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¿CONFIARÁS EN JESÚS O SEGUIRÁS CON TU VIDA?(UN SERMÓN DE PASCUA) por el Dr. C. L. Cagan Un sermón predicado el Tabernáculo Bautista de Los Ángeles “Y toda la ciudad salió al encuentro de Jesús; y cuando le vieron, le rogaron que se fuera de sus contornos” (Mateo 8:34). |
¿Por qué la gente de esa ciudad le rogó a Jesús que se fuera? ¿Qué hizo Él para merecer eso? ¡Por qué Él sanó a un hombre salvaje! Había un hombre poseído de demonios que vivía en las colinas. Este hombre corría por ahí gritando, cortándose, “feroces en gran manera” (Mateo 8:28). Jesús echó fuera de él a los demonios. La gente “hallaron al hombre de quien habían salido los demonios, sentado a los pies de Jesús, vestido, y en su cabal juicio; y tuvieron miedo” (Lucas 8:35). “Y comenzaron a rogarle que se fuera de sus contornos [fuera de su tierra, lejos de sus fronteras]” (Marcos 5:17). Le pidieron a Jesús que se fuera.
El hombre mismo quería estar con Jesús. La Biblia dice: “el que había estado endemoniado le rogaba que le dejase estar con él” (Marcos 5:18). Pero la gente de la ciudad tenía una mente diferente. “le rogaron que se fuera de sus contornos”.
¿Por qué le pidieron a Jesús que se fuera después de haber hecho algo tan bueno? Jesús había entrado en sus vidas. Cerca del hombre salvaje había una gran manada de cerdos, miles de ellos. El cerdo estaba prohibido al pueblo judío por la Ley de Dios. El cerdo era un animal inmundo, nunca para ser comido. No deberían haber tenido esos cerdos. Fue un pecado.
Jesús echó los demonios del hombre en los cerdos. Los cerdos de demonios corrieron por un lugar despeñadero hacia el agua y se ahogaron. ¡Perdieron a sus cerdos! No tenían puerco para comer. Perdieron el dinero que podían obtener vendiendo el cerdo. ¡Que terrible! Jesús había entrado en sus vidas. Curó a un hombre y se deshizo de su pecado: los cerdos. No querían que Jesús interfiriera en sus vidas. Ellos “tuvieron miedo”. Le pidieron que se fuera, y así lo hizo.
No era solo que perdieron su dinero por los cerdos. Nunca habían visto a un hombre poseído por un demonio sanado antes. Ellos lo vieron “sentado, vestido y en su juicio cabal; y tuvieron miedo”. Aquí había algo que no podían entender. Estaba fuera de su experiencia. No pudieron soportarlo. ¡Así que tenían miedo!
Más que nada, querían seguir con sus vidas. Preferirían tener al hombre poseído por un demonio, salvaje y atormentado, antes que perder sus cerdos. Si Jesús se había quedado, podrían perder aún más. O él podría hacer otra cosa que los molestara. No querían nada que no pudieran entender. Reaccionaron con temor primitivo cuando Jesús intervino. Le pidieron a Jesús que se fuera. “Vete, Jesús. No te queremos aquí”. Ellos rechazaron al Hijo de Dios. Como dice el libro de Isaías, “como que escondimos de Él [nuestros] rostro[s]” (Isaías 53:3).
Esta es la temporada de Pascua. Este sermón hace una pregunta: “¿Confiarás en Jesús o continuarás con tu vida?” Esa pregunta fue especialmente importante durante la primera temporada de Pascua, los días culminantes de la crucifixión de Jesús. Entonces la gente se enfrentó al Hijo de Dios mismo y tomó sus decisiones. Esta mañana hablaré sobre algunos de ellos y luego les diré algunas palabras.
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I. Primero, las personas en el primer tiempo de Pascua que rechazaron a Jesús y continuaron con sus vidas.
Jesús conoció a tales personas a través de su ministerio. La Biblia dice: “muchos son llamados, y pocos escogidos” (Mateo 22:14). Algunos rechazaron a Jesús por pequeñas razones. Jesús dijo a un hombre: “Sígueme”. Pero el hombre dijo: “Señor, déjame [permíteme] que primero vaya y entierre a mi padre” (Lucas 9:59). Jesús le dijo: “Deja que los muertos entierren a sus muertos; y tú ve, y anuncia el reino de Dios” (Lucas 9:60). ¡Sígueme ahora! No hay registro de que él alguna vez haya confiado en Jesús. Otro hombre se ofreció a seguir a Jesús. Él dijo, “Te seguiré, Señor; pero déjame que me despida primero de los que están en mi casa” (Lucas 9:61). “Déjame ir primero y despedirme de mi familia”. Jesús le respondió: “Ninguno que poniendo su mano en el arado mira hacia atrás, es apto para el reino de Dios” (Lucas 9:62). ¡Sígueme ahora! No hay registro de que él alguna vez haya confiado en Jesús.
