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LA CONVICCIÓN Y LA LIBERACIÓNpor Dr. R. L. Hymers, Jr. Un sermón predicado en el Tabernáculo Bautista de Los Ángeles “¡Miserable de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte?” (Romanos 7:24). |
El Dr. Martyn Lloyd-Jones dijo que este es un retrato de un hombre o una mujer convencida de pecado. Él dijo:
John Bunyan nos dice en [su libro] Gracia Abundante Grace Abounding que estuvo en esta condición y agonía de alma por dieciocho meses. El tiempo no importa, pero cualquiera que sea despertado y convencido de pecado tiene que ser preocupado por esto. ¿Cómo podrá morir y encarar a Dios? (Assurance, p. 18).
Él nos habla de algunas personas en Escocia, en un Avivamiento, allá en 1630. Como resultado de un sermón que escucharon el día anterior “hubo mucha gente que estaba en una agonía de convicción, como se describe a la perfección [en nuestro texto] en la segunda sección de Romanos 7... se sentían completamente perdidos... no pudieron encontrar ... Alivio ... luto, llorando por un alivio que no podían encontrar. Eso, me parece, es la posición descrita tan perfectamente por el Apóstol Pablo en Romanos 7:13-25. Es una manifestación muy temprana de la vida espiritual; pero no más que eso - la condena, pero no la conversión” (La Ley: Sus funciones y límites, [The Law: Its Functions and Limits], p 262.).
“¡Miserable de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte?” (Romanos 7:24).
El Dr. Lloyd-Jones dijo que estos sentimientos solo pueden venir del Espíritu Santo. Y él dijo que debes sentir algo de eso o no puedes ser convertido en una conversión verdadera. He aquí como una joven en nuestra iglesia describió sus sentimientos de la convicción del pecado:
[El tiempo antes de ser yo convertida] fue el más miserable de mi vida...yo sabía que era pecadora terrible, pero estaba muy envuelta en lastima por mi misma para preocuparme de mi pecado. Pero eventualmente el Espíritu Santo me sobrecargó y me convictó de mis pecados pasador. Ellos me perseguían y no me puede escapar de ellos...El Espíritu Santo me reveló que estos pecados salieron de mi corazón malvado, descarriado y de mi naturaleza totalmente y completamente depravada... Estuve tan asqueada y avergonzada por lo que yo sabía que Dios veía [en mi corazón] ...Todas las veces que iba a la iglesia, me sentía como leprosa entre los Cristianos limpios. Pero aun así no quería confiar en Jesús. “Jesús” era solo una palabra, una doctrina, alguien que yo sabía que existió, pero estaba tan distante [tan lejos de mi]. En vez de [confiar] en Jesús, yo buscaba un sentimiento de salvación o alguna clase de “experiencia” para [probar] mi fe.
Un joven de nuestra iglesia describió su convicción de pecado así:
El Espíritu Santo parecía presionar en mi corazón más fuerte cada vez. Yo ya no podía discutir con Él...yo sabía que era el más vil y peor de los pecadores, pero no me rendía a la llamada de Jesús de venir a Él. Me cansé tanto de mí mismo. Me cansé tanto de mi vida, de quien era yo, de quien me había vuelto...no podía dejar de llorar...yo mismo era una enfermedad. Me sentí corrupto e impío a la vista de Dios.
O sea que estos jóvenes se sintieron como dijo el Apóstol que él se sintió:
“¡Miserable de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte?” (Romanos 7:24).
Ellos se sintieron como James Procter (1913) cuando dijo:
Tenebroso y duro soy
No puedo ver, menos sentir;
Debo apelar por vida, luz
En simple fe a Jesús.
(“In Jesus” por James Procter, 1913).
Otra joven en nuestra iglesia dijo:
Por la predicación y el cuarto de consejo, me sentí peor por mis pecados. Los odiaba, me sentí inmunda, malvada, inútil...y que no había nada bueno en mí...me sentía convicta porque me había olvidado de complacer a Dios. Me sentía más muerta en mis pecados al escuchar mas predicación, y el Infierno se volvió real para mi. Yo sabía que merecía el Infierno por mis pecados. Por muchos días no pude dormir y tuve miedo de morir en mis pecados. [Pero] tuve una falsa conversión tras otra. Dr. Hymers y Dr. Cagan sabían que yo buscaba un sentimiento. Cuando me decían que viniera a Jesús, yo no venía...
En vano mil veces traté
Mi alma calmar, animarla;
Mas lo que siempre he de tener,
La Biblia dice es Jesús.
“¡Miserable de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte?” (Romanos 7:24).
Aquí hay uno mas, otra joven en nuestra iglesia.
Finalmente ese Domingo me sentí enferma, no físicamente, sino enferma de mis pecados. Me sentía avergonzada y culpable. Quería caer al suelo y romper en llanto. Al ir al cuarto de consejo no quería darle la cara a Dr. Cagan, y especialmente a Dr. Hymers. Estaba llorando y no podía parar. Me sentí tan asqueada de mi misma...Entonces Dr. Hymers me mostró el bello rostro de Jesús, cubierto con Su Sangre. Pensar en ello todavía me hace romper en lagrimas. Nunca olvidaré ese rostro, el rostro de Él que amorosamente murió por mí. Yo quería terminar con mi agonía. Luego Dr. Cagan me preguntó: “¿Vendrás a Jesús?” Yo respondí sin tardar, “¡Sí, yo vendré a Él! ¡Yo vendré a Él!” Me arrojé a É...Jesús me abrazó completamente y lavó mis pecados [con Su Sangre].
Joseph Hart sabía exactamente lo que ella sintió, porque tuvo la misma experiencia después de rechazar a Jesús por muchos años. Él dijo:
Venid, pecadores viles, que en quebranto os encontráis;
Jesús quiere ya salvaros, compasivo y fuerte es:
Jesús puede, Jesús puede, y Él quiere, no dudéis.
Jesús puede, Jesús puede, y Él quiere, no dudéis.
¡Vengo ya Jesús, vengo hacia Tí!
Lávame en Tu Sangre que fluyó, Jesús , por mí.
Aunque me culpen y burlen,
Con vergüenza y culpado,
A Él iré pues Su nombre,
Sobre todos, es Jesús.
(FIN DEL SERMÓN)
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