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LOS DOS ADANES –

¡LA CLASE DE SERMÓN QUE NECESITAMOS OÍR
HOY EN NUESTRAS IGLESIAS MORIBUNDAS!
(SERMÓN #90 SOBRE EL LIBRO DE GÉNESIS)

por Dr. R. L. Hymers, Jr.

Un sermón predicado en el Tabernáculo Bautista de Los Ángeles
La Noche del Día del Señor, Diciembre 4, 2016

“Y mandó Jehová Dios al hombre, diciendo: De todo árbol del huerto podrás comer; mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás” (Génesis 2:16-17).


Dios creó al primer hombre del polvo de la tierra. Nunca creí eso cuando joven. Yo creí en la teoría de la evolución hasta la cuarta semana de Septiembre de 1961. El 28 de Septiembre de ese año tuve un cambio repentino, una conversión que cambió mi vida. En esa semana todo cambió. Uno de los cambios más importantes fue una firme creencia en la Biblia. A partir de ese momento me di cuenta de que la evolución era un fraude, mera ciencia ficción, tan falso como el Libro de Mormón, tan falso como el Corán. En mi conversión mi mente cambió de creer en el Darwinismo a un compromiso total con la inspiración verbal de cada palabra Hebrea y Griega en la Biblia. Ahora sabía en mi alma que “Toda Escritura es inspirada por Dios, y útil” (II Timoteo 3:16). Ya que cada palabra de la Escritura fue inspirada por Dios (theopneustos), no hay ningún error posible en la Biblia – por cada palabra de ella – desde Génesis hasta Apocalipsis – ¡fue dada a los hombres que escribieron este Libro santo! La Biblia dice: “Entonces Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente” (Génesis 2: 7). Entonces supe que Dios creó al primer hombre, y que el hombre no evolucionó de las formas de vida inferiores. Yo sabía que el registro de Génesis de la creación del hombre era literalmente cierto y supe que la evolución era una mentira satánica.

Entonces Dios puso al hombre en un hermoso Huerto, un huerto lleno de todo tipo de frutas nutritivas y deliciosas. Muchos de estos árboles y frutos saludables ya no existen porque fueron destruidos por el Gran Diluvio.

Pero en medio del Huerto había dos árboles muy importantes – el árbol de la vida y el árbol de la ciencia del bien y del mal. Dios le dio a Adán una sola ley para guardar: “Mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás” (Génesis 2:17). La palabra “ciencia” en Génesis 2:17 viene de la raíz de la palabra “yada”. Significa “estar familiarizado con, como un amigo familiar” (Strong). Si comían del fruto prohibido serían adictos a ello. Una experiencia sexual fuera del matrimonio permanece en la mente para siempre porque él hombre que lo hace ahora está familiarizado con ella. Una o dos experiencias con ciertas drogas le da a la persona un sentimiento que conduce a la adicción. Su inocencia se ha ido para siempre. Comer del árbol de la ciencia del bien y del mal destruiría la inocencia del hombre para siempre, terminando primero en la muerte espiritual y finalmente en la muerte física.

El Diablo lo sabía muy bien. Por eso tentó al hombre a comer el fruto prohibido. Sabía que el hombre perdería su inocencia y se convertiría en un pecador para siempre. Caer en esta tentación arruinaría la conciencia del hombre. Él sería un pecador para siempre. Su conciencia moriría en el momento en que comiera el fruto prohibido. Ahora se escondería de Dios. Su alma estaría “muerta en delitos y pecados” (Efesios 2:1). Él estaría “muerto en pecados” (Efesios 2:5). Tendría una mente carnal y miraría a Dios como un enemigo (Romanos 8:7). No sólo moriría espiritualmente, sino que su cuerpo envejecería y terminaría en muerte física. Como hombre muerto no podría percibir “las cosas que son del Espíritu de Dios”...porque ahora las verdades de Dios serían “locura” (I Corintios 2:14).

Pero aún peor, su naturaleza arruinada y su muerte espiritual serían heredadas por todos sus descendientes, por todos en la tierra, “porque así como por la desobediencia de un hombre los muchos fueron constituidos pecadores” (Romanos 5:19, RV). “Así que, como por la transgresión de [Adán] vino la condenación a todos los hombres” (Romanos 5:18). “El pecado original de Adán significa que la pecaminosidad marca a todos desde el nacimiento con un corazón inclinado hacia el pecado...esta pecaminosidad interior es la raíz y la fuente de todos los pecados reales; es transmitido a nosotros [o heredado] de Adán...no somos pecadores porque pecamos, sino que pecamos porque somos pecadores, nacimos con una naturaleza esclavizada al pecado” (traducción de The Reformation Study Bible, nota en la página 781). “El hombre... muerto en el pecado no puede por su propia fuerza convertirse a sí mismo” (traducción de Westminster Confession, IX, 3).

