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LA SERPIENTE DE BRONCEpor Dr. R. L. Hymers, Jr.
Un sermón escrito por el Dr. R. L. Hymers, Jr., Pastor Emérito “Y Moisés hizo una serpiente de bronce, y la puso sobre una asta; y cuando alguna serpiente mordía a alguno, miraba a la serpiente de bronce, y vivía” (Números 21:9; p. 184 Scofield). |
Mientras viajaban los Israelitas por el desierto se volvieron impacientes y rebeldes. Empezaron a hablar contra Dios y contra Moisés. Dijeron, “¿Por qué nos hiciste subir de Egipto para que muramos en este desierto? Pues no hay pan ni agua, y nuestra alma tiene fastidio de este pan tan liviano” – el maná que Dios les envió para que comieran (Números 21:5). Matthew Henry dijo, “Pese a recién haber obtenido una victoria gloriosa sobre los Cananitas…ellos [hablaron] con disgusto de lo que Dios había hecho por ellos y fueron desconfiados de lo que Él haría…Tenían pan demás, pero todavía se quejaban de no tener pan.” ¡También tenían agua, pero aun así murmuraban contra Dios! (Matthew Henry’s Commentary on the Whole Bible, [Comentario de Matthew Henry sobre Toda la Biblia] tomo I, Hendrickson Publishers, reimpreso en 1996, p. 519; comentario sobre Números 21:4-9).
Por la incredulidad y rebelión de ellos, Dios les envió serpientes ardientes para morderlos. Las serpientes se llamaban “serpientes ardientes” por su color, y porque sus mordidas causaban una inflamación ardiente en el cuerpo, “que le causaba una fiebre alta de inmediato” (Henry, ibid.).
“Entonces el pueblo vino a Moisés y dijo, Hemos pecado por haber hablado contra Jehová, y contra ti; ruega a Jehová que quite de nosotros estas serpientes. Y Moisés oró por el pueblo” (Números 21:7). Luego Dios le dijo a Moisés que hiciera una serpiente ardiente y la pusiera en una asta. Luego Moisés le dijo al pueblo que mirara a la serpiente en la asta y viviría. “Y Moisés hizo una serpiente de bronce, y la puso sobre una asta; y cuando alguna serpiente mordía a alguno, miraba a la serpiente de bronce, y vivía” (Números 21:9).
El Dr. John R. Rice dijo, “¡Mira las serpientes venenosas, mortíferas, deslizándose por el pasto! Dios había sacado a Israel fuera de Egipto con la más grande variedad de milagros jamás vista en esta tierra. Y qué bendiciones Dios les dio para mostrarles Su favor, maná, agua de la roca, ser librados de Amalec. Pero aquí nos asombra ver que no hay alabanza en los labios de esta…multitud. ¡Aquí se hallan el pecado y el Salvador manifestado en el desierto!” (John R. Rice., D.D., The Bible Garden, [El Jardín de la Biblia] Sword of the Lord Publishers, 1982, p. 212).
En esta historia hay tres lecciones – la causa del juicio, el clímax del juicio, y la cura para el juicio.
I. Primero, la causa del juicio.
“Y habló el pueblo contra Dios y contra Moisés, ¿Por qué nos hiciste subir de Egipto para que muramos en este desierto?” (Números 21:5). Sus quejas eran resultado de la incredulidad. ¡Ellos simplemente no le creyeron a Dios, ni a Su siervo Moisés!
“¿Y con quiénes estuvo él disgustado cuarenta años? ¿No fue con los que pecaron, cuyos cuerpos cayeron en el desierto? ¿Y a quiénes juró que no entrarían en su reposo, sino a aquellos que desobedecieron? Y vemos que no pudieron entrar a causa de incredulidad” (Hebreos 3:17-19; p. 1249).
“Ni tentemos al Señor, como también algunos de ellos le tentaron, y perecieron por las serpientes. Ni murmuréis, como algunos de ellos murmuraron, y perecieron por el destructor. Y estas cosas les acontecieron como ejemplo, y están escritas para amonestarnos a nosotros, a quienes han alcanzado los fines de los siglos” (I Corintios 10:9-11).
Yo se que hay algunos pecadores aquí esta tarde que se quejan contra Dios. Tu piensan que Dios no ha hecho suficiente por ustedes, o que hace la salvación muy difícil de obtener. En tu corazón murmuras y te quejas. “¿Por qué tengo que creer en Jesús, a quien no puedo ver?” dices tú. “¿Por qué tengo que venir a Jesús sin ningún sentimiento, sin ninguna prueba?” Y algunos de ustedes dicen, “¿Por qué tengo que apartarme de mis pecados secretos hacia Cristo?” Pero estas quejas son malvadas y pecaminosas. Salen de un corazón malo de incredulidad. El Apóstol Pablo dijo, “Ni tentemos al Señor, como también algunos de ellos le tentaron, y perecieron por las serpientes” (I Corintios 10:9).
