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ANHELANDO AVIVAMIENTOpor Dr. R. L. Hymers, Jr. Un sermón predicado en el Tabernáculo Bautista de Los Ángeles “Oh, si rompieses los cielos, y descendieras, y a tu presencia se escurriesen los montes” (Isaías 64:1). |
Este es el cuarto sermón sobre avivamiento que predico este verano. El primero fue “Una Visión de Avivamiento”. Yo dije lo que sucedió en un avivamiento clásico. Pero muchos de ustedes pensaron, “¡Esas cosas no podrían pasar aquí!” Ustedes pensaron en las cosas desagradables como confesar los pecados, largas horas en un servicio, largas oraciones aburridas. Algunos de ustedes pensaron: “¿Quién quiere eso? ¡Suena difícil y horrible!” El siguiente Domingo por la noche prediqué sobre “El Gozo del Avivamiento”. Dije que la gente rara vez habla de esto porque tú tienes que haber estado en un avivamiento para conocer ese gozo. Hay una dulzura en ello que la mayoría de los Cristianos nunca lo perciben. Ellos viven y mueren sin siquiera darse cuenta de que hay una dulzura que nunca conocieron. No lo puedes explicar a ellos con palabras. Es como tratar de explicar cómo es el enamorarse, a un hombre que nunca ha amado a una mujer. Percy Sledge lo dijo bien en su canción emblemática, “Cuando un hombre ama a una mujer, no puede tener su mente en otra cosa”. Esa sensación agridulce no se puede explicar. Tampoco la sensación agridulce del avivamiento. ¡Cuando te hablo de ello me miras con una mirada en blanco! Es una dulzura que no se puede encontrar en ninguna otra parte. Sólo en el avivamiento. Es como la dulzura sutil de un albaricoque maduro en el árbol – que no se puede encontrar en ningún lugar ahora. En las tiendas de alimentos orgánicos hay algo parecido. Pero nunca igual al que tú cortas maduro del árbol. Es una dulzura que no se puede encontrar en ningún otro lugar. No puedo imaginarme a un niño hoy en día deseando un albaricoque como lo hice yo cuando era pequeño – solo en el patio de atrás de mi abuela. Lo recuerdo, pero nunca lo encuentro ahora. Ahora es sólo un recuerdo lejano. Se desvanece con el tiempo, pero nunca desaparece. Sería maravilloso probarlo de nuevo. Si no es así, permanece en el fondo de tu mente para siempre. Sólo un recuerdo borroso – ya no es un verdadero sabor, ya no es lo que era antes. Ya no es lo que fue en el verano de 1969. Ya no es lo que fue en San Francisco en 1972. Ya no es lo que fue en Virginia Beach en 1992. Sólo un pensamiento que persiste en la mente de un anciano. Un anciano que desea poderlo saborear una vez más. Pero ahora es sólo un sueño. Un sueño como el que el anciano de Hemingway tuvo de los leones en la playa en África hace mucho tiempo. Un sueño que volvía a él casi todas las noches. Un sueño que no pudo olvidar.
Y eso es lo que sintió Isaías cuando dijo:
“Oh, si rompieses los cielos, y descendieras, y a tu presencia se escurriesen los montes” (Isaías 64:1).
¿Puedes saborear la dulzura en ese verso? ¿Puedes sentir un poco de lo que Isaías sintió? ¿Puedo yo hacer que lo sientas un poco? Oro para que así sea. Puedes sentirlo en el “Oh” con el que comienza su oración. “Oh, si rompieses los cielos y descendieras”.
El Dr. Lloyd-Jones sabía lo que Isaías quería decir – porque él mismo había experimentado avivamiento. El Doctor dijo: “La verdadera oración siempre se caracteriza por el uso de esa palabra, ‘Oh’ – ‘Oh, si rompiese los cielos y descendieras’. No hay una palabra que sea más expresiva de anhelo que la palabra “Oh”. Expresa la sed del deseo profundo, es el grito de un hombre al final de sus recursos, de espera, búsqueda, y anhelo por Dios...él se está afianzando a Dios...Es una expresión extraordinaria y cuán cierta es. Esa es una verdadera oración [por avivamiento] – no sólo una expresión casual de nuestro deseo, no es algo [descuidado] y a medias [sino] una oración urgente, especial, peculiar para una visitación del Espíritu de Dios en avivamiento” (traducción de Martyn Lloyd- Jones, M.D., Revival, Crossway Books, 1994, p. 305).
“Oh, si rompieses los cielos, y descendieras, y a tu presencia se escurriesen los montes” (Isaías 64:1).