El pecado de Adán se transmite a toda su descendencia (toda la raza humana). Ese hecho es probado. Es probado por el hecho de que el primer hijo de Adán fue Caín, quien asesinó a su propio hermano (véase Génesis 4:8). Así que eres un hijo de Adán. Eres un pecador por naturaleza. Nada de lo que hagas o digas puede salvarte. Nada de lo que hagas puede ayudarte a ser salvo. Por naturaleza eres un pecador. Venir a la iglesia no te salvará. Tus oraciones no te salvarán. Ser tan bueno como puedas no te salvará. Nada – repito – nada de lo que hagas o digas puede salvarte. Eres un pecador perdido. Algunos de los peores pecadores que he conocido son predicadores – hombres que estudian la Biblia todos los días. Algunos de los pecadores mas desobedientes que he conocido nacieron de padres Cristianos, pero ellos crecieron para ser rebeldes, rebeldes contra Dios, rebeldes contra Jesús, rebeldes contra sus padres, rebeldes contra todo lo que han aprendido en la iglesia. Pueden conocer bien la Biblia, pero se rebelan contra ella. Se rebelan contra el pastor que predica la Biblia. Se rebelan porque en sus corazones odian la verdad. He conocido “niños de la iglesia” que son tan malvados como el Diablo. Las muchachas criadas en la iglesia que seducían a los jóvenes para tener sexo con ellos. El próximo Domingo cantaban himnos como si fueran pequeños ángeles, cuando en realidad eran miserables pecadores. He conocido a “niños de la iglesia” que eran los jóvenes que tenían relaciones sexuales con esas muchachas y después alardeaban de su pecado delante de los otros muchachos, impregnando así en la mente de los niños más pequeños la lujuria que pudo haberlos destruido.

Tú dices: “¡Nunca he hecho eso!” Pero has pensado en hacerlo. Has hecho cosas sucias en tu mente, ¿no? ¡Jesús dijo que es tanto pecado como hacerlo!

Dices que amas a Dios, pero ¿le obedeces? ¿Amas a Dios con todo tu corazón? ¿Amas leer la Biblia todos los días? ¿Amas pasar tiempo a solas con Dios en oración cada día? ¿O pasas tu tiempo libre jugando juegos de video o viendo eventos deportivos en la televisión – jamás pensando en pasar tiempo en oración y lectura Bíblica? Yo digo que eso demuestra que no amas a Dios – no realmente – sólo hablas de amar a Dios. Pero realmente desprecias a Dios. Realmente solo te amas a ti mismo. ¡Piensa! ¿Es eso verdad? ¿No eres realmente un pecador que desprecia a Dios? ¿Tienes miedo del pastor? ¿Por qué tienes miedo de mí? ¿No es porque te hago pensar en Dios y el pecado? ¿No es por eso que me tienes miedo?

¿No te gustó más el sermón de John Cagan sobre cómo salir en citas? Te sentaste y escuchaste intensamente. ¡No haces eso cuando predico sobre el pecado, la salvación y Jesús! El pensamiento de salir con alguien te parece mucho más importante que escucharme predicar sobre Jesús – en Su muerte en la Cruz para salvarte del pecado. Si lo haces, y sabes que tengo razón, demuestra que eres un pecador rebelde sin verdadero amor a Jesús en tu corazón. Admítelo. Tú tienes que admitir y sentir que eres un pecador perdido. Tienes que admitirlo o no hay esperanza para ti. ¡Ninguna esperanza para nada!

“El que encubre sus pecados no prosperará; Mas el que los confiesa y se aparta alcanzará misericordia” (Proverbios 28:13).