¿Tenía Jesús el derecho de entrar en sus vidas? ¿No debería el primer hombre volver al funeral de su padre? ¿No debería el segundo hombre volver para despedirse de su familia? Eso suena bien, ¡pero Jesús es más importante! Ya ves, Jesús no era un hombre ordinario. No era simplemente un rabino, un maestro. Él era el Hijo de Dios, Dios mismo en carne humana. Cuando Jesús vino, Dios mismo vino. Cuando Jesús habló, Dios mismo habló. Cuando la gente hablaba con Jesús, hablaban con el Dios Todopoderoso.
Debido a que Él es Dios, el llamado de Jesús es más alto que todas las actividades y prioridades de la vida. Su llamado no es para más tarde, después de que otras cosas hayan sido atendidas, sino aquí y ahora, con la autoridad de Dios mismo, porque así Él es. Las cosas de la vida no son nada comparadas con el mismo Jesús. Como Dios en la carne, Jesús anula, Él está por encima, cualquier otra cosa en la vida.
Jesús dijo: “El que ama a padre o madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a hijo o hija más que a mí, no es digno de mí” (Mateo 10:37). Las relaciones familiares son buenas, pero Jesús es más importante. Él está por encima de tu agenda, tus amigos, todo, porque Él es el Señor y Dios.
Alguien dice: “¿Espera Jesús que lo deje todo y lo siga?” ¡Sí! ¡Ese es el punto! Cuando Jesús entra en tu vida, Dios mismo entra en tu vida. Él es más importante que cualquier otra cosa. Esos dos hombres no confiaron en Jesús. Continuaron con sus vidas. Y perdieron sus almas.
En Jerusalén, la semana en que Jesús fue crucificado, la gente común continuó con sus vidas. No querían que nadie, ni siquiera el mismo Mesías, interviniera y cambiara eso. Como en los días de Noé, la gente estaba “comiendo y bebiendo, casándose y dando en casamiento, hasta el día en que Noé entró en el arca” (Mateo 24:38). Como en los días de Lot: “comían, bebían, compraban, vendían, plantaban, edificaban” (Lucas 17:28). Aun cuando el Hijo del hombre predicó entre ellos, fue arrestado y quitado, cuando fue crucificado, continuaron con sus vidas.
Los líderes religiosos continuaron con sus vidas. Jerusalén fue la capital de la religión judía. Había gente estrictamente observadora, los fariseos. Continuaron con sus rituales. Había profesores religiosos, los rabinos. Continuaron estudiando y enseñando. Si Jesús hubiera venido como un maestro, ellos hubieran estado bien con Él. Había sacerdotes en el templo, con el sumo sacerdote Caifás en la cima. Continuaron con sus oraciones rituales y sacrificios. Todos siguieron con sus vidas. No dejaron que el Dios-hombre, el Mesías Jesús, interviniera, porque Él podría cambiar algo.
A estos líderes les iba bien en la vida. Tenían un buen lugar en las cosas como eran. Tenían dinero. Tenían vidas cómodas. No querían nada para molestarlos. Cuando Jesús resucitó a Lázaro entre los muertos, deberían haber sido felices. De hecho, ¡deberían haber creído en Jesús entonces! ¿Quién sino Jesús podría resucitar a los muertos?
En lugar: “Entonces los principales sacerdotes y los fariseos reunieron el concilio, y dijeron: ¿Qué haremos? Porque este hombre hace muchas señales. Si le dejamos así, todos creerán en él; y vendrán los romanos, y destruirán nuestro lugar santo y nuestra nación” (Juan 11:47, 48). Temían que todos iban a confiar en Jesús. No importa que esto seria verdad y bueno. Perturbaría las cosas. Interferiría con sus vidas. Los romanos enviarían su ejército y reprimirían a Israel. Los líderes perderían sus lugares. No podrían haber seguido con sus vidas. Entonces el sumo sacerdote Caifás dijo: “Vosotros no sabéis nada; ni pensáis que nos conviene que un hombre muera por el pueblo, y no que toda la nación perezca” (Juan 11:49, 50). El sumo sacerdote decía que se debía matar a Jesús para sacarlo del camino y dejar las cosas como estaban. ¡Entonces todos podrían continuar con sus vidas!