El “Oh”, muestra que Isaías anhelaba que Dios descendiera. Lo anhelaba como un hombre anhela por una mujer que ha perdido. Lo anhelaba como yo anhelaba por Ileana cuando ella rechazó mi primera propuesta de matrimonio y pensé que la había perdido para siempre. “Oh, si...descendieras”. Lo anhelaba como yo anhelaba a mi madre cuando la perdí a los doce años de edad, y no podía vivir con ella más”. “Oh, si...descendieras”. Lo anhelaba como yo anhelaba por mi madre cuando murió. No podía pensar en otra cosa. La anhelaba cuando despertaba por la mañana. La anhelaba cuando caminaba a través de su habitación. La anhelaba tarde por la noche. Semana tras semana, mes tras mes, año tras año – anhelaba escuchar la voz de mi madre y ver su cara de nuevo. Un anhelo que a veces me hacía llorar y tenía que salirme de la autopista. Así es como el profeta anhelaba que Dios “descendiera”. Y si tú y yo podemos ser hechos a anhelar que Dios descienda, como yo anhelaba por mi madre, esto podría ser un presagio, una señal, que talvez vamos a ver avivamiento descender en nuestra iglesia en estos días malos en que vivimos.
¿Puedes anhelar algo que nunca has visto? ¿Puedes tener sed de algo que nunca has bebido? ¿Puedes tener hambre de algo que nunca has probado? Mi padre se fue cuando yo tenía dos años de edad. No recuerdo haber tenido un hogar como los otros niños. Nunca tuve un hogar, pero anhelaba tener uno. Nunca experimenté una casa propia, pero yo anhelaba una. Anhelé por una familia que nunca tuve. Esa es la forma en que anhelamos, deseamos, y tenemos hambre por avivamiento. Hace mucho tiempo, en el primer campamento al que asistí con la iglesia China, cantamos un corito una y otra vez. No lo he escuchado desde entonces – hace casi sesenta años. Pero pasó por mi mente mientras escribía este sermón.
He anhelado en mi corazón por Jesús,
He anhelado en mi corazón por Él.
Solo para estar cerca de Él, para sentir Su presencia,
He anhelado en mi corazón por Él.
(Traducción libre de “Longing For Jesus”
por Richard D. Baker).
Cuando empecemos a sentir algo de eso, nuestras oraciones van a cambiar. ¡Porque Dios ya nos está cambiando, y derritiendo nuestros corazones fríos! Entonces nuestras oraciones no van a ser sólo palabras. Ellas estarán llenas del anhelo que Isaías sentía.
“Oh, si descendieras”.
“¡Oh, si [Tú] descendieras!”
“¡Oh si descendieras!”
¡Esa es verdadera oración! ¡Esa es una señal que anhelamos, deseamos, y pedimos, que Dios descienda entre nosotros! No es una oración para gritársela a Dios. Es una oración reflexiva, colmada de lágrimas para que Él descienda. Tú dices: “¡No puedo orar de esa manera!” ¡Por supuesto que no puedes orar así ahora! ¿Quién dijo que podías? Pero cuando Dios empiece la obra en nuestra iglesia, Él te dará poder para que ores de esa manera. Cuando Dios te de poder para orar así es una señal de que Él ya nos está moviendo hacia el avivamiento. La Biblia dice: “Tu pueblo se te ofrecerá voluntariamente en el día de tu poder” (Salmo 110:3). Es Dios quien pone lágrimas en nuestros corazones y en nuestros ojos. Cuando deseamos y anhelamos que descienda, es una señal de que Dios está derritiendo nuestros corazones, cambiando nuestras oraciones, y moviéndonos hacia el avivamiento. ¡De hecho, ya estamos moviéndonos hacia el avivamiento cuando Dios nos lleva a orar oraciones reflexivas, llenas de lágrimas para que Él descienda y nos haga vivir de nuevo delante de sus ojos! Mientras nuestras oraciones permanezcan como están ahora, podemos estar seguros de que Dios no nos está moviendo. Nuestras oraciones continuarán siendo frías y mecánicas, como lo son ahora, hasta que Dios derrita nuestros corazones y llene nuestros ojos de lágrimas para que Él descienda entre nosotros, hasta que Él nos haga darnos cuenta de lo desesperados que estamos sin Su presencia. Cuando nos demos cuenta de nuestra impotencia vamos a llorar a Él y a suplicarle que descienda y nos cambie a nosotros y a nuestra iglesia.
Cuando yo tenía nueve años me perdí en una tienda grande. Corrí hacia arriba y abajo por los pasillos en busca de mi madre. Tenía miedo. Yo estaba empapado en sudor. ¡Yo estaba perdido! Lloré y oré y le pedí a Dios que me ayudara a encontrarla. Esa es la forma en que oramos por la presencia de Dios en avivamiento. Es algo que sentimos en lo más profundo de nuestras almas, porque Dios pone ese sentimiento en nosotros. Nos sentimos afligidos – como un hombre cuya mujer ha muerto y lo ha dejado solo en una casa fría y solitaria. Sentimos que nuestra iglesia es fría y solitaria porque no tenemos a Dios en medio de nosotros. ¡Lo queremos desesperadamente! ¡Debemos tenerlo a Él!