¡Confiesa el pecado de tu corazón pecaminoso ahora, o pasarás la eternidad en el lago de fuego! Esta es la verdad. Te estoy hablando como a un adulto. Esta no es una dulce lección de Escuela Dominical. Esta no es una dulce charla de Joel Osteen. Esto no es una exposición de verso por verso de John MacArthur. Este es un buen sermón antiguo para despertarte. Este es un sermón evangelístico antiguo. ¡Este es un sermón que Dios puede usar para salvarte del pecado y del juicio de Dios! Te estoy hablando como todo predicador debe hablar. ¡No quiero tu dinero! Al Infierno con tu dinero. Quiero tu alma. Quiero verte salvo por Jesús. Quiero ver a Dios convertir tu corazón pecador, cambiado y limpio con la Sangre de Jesús. Eso es lo que quiero. ¡Quiero que seas transformado en un Cristiano feliz en lugar del hipócrita que eres ahora! Un hipócrita es una persona que parece ser un Cristiano, pero por dentro tienen un corazón “llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia…Así también vosotros por fuera, a la verdad, os mostráis justos a los hombres, pero por dentro estáis llenos de hipocresía e iniquidad” (Mateo 23:27, 28). Y te gusta ser como eres. Tu corazón es tan pecaminoso que tratas todo lo posible verte como un Cristiano – ¡pero mira tu corazón! Tu corazón está lleno de pecado, lujuria e incredulidad. Tu corazón es tan rebelde como el corazón de Caín.

Génesis 5:1, 3 prueba que el pecado de Adán arruinó a toda la raza humana. Por eso tu corazón está muerto en pecado. En Génesis 5:1 vemos que “Creó Dios al hombre, a semejanza de Dios lo hizo” (Génesis 5:1). Pero Adán se rebeló y alejó su inocencia con pecado. Entonces leemos que Adán “engendró un hijo a su semejanza, conforme a su imagen” (Génesis 5:3). Cuando Adán era inocente se dice que él fue creado a semejanza de Dios – ¡inocente como Dios! Pero después de haber pecado él engendró “un hijo a su semejanza” – culpable de pecado, ¡un pecador por naturaleza! (Génesis 5:3).

Y esa es la semejanza en la que naciste – eres un pecador por naturaleza como Adán cuando se rebeló. Eres un pecador por naturaleza. Tus padres son pecadores por naturaleza. Todo el mundo que conoces en la escuela o en el trabajo es un pecador por naturaleza. Pecadores incorruptibles que no pueden hacer nada para cambiar sus malvados corazones. “¿Qué?” Dices, “¿Mi madre tiene un corazón pecaminoso?” ¡Sí! Su corazón es tan rebelde y pecaminoso como el tuyo, o cualquier otro hijo de Adán. Toda la raza humana se arruinó, y la muerte viene a todos. Todo viene a causa del pecado de Adán. Nota, le advirtieron. Nota, él no tenía ninguna razón para desobedecer. Nota, sabía perfectamente que moriría y que arruinaría a cualquier otra persona que naciera. Nota, Adam, que era un hombre limpio y agradable – ¡fue transformado por el pecado en un monstruo! Toda persona sana odia a Hitler porque asesinó a seis millones de Judíos. Pero Hitler era tan inocente como un ángel en comparación con Adán. Hitler mató a seis millones de personas. ¡Pero Adán mató a toda la raza humana! ¡Miles de millones de personas! Adán arruinó tu corazón. Adán te hizo un hipócrita que va a la iglesia – te hizo un hipócrita que no puede cambiar su corazón – un hipócrita que se dirige al Infierno y que merece ir allí debido a su heredada naturaleza de pecado, y porque rechaza a la única persona que puede salvarlo. Jesús, El último Adán. El primer Adán te dio un corazón rebelde y pecaminoso. El último Adán, Jesús, es la única persona que puede darte un nuevo corazón. Sólo Jesús puede quitar tu corazón de piedra y “darte un corazón de carne” (Ezequiel 36:26). Eso es lo que significa regeneración. Eso es el nuevo nacimiento.

Ahora llegamos a la parte difícil. ¿Cómo puede ser salva una persona que no puede cambiar su corazón? Debes ser regenerado. La regeneración es una doctrina extremadamente importante. No oigo predicadores hablar sobre ello ahora. ¡Con qué razón nuestras iglesias están muriendo! La palabra “regeneración” se refiere a un acto de Dios que cambia el corazón y lo transforma de muerte a vida. Jesús llamó a la regeneración el ser “nacido de nuevo”, una transformación espiritual, la creación de un nuevo corazón por un acto del Espíritu Santo, un acto en el cual una persona es cambiada de un hijo de Adán a un hijo de Dios. La regeneración es un acto de Dios solo, un acto en el cual Él hace que el corazón muerto, heredado de Adán, vuelva a vivir. El nuevo nacimiento es necesario porque tu corazón está muerto antes de que seas regenerado.