El gobernador romano, Poncio Pilato, quiso continuar con su vida. Su misión como gobernador era peligrosa. Era arriesgado. Roma gobernó allí sólo por la fuerza de su ejército. Los judíos no querían a los romanos allí. En cualquier momento podrían levantarse en revuelta. Pilato gobernó con un puño de hierro. Cuando la gente causaba problemas o reunía seguidores, los aplastaba antes de que las cosas se salieran de control.
Y el emperador romano miraba a Pilato. Si los judíos se rebelaban, el emperador lo culparía. Pilato perdería su trabajo y su cabeza. Aun sin una guerra, Pilato podría perder la cabeza de todos modos. Los líderes judíos tenían amigos poderosos en Roma. Si se quejaban de Pilato, el gobernador perdería su trabajo y su cabeza. ¡Era una situación difícil! Pilato solo quería servir su tiempo y dedicarse a algo más. Quería seguir con su vida.
Su trabajo era más importante para él que cualquier otra cosa. Pilato le preguntó a Jesús: “¿Qué es la verdad?” (Juan 18:38). No estaba interesado en la verdad espiritual. Le importaba su lugar en la tierra y nada más. Pilato sabía que Jesús era inocente. Dijo a los sacerdotes y oficiales: “ningún delito hallo en él” (Juan 19:4, 6). Pero ellos dijeron: “Si a éste sueltas, no eres amigo de César; todo el que se hace rey, a César se opone…No tenemos más rey que César” (Juan 19:12, 15). Eso era lo que la gente llama un juego de poder. “Pilato, si no crucificas a Jesús, nos quejaremos ante César y tu acabarás”. Pilato decidió continuar con su vida y ordenó que el Jesús inocente fuera crucificado.
¿Qué debería haber hecho Pilato? Él podría haber dicho: “Jesús es inocente. Lo libero. No me importa lo que digas de mí”. Pero eso interferiría con su vida. Podría haber habido un alboroto en ese momento. Seguramente se habrían quejado al emperador. Pilato habría sido removido y ejecutado. Eso fue difícil para Pilato. Pero sería lo correcto. Pilato debería haber valorado a Jesús y la verdad de su inocencia por encima de los gritos de la multitud. Pero él no lo hizo. Eligió seguir con su vida y perdió su alma.
II. Segundo, ¿rechazarás a Jesús y continuarás con tu vida?
El llamado de Jesús dice: “ahora”. Jesús se apareció a Saulo de Tarso y le dijo: “Yo soy Jesús” (Hechos 9:5). No había ventana de tiempo. No hubo negociación. Saulo no hizo excusas. Escuchó a Jesús y se convirtió en el apóstol Pablo. En el día de Pentecostés, Pedro predicó: “Sed salvos de esta perversa generación.” (Hechos 2:40). Tres mil personas confiaron en Jesús ese día. Jesús dijo al joven rico: “ven y sígueme”. (Mateo 19:21). ¡Sígueme ahora! Ese joven se alejó y siguió con su vida. Jesús viene como Salvador, como Señor y como Dios, porque así es Él. Su llamada anula a todos los demás. O escuchas esa llamada o lo envías lejos. Como dice la Biblia, “Despreciado y desechado entre los hombres…como que escondimos de él el rostro, fue menospreciado, y no lo estimamos” (Isaías 53:3).
Posponer la confianza en Jesús, inventar una excusa o negociar un “trato” con Jesús, es despedirlo. No hay término medio. Jesús exige tu confianza. Sométete a él. Él es el Señor y Dios. Confía en este Jesús, porque este Jesús es el verdadero Jesús. Cuando el apóstol Tomás se convirtió, no le preguntó a Jesús: “¿Qué pasa con esto? ¿Puedo esperar un rato? “No, él simplemente dijo: “¡Señor mío, y Dios mío!” (Juan 20:28). Confías en Jesús o lo envías lejos.
Ahora te hago la pregunta: “¿Confiarás en Jesús o continuarás con tu vida?” Algunas personas rechazan a Jesús por pequeñas razones, como los dos hombres de los que te hablé. Tú dices: “Tengo algo más que hacer. Tengo otro plan. No puedo cambiar mi horario. ¿Realmente quieres que cambie mi vida y confíe en Jesús?” Sí, exactamente eso. No lo ablandaré. Es la verdad. Jesús es Dios el Hijo. Él viene a ti como Dios el Hijo. Él es el Señor. La gente lo llama “el Señor” sin entender lo que eso significa. Cuando Jesús viene, Él viene como el Salvador para perdonar tus pecados. Pero Él también es el Señor, y su llamado está por encima de todo lo demás en la vida. Te llama y te llama ahora.