“Oh, si rompieses los cielos, y descendieras”.
Si oras así, con lágrimas en tu corazón y en tus ojos, es una señal de que Dios nos va a mover. Puede ser un presagio de avivamiento. ¡Anhelo ver a hombres y mujeres deseando a Dios, deseando Su presencia, deseando que descienda! Llorando en oración para que Él descienda entre nosotros. Esto es a menudo un presagio, una señal de la gracia de Dios. Cuando Él nos permite orar con lágrimas por Su presencia puede significar que Él va a romper los cielos y descender en una manera nueva y viva.
Mis antepasados eran agricultores en Canadá y agricultores en Nebraska y en Missouri. En mis sueños puedo oírlos hablar acerca de los tiempos antiguos. La memoria de mi madre regresaba a mediados del siglo 19 a través de su padre y a través del abuelo O'Neill. Se siente como si pudiera recordar el tiempo de Lincoln y la Guerra Civil. Y en aquellos días no habían hospitales como los tenemos ahora. Y no había penicilina, ni farmacias ni medicinas. Ellos sacaban un poco del aceite de la lámpara y lo mezclaban con un poco de azúcar y un poco de whisky. Esa era la única medicina que tenían. Mi abuela era su propio médico. Cuando llegó el médico él estaba borracho. Ella lo puso en la cama, y sola tuvo su bebé, y cortó el cordón umbilical con unas tijeras. Más de un tercio de las mujeres morían durante el parto. La mitad de los bebés morían antes de tener un año de edad. Era muy duro vivir, y era muy duro morir. Cuando un hombre moría lo ponían en un ataúd de pino y tenían el cuerpo en la sala por un día y una noche antes de ser enterrado detrás de la casa, bajo un árbol. La muerte era tan común que pensaban mucho sobre el Cielo.
Somos tan limpios y tan inteligentes ahora que nunca pensamos en esto. El cielo nos parece extraño hoy en día. Pero entonces era muy real – porque sólo había un paso entre la vida y la muerte – en aquellos primeros días en las Grandes Llanuras y en el Suroeste de los desiertos de América. Y mi gente pensaba acerca del Cielo. Cantaban al respecto. Hablaban de ello. Predicaban sobre ello. El Cielo estaba siempre en sus mentes. Y sus canciones vienen con dulzura a mi mente esta noche.
Al llegar al cielo,
¡Oh, qué día tan gozoso será!
Cuando a Jesús vea,
¡Qué gran victoria nos dará!
(Traducción libre de “When We All Get to Heaven” por Eliza E. Hewitt).
Cuando allá se pase lista,
Cuando allá se pase lista,
Cuando allá se pase lista,
¡A mi nombre yo feliz responderé!
(Traducción libre de “When the Roll is Called up Yonder”
por James M. Black).
En el dulce porvenir
Nos encontraremos en ese lindo lugar;
En el dulce porvenir
Nos encontraremos en ese lindo lugar.
(Traducción libre de “In the Sweet By and By” por Sanford F. Bennett).
En la ciudad bella,
Blanca cual perla,
Tengo mansión,
Vestidura, corona;
Ahora espero,
Velo y anhelo,
La ciudad blanca
Que pronto vendrá.
(Traducción libre de “The Pearly White City” por Arthur F. Ingler).
Tierra Beulah, te anhelo,
Y un día, en ti estaré,
Mi hogar allí eterno será,
Tierra Beulah dulcísima.
(Traducción libre de “Sweet Beulah Land” por Squire Parsons).
¿Estaban equivocados? No, los pioneros tenían razón. Somos nosotros los que estamos mal. Nos hemos vuelto insensibles, endurecidos, y materialistas. Nunca pensamos en tierra Beulah. Nunca hablamos de la ciudad blanca nacarada, o el dulce porvenir. Pero no es porque somos más inteligentes. Es porque estamos mal, mucho peor de lo que ellos estaban. Ellos eran como Abraham, quien: “esperaba la ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios” (Hebreos 11:10). ¡Dios bendiga a Abraham! Dios bendiga a los fuertes pioneros que hicieron a los Estados Unidos una gran nación en la tierra. Ellos creían en el Cielo. Era muy real para ellos. Lo vieron, como Abraham lo vio – con el ojo de la fe. Ellos lo anhelaban. Ellos lo deseaban. Ellos pensaban en ello todos los días. A pesar de que nunca lo habían visto, tenía hambre del cielo para estar con Jesús.
Y esa es la manera que Dios puede hacer que seamos hoy. Porque, ves, el avivamiento es el Cielo abriéndose, desde otra dimensión, a nuestras vidas en la tierra cuando Dios desciende. Como John W. Peterson dijo, “Él descendió y de gloria me llenó”.