El mejor testimonio que he leído de un joven es el testimonio de John Samuel Cagan. Es tan correcto que una persona que lo leyó me dijo que no podría haber venido de un niño de quince años. Este hombre me acusó de escribirlo yo mismo, o al menos de corregirlo y añadirle. Pero el mismo John está sentado aquí en la plataforma conmigo. Él puede asegurarte que no lo escribí ni lo cambié de ninguna manera – ni tampoco su padre, el Doctor Cagan. Hemos tenido gente salva simplemente por leerlo o escuchar cuando es leído.

La muerte del corazón del hombre en el primer Adán tuvo que ser revocada, tuvo que ser hecho vivo por Jesús, el último Adán. Esto fue hecho muy claro por el Apóstol Pablo,

“Así que, como por la transgresión de uno [Adán] vino la condenación a todos los hombres, de la misma manera por la justicia de uno [Jesús]…Porque así como por la desobediencia de un hombre [Adán] los muchos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno [Jesús], los muchos serán constituidos justos” (Romanos 5:18, 19).

De nuevo, el apóstol contrasta a Adán con Jesús,

“Fue hecho el primer hombre Adán alma viviente; el postrer Adán [Jesús], espíritu vivificante [da vida]” (I Corintios 15:45).

Sólo Jesús (el último Adán) puede traerle vida al corazón muerto de un pecador. Jesús cambia el corazón de la esclavitud al pecado a un nuevo corazón, un corazón que ama a Dios. Esta obra comienza cuando el Espíritu de Dios te convence de tu corazón pecaminoso (Juan 16:8). Entonces el Espíritu de Dios te revela Jesús (Juan 16:14, 15). Finalmente Dios te atrae a Jesús (Juan 6:44). Esos tres pasos en la regeneración son mostrados en el testimonio de John Cagan. En el primer párrafo, John habla de su malvado corazón heredado de Adán. En el segundo párrafo, John habla de cómo Dios lo convenció tan fuertemente de su pecado que fue atormentado por ello. Él dijo: “Comencé a odiarme a mí mismo, a odiar mi pecado y cómo me hacía sentir”. En el tercer párrafo John dice cómo su corazón pecador odiaba mi predicación, y de su rechazo de Jesús. Fue una lucha titánica entre su corazón pecador y Dios, y su incapacidad para venir a Jesús. En el cuarto párrafo John nos habla que pensaba en Jesús sufriendo en la Cruz para salvarlo del pecado. Este pensamiento rompió su obstinada voluntad y finalmente descansó en Jesús. Finalmente, al final de su conversión John dice, “Jesús dio Su vida por mí y por esto le doy mi todo a Él...porque Él me ha cambiado”. ¡Así es! ¡Era un adolecente cruel! ¡Pero ahora es un hombre de Dios!

El próximo mes John Cagan entrará en un seminario teológico para prepararse para convertirse en ministro Bautista.

Quienquiera que seas – tú eres un pecador perdido, con tu corazón muerto, porque estás encadenado en el pecado de Adán. Si eres así, Jesucristo es tu única esperanza – porque sólo Él puede “romper el poder del pecado cancelado y liberar al prisionero” como lo expresó Charles Wesley. Hay poder en Jesús para cambiar tu corazón y limpiarlo con Su propia Sangre. Confía en Él y Él te salvará.

Si deseas hablar con nosotros acerca de la salvación del pecado por Jesús, por favor ven y habla con Dr. Cagan, John Cagan, y conmigo. Ven y habla con nosotros mientras el Sr. Griffith canta “En Jesús” dos veces, los tres versos.

En vano mil veces traté
   Mi alma calmar, animarla;
Más lo que siempre he de tener,
   La Biblia dice es Jesús.

Tenebroso y duro soy –
   No puedo ver, menos sentir;
Debo apelar por vida, luz
   En simple fe en Jesús.

Aunque me culpen y burlen,
   Con vergüenza y culpado;
A Él iré pues Su Nombre,
   Sobre todos es Jesús.
(Traducción libre de “In Jesus” por James Procter, 1913).


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(FIN DEL SERMÓN)
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La Ecritura Leída Antes del Sermón por el Sr. Noah Song: Romanos 5:17-19.
El Solo Cantado Antes del Sermón por el Sr. Benjamin Kincaid Griffith:
“In Jesus” (por James Procter, 1913).