No elegí cuándo me convertiría, cuándo Dios me despertaría o cómo serviría después. El me eligió. No elegí el momento de la vida cuando me habló. Me despertó a los 21 y me convertí a los 23. Entonces fue cuando sucedió. Si hubiera esperado mucho más tiempo, no sería un cristiano en absoluto. Si sigues alejando a Jesús, Él te concederá tu deseo y se irá.
Como cristiano, no le dije a Jesús lo que podía y no podía hacer por Él. Una vez que confié en Jesús, Él fue mi Salvador y mi Señor. Había leído sobre los mártires de los primeros tres siglos. Había leído el libro del pastor Wurmbrand, Torturado por La Causa de Cristo. No sabía qué me pasaría, pero sabía que Jesús era todo. Él perdonó mi pecado. Él me dio nueva vida. No debo negarlo. Debo servirle, y sufrir por Él si tengo que hacerlo. Jesús cambió mi vida. No hubo un dicho: “Pero tengo este plan” o “¿Qué pasa con esto?” Él era el Señor indómito y sin restricciones. Se tuvo que confiar en Jesús como Él es, en Sus términos, no en los míos. Si hubiera sabido entonces todo lo que me pasaría, me sorprendería. Pero no me arrepiento ni un poco. No cambiaría ser cristiano por nada.
Algunos de ustedes dicen: “Me gustaría confiar en Jesús, pero quiero esperar. He visto esto y lo otro. Quiero ver qué pasa. Así que voy a esperar. Veré acerca de confiar en Jesús más adelante. Esperaré un mejor momento”. Como dice un viejo himno: “Un día más conveniente, te llamaré”. Pero Jesús dice: “Yo soy el Hijo de Dios. Confía en mí ahora “. No importa lo que hizo otra persona. No importa cuál sea tu situación. Escucha a Jesús aquí y ahora. Otra canción dice: “Y las cosas de la tierra se volverán extrañamente oscuras, a la luz de su gloria y gracia”.
El Dr. Hymers tomó a Jesús en serio incluso antes de que se convirtiera. Usted dice: “Pero he visto esto y lo otro”. El Dr. Hymers vio muchas cosas por sí mismo antes de ser salvo. Vio la hipocresía. Vio divisiones de la iglesia. Otros abandonaron. El Dr. Hymers pudo haber renunciado, pero siguió adelante. Sus ojos estaban en Jesús, no en las personas. Después de confiar en Jesús, el Dr. Hymers pasó por muchas pruebas. La vida no fue fácil. La gente, sí, los cristianos, eran duros con él. Pero él había escuchado el llamado de Jesús y no podía regresar. Sus ojos estaban en Jesús, no en las personas.
Jesús es el Señor. Él es el Dios-hombre. Él es Dios el Hijo. Él anula todo. Cuando Él llama, Sus palabras son preventivas. Anulan todas las demás palabras y planes. Jesús dice: “Confía en mí ahora. No después de que todo en tu vida esté resuelto, sino ahora. “Cuando has confiado en Él, Él dice:” Sígueme ahora. No después de que todo esté resuelto, sino ahora. “Quienquiera que seas, en cualquier situación en la que te encuentres, Jesús te llama ahora. ¿Le escucharás?
Jesús murió en la cruz para pagar por tu pecado. Él derramó Su Sangre para lavar tu pecado. Resucitó entre los muertos para darte vida. Era todo para ti. ¿Qué vas a hacer con Él? ¿Lo enviarás lejos o confiarás en Él? Si desea hablar conmigo acerca de confiar en Jesús, por favor, siéntese en las primeras dos filas. Amén.
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(FIN DEL SERMÓN)
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El Solo Cantado Antes del Sermón por el Sr. Jack Ngann:
“What Will You Do With Jesus?” (por A. B. Simpson, 1843-1919).
EL BOSQUEJO DE ¿CONFIARÁS EN JESÚS O SEGUIRÁS CON TU VIDA? (UN SERMÓN DE PASCUA) por el Dr. C. L. Cagan “Y toda la ciudad salió al encuentro de Jesús; y cuando le vieron, le rogaron que se fuera de sus contornos” (Mateo 8:34). (Mateo 8:28; Lucas 8:35; Marcos 5:17, 18; Isaías 53:3) I. Primero, las personas en el primer tiempo de Pascua que rechazaron a II. Segundo, ¿rechazarás a Jesús y continuarás con tu vida? |