Esta tarde te advierto, si rehúsas venir a Jesucristo morirás en tus pecados. Si sigues quejándote y voluntariamente rechazando al Salvador, “ya no queda más sacrificio por los pecados, sino una horrenda expectación de juicio, y de hervor de fuego” (Hebreos 10:26-27). El juicio caerá sobre ti. Si sigues rechazando a Jesucristo voluntariamente y a propósito, de repente Él vendrá, “en llama de fuego, para dar retribución [a ti]…que no…[obedeces] al evangelio de nuestro Señor Jesucristo” (II Tesalonicenses 1:8). Sufrirás “pena de eterna perdición, excluidos de la presencia del Señor y de la gloria de su poder” (I Tesalonicenses 1:9).
¿No fue eso exactamente lo que les sucedió a los Israelitas que se rebelaron y rehusaron creer en el desierto? ¿No fueron mordidos por serpientes ardientes? ¿No murieron y fueron al Infierno? ¿No son dados como ejemplo de lo que te sucederá si sigues in rebelión deliberada, rehusando venir a Cristo?
“Pero de los más de ellos no se agradó Dios; por lo cual quedaron postrados en el desierto. Mas estas cosas sucedieron como ejemplos para nosotros, para que no codiciemos cosas malas, como ellos codiciaron” (I Corintios 10:5-6).
La causa del juicio de ellos fue su incredulidad pecaminosa y rebelión contra Dios.
II. Segundo, el clímax del juicio.
Cierto día, en cierta hora, Dios envió serpientes ardientes a morderlos y matarlos. Matthew Henry dijo, “El desierto por el que pasaron estuvo infestado de esas serpientes ardientes, como aparece en Deuteronomio 8:15, pero [antes de eso] Dios los había preservado maravillosamente de ser dañados por ellas, hasta ahora que murmuraban… Estas [serpientes], que [antes] habían evitado su campamento, ahora lo invadían. Es justo que a los que no son agradecidos con Dios por sus misericordias se les haga sentir los juicios de Dios. Estas serpientes [quemaban] el cuerpo, sometiéndolo de inmediato a una fiebre alta, quemándolo con sed insaciable. Ellos se habían quejado injustamente de [falta] de agua (v.5), ¡para castigarlos por ello Dios les mandó esta sed, que ninguna agua podía apagar” cuando ellos eran mordidos por aquellas serpientes ardientes! (Henry, ibid., pp. 519-520).
La mano de Dios había mantenido aquellas serpientes fuera del campamento de ellos. Pero ahora, por su pecado e incredulidad, estas serpientes invadieron su lugar, los sorprendieron, y los pusieron en convulsiones de dolor, muerte y tormento eterno. ¡Aquellas serpientes les aparecieron de repente! Y en el Nuevo Testamento se nos advierte que “vendrá sobre ellos destrucción repentina…y no escaparán” (I Tesalonicenses 5:3). ¿No fue ese el caso del rico del cual contó Cristo? Se dijo a si mismo, “Alma, muchos bienes tienes guardados para muchos años; repósate, come, bebe, regocíjate” (Lucas 12:19). “Pero Dios le dijo, Necio, esta noche vienen a pedirte tu alma” (Lucas 12:20). Él disfrutaba mucho, pero de repente su alma fue arrancada de su cuerpo. ¡Aquella noche, en un momento de tiempo, su alma fue arrancada de su cuerpo y echada a las llamas eternas! ¿No fue ese el mismo destino del hombre en Lucas 16? Él murió de repente, “Y en el Hades [el Infierno] alzó sus ojos, estando en tormentos” (Lucas 16:23).
El juicio puede tardar en venir, pero cuando viene, viene de repente. Como las serpientes llegaron de repente, después que la gente había resistido a Dios mucho tiempo, así tu juicio vendrá de repente, ¡y no te escaparás!
Nota que aquellas serpientes son tipos, retratos de Satanás y sus demonios. Dios quizá te proteja por muchos años de ataques mortales de “el gran dragón, la serpiente antigua, que se llama diablo y Satanás” (Apocalipsis 12:9). Pero de repente, cierto día (porque “determina un día” – Hebreos 12:9), en aquel “cierto día” Dios soltará aquella Serpiente antigua, al Diablo, sobre ti con plena furia – si sigues en rebelión contra el Señor Jesucristo. ¡Eso es lo que sucede cuando Satanás y sus demonios azotan a los pecadores que no se arrepienten y no vienen a Cristo!
“Cuando el espíritu inmundo sale del hombre, anda por lugares secos, buscando reposo, y no lo halla. Entonces dice: Volveré a mi casa de donde salí; y cuando llega, la halla desocupada, barrida y adornada. Entonces va, y toma consigo otros siete espíritus peores que él, y entrados, moran allí; y el postrer estado de aquel hombre viene a ser peor que el primero”
(Mateo 12:43-45).
¡Oh, yo he visto eso suceder muchas veces! Una persona está en la iglesia, limpia su vida, pero todavía rechaza a Cristo y Su misericordia. Cierto día, a cierta hora vuelven los espíritus inmundos y lo atacan hasta la muerte, “y el postrer estado de aquel hombre viene a ser peor que el primero” (Mateo 12:45).
