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POR QUÉ JOHN WAYNE FUE AL INFIERNO por Dr. R. L. Hymers, Jr. Un sermón predicado la Noche del Día del Señor, 20 de Octubre de 2013 |
La encuesta de Harris pone a John Wayne en la lista de las diez estrellas de cine más populares todos los años, a pesar de que él murió en 1979. Él era el número cinco en la última encuesta de Harris. Sólo Johnny Depp, Denzel Washington, Clint Eastwood y Tom Hanks estuvieron adelante de él. Todos ellos todavía están vivos y trabajando. John Wayne ha estado muerto por 34 años, pero se encuentra todavía en las primeras cinco estrellas más populares. ¡De hecho, él es el único actor de cine muerto en la lista! Esto demuestra la gran y duradera popularidad de este icono de Hollywood. En el año que murió estaba en la parte superior como un sorteo de taquilla. John Wayne era un superestrella. Les digo esto para demostrar que no era una persona común y corriente que mandó a llamar a un pastor cuando estaba muriendo.
La noche antes de que John Wayne fuera operado de cáncer, hizo que su secretaria llamara a Dr. Robert H. Schuller por teléfono, el entonces famoso predicador de televisión. Schuller fue a la habitación de hospital de John Wayne y lo encontró vestido sólo en sus pantalones cortos, acostado en la cama. “Duke” era el sobrenombre de John Wayne. Después de unos minutos de charla ligera, dijo Schuller, “Duke, ¿puedo orar por ti?” Wayne dijo: “Claro, yo necesito toda la ayuda que pueda conseguir”. Schuller cerró los ojos y dijo esta oración:
“Señor, John Wayne sabe de ti. Él ha oído de ti toda su vida. Él te admira. Él te respeta. Y muy por dentro él sabe que tú puedes y quieres perdonarlo de todos sus pecados. Muy por dentro en su mente te acepta y cree en ti y te ama, ahora” (traducción de Robert H. Schuller, D.D., Self-Esteem: The New Reformation, Word Books, 1982, pp. 158, 159).
Entonces Schuller dijo que él estaba seguro de que John Wayne ahora era salvo porque el rostro de Wayne tenía “paz”. Schuller dijo: “Sin duda alguna, yo dije las palabras correctas, y él las siguió sin resistencia y con aceptación sincera” (ibid., p. 159). ¡Sin embargo, Schuller no dijo cómo sabía todo eso con sólo un vistazo al rostro de John Wayne!
Cuando leí eso al principio me enojé con Robert Schuller. Yo amaba a John Wayne. Yo nunca diría eso de ningún otro actor. El era buen hombre en varias maneras – patriótico y leal a sus amigos. El era amigo del Presidente Reagan cuando Reagan era el gobernador de California. Y John Wayne me recordaba a Bill McDonell, mi padrastro. Bill era un Marino “rapado” que peleó en combate uno contra uno con el enemigo en la jungla de las Islas Salomón, cerca de Guadalcanal, en la Segunda Guerra Mundial. En un momento se quedó atrapado en una trinchera durante días con los cadáveres de todos los demás marinos en su conjunto. Hasta el día de hoy, no puedo ver a John Wayne en “Back to Bataan”, o “The Sands of Iwo Jima”, sin pensar en mi amigo, Bill McDonell. Cada vez que oigo el Himno de los Marinos, cantado al final de “The Sands of Iwo Jima”, se me hace un nudo el estómago y lágrimas brotan de mis ojos.
Desde las salas de Montezuma
A las playas de Tripoli
Luchamos las batallas de nuestro país
Como en la tierra, y en los mares…
(Traducción de “El Himno de los Marinos,” autor desconocido,
versión de 1929).
Hay una foto de John Wayne en la pared de mi estudio en nuestra casa. Su rostro áspero me miró mientras preparaba este sermón.
Ahora, quizá pensarás que voy a predicar sobre la oración de Schuller. Pero no lo haré. Solo diré unas cuantas palabras sobre eso.
1. Primero, Schuller nunca mencionó al Salvador, Jesús