¡Eso es avivamiento! ¡Es Dios bajando, desde esa otra dimensión – en nuestra iglesia, en nuestras vidas, y en nuestros corazones! ¡Dios dándonos una pequeña muestra de la gloria eterna! ¡Dios dándonos una pequeña muestra del cielo en la tierra! ¡Dios dándonos nueva vida, nueva fuerza y nueva esperanza! ¿No lo quieres? ¿No anhelas por ello? ¿No deseas Su presencia, Su amor y Su gozo para llenar nuestra iglesia y nuestro corazón? ¡Si lo haces, ora mucho por ello! ¡Ora todos los días por ello! ¡Ora sin cesar por ello! Ora hasta que venga. Y entonces da gracias a Dios por ello. Cambiará tu vida para siempre. ¡Y nunca lo olvidarás mientras vivas! Deja todo pecado que esconde el rostro de Dios. Confiesen sus faltas unos a otros, y oren unos por los otros para que seamos sanados. Vive y respira por avivamiento todos los días. Piensa en ello todas las horas del día. Anhélalo. Deséalo. Suplícale a Dios por ello. Pide, busca y llama para ello. Jesús dijo: “Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan? (Lucas 11:13). ¡Y ora la oración de Isaías cada mañana, cada tarde y cada noche hasta que la respuesta venga a nuestra iglesia y a nuestra vida!
“Oh, si rompieses los cielos, y descendieras” (Isaías 64:1).
Por favor pónganse de pie y canten el himno número siete, “Mi Visión Llena”.
Mi visión llena, oh, Salvador,
Que solo vea a Jesús hoy;
Aunque el valle me guíes pasar,
Tu gloria sin fin me rodeará.
Mi visión llena, bello Jesús,
Haz que Tu gloria brille en mí ser.
Mi visión llena, que vean todos
Tu imagen santa reflejada en mí.
Mi visión llena, todo desear
Sea por Tu gloria; inspírame
Con Tu perfección, Tu santo amor,
Mi senda inunda con celestial luz.
Mi visión llena, bello Jesús,
Haz que Tu gloria brille en mí ser.
Mi visión llena, que vean todos
Tu imagen santa reflejada en mí.
Mi visión llena, que nada vil
Oscurezca la luz interior.
Que vea solo Tu bella faz,
Susténtame con Tu gracia eternal.
Mi visión llena, bello Jesús,
Haz que Tu gloria brille en mí ser.
Mi visión llena, que vean todos
Tu imagen santa reflejada en mí.
(Traducción libre de “Fill All My Vision”
por Avis Burgeson Christiansen, 1895-1985).
Pueden sentarse. Noah Song, Aaron Yancy y John Cagan, por favor guíennos en oración, en ese orden (oraciones).
Y ahora debo hablar con aquellos de ustedes que todavía no son convertidos. Jesús murió en la Cruz para pagar por tu pecado. Jesús derramó Su Sangre en esa Cruz para limpiarte de todo pecado. Se levantó físicamente de entre los muertos para darte vida eterna. Ahora está en otra dimensión, en el Tercer Cielo, a la diestra de Dios Padre. Si confías en Jesús, serás salvo del pecado y juicio. Cuando te arrepientes y confías en Jesús, tus pecados son lavados por Su santa Sangre.
Si deseas recibir consejo acerca de confiar en Jesús, necesitas hacer una cita con Dr. Cagan para que él te aconseje. O le puedes llamar por teléfono a su oficina en casa durante la semana para hacer una cita, o puedes hablar con él esta noche sobre una cita. Amén.
A Dr. Hymers le gustaría saber de ti si este sermón te bendijo. CUANDO LE ESCRIBAS A DR. HYMERS DEBES DECIRLE DE QUE PAÍS LE ESTÁS ESCRIBIENDO O ÉL NO PODRÁ CONTESTAR TU CORREO. Si estos sermones te bendicen por favor envía un correo electrónico a Dr. Hymers y díselo pero siempre incluye de qué país estás escribiendo. El correo electrónico de Dr. Hymers es rlhymersjr@sbcglobal.net (oprime aquí). Puedes escribirle a Dr. Hymers en cualquier idioma, pero escribe en Inglés si es posible. Si deseas escribirle a Dr. Hymers por correo postal, su dirección es P.O. Box 15308, Los Angeles, CA 90015. Puedes llamarle por teléfono al (818) 352-0452.
(FIN DEL SERMÓN)
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La Escritura Leída por el Sr. Abel Prudhomme Antes del Sermón: Isaías 64:1-4.
El Solo Cantado por el Sr. Benjamin Kincaid Griffith Antes del Sermón:
“O Breath of Life” (por Bessie P. Head, 1850-1936).