Yo recuerdo a un joven en particular que vino a nuestra iglesia. Él estaba ansioso. Él estaba interesado. Él buscó consejo. Él vino al servicio de la tarde. Luego, después de varias semanas, yo no lo vi. Al parecer, su novia lo había sacado de la iglesia. Cuando lo vi tres años después, no estaba salvo. Durante ese tiempo, él entró en un culto y estaba poseído por un demonio. El brillo en sus ojos era un brillo de oscuridad. Él oía voces. Dr. Hymers y Dr. Cagan intentaron ayudarlo, pero él se negó. Yo no sé dónde él está hoy, pero en dos o tres años su vida fue repentinamente destruida. Y así será contigo.
“Jehová envió entre el pueblo serpientes ardientes, que mordían al pueblo; y murió mucho pueblo de Israel” (Números 21:6).
Así como esas serpientes de repente envenenaron a aquellos pecadores, así de repente vendrá el juicio sobre ti – ¡a menos que te arrepientas y mires a Cristo antes que sea para siempre demasiado tarde!
Hemos visto la causa de su juicio, y el clímax de su juicio, pero ahora llegamos al último punto.
III. Tercero, la cura para el juicio.
“Entonces el pueblo vino a Moisés y dijo: Hemos pecado por haber hablado contra Jehová, y contra ti; ruega a Jehová que quite de nosotros estas serpientes. Y Moisés oró por el pueblo. Y Jehová dijo a Moisés: Hazte una serpiente ardiente, y ponla sobre una asta; y cualquiera que fuere mordido y mirare a ella, vivirá. Y Moisés hizo una serpiente de bronce, y la puso sobre una asta; y cuando alguna serpiente mordía a alguno, miraba a la serpiente de bronce, y vivía” (Números 21:7-9).
Dios proveyó una manera de que estos pecadores fueran salvos. “Y cuando alguna serpiente mordía a alguno, miraba a la serpiente de bronce, y vivía” (Números 21:9).
No le pondríamos ninguna atención especial a este evento si Jesús no lo hubiera usado como ilustración cuando habló con Nicodemo, como dice en el tercer capítulo de Juan. Nicodemo era el principal maestro de Israel, pero no había nacido de nuevo. Jesús le contó la historia de Moisés y la serpiente de bronce. Como escolar de la Biblia, Nicodemo sabía el relato en Números 21 muy bien. Jesús le dijo,
“Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado [en la Cruz], para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eternal” (Juan 3:14-15).
Para que tú seas salvo del juicio, no se requiere nada excepto una mirada de fe a Jesús, levantado en la Cruz, como la serpiente de bronce fue levantada. “Y cuando alguna serpiente mordía a alguno, miraba a la serpiente de bronce, y vivía” (Números 21:9). Jesús dijo,
“Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”
(Juan 3:14-15).
Algunas gentes piensan que son salvos porque creen algo sobre Jesús. Tú has creído un versículo Bíblico. El creer un versículo Bíblico no te salvará. ¡Tú tienes que creer en Jesucristo Mismo! Jesús dijo,
“Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí; y no queréis venir a mí para que tengáis vida”
(Juan 5:39-40).
Sí, la Biblia dice que Jesús no te echará fuera si vienes a Él. Pero creer un versículo Bíblico no te salva. ¡Tienes que creer en Jesucristo Mismo! Tú tienes que creer en Jesús. Tú tienes que venir a Él. ¡Tú tienes que mirar a Él, no a un versículo Bíblico!
¡Mira fuera de ti mismo! ¡No mires tus propios pensamientos, sentimientos y dudas! ¡Mira a Jesús y serás salvo! Él dijo, “Mirad a mí, y sed salvos” (Isaías 45:22). Detén tu rebelión e incredulidad – y mira a Jesús en la Cruz, muriendo en tu lugar, para pagar la pena completa por tus pecados. ¡Mira a Él en el Cielo, a la diestra del Padre, orando por ti! Mira a Jesús y cree en Él. Así como los Israelitas miraron a la serpiente de bronce y fueron salvos, ¡así te ruego a ti que mires a Jesús y seas salvo esta noche!
Es mensaje del Señor, ¡Aleluya!
El mensaje que te doy a ti;
En Su Palabra lo escribió, ¡Aleluya!
Que tan solo “miréis y viváis”.
Mira y vive, pecador,
A Jesús mira y vivid,
En Su Palabra lo escribió, ¡Aleluya!
Que tan solo “miréis y viváis”.
La vida se te ofreció, ¡Aleluya!
La vida eterna tú tendrás.
Si tan solo mirareis, ¡Aleluya!
A Jesús el único que salva.
Mira y vive, pecador,
A Jesús mira y vivid,
En Su Palabra lo escribió, ¡Aleluya!
Que tan solo “miréis y viváis”.
(“Look and Live” por William A. Ogden, 1841-1897;
letra original, 1887).
Amén.