, y no es lavado limpio en Su Sangre, y así no tiene cubiertos sus pecados. Abel representa al hombre que reconoce su pecado, se ve como pecador depravado, y entonces viene a Jesús para limpieza en Su Sangre preciosa. Dios pronuncia un ay en contra de aquellos que rehusan venir a Cristo para limpieza.

“¡Ay de ellos! porque han seguido el camino de Caín”
     (Judas 11; p. 1284).

No importan cuán cuidadosamente los padres críen a sus hijos en la fe Cristiana, llega una hora cuando aquellos que no vienen a Jesús se van en “el camino de Caín.” No importa cuanto tiempo asistas a la iglesia, y no importa cuantos sermones oigas, llega una hora cuando aquellos que no vienen a Jesús se irán en “el camino de Caín.”

Ahora, al principio de este sermón te pregunté si eres como Caín o como Abel. La respuesta es muy simple. Si confías en Jesús y ya estás limpio por Su Sangre, tú eres como Abel. Pero si no vienes a Cristo, tú eres como Caín, y pronto se podrá decir de ti,

“¡Ay de ellos! porque han seguido el camino de Caín”
     (Judas 11).

¡Que esa horrible experiencia no sea la tuya! Que arrojes tus dudas y tus miedos, batalles más allá de tu incredulidad, rebelión y amor al pecado, y vengas a Jesús,

“Al que nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con su sangre” (Apocalipsis 1:5; p. 1287).

Cantemos de memoria la primera estrófa de “There Is a Fountain,” [“Hay un Precioso Manantial”] de pie y en voz alta.

Hay un precioso manantial de sangre de Emanuel,
Y al sumergirse el pecador, sus manchas pierde él.
Sus manchas pierde él, sus manchas pierde él;
Y al sumergirse el pecador, sus manchas pierde él.
     (“There Is a Fountain” por William Cowper, 1731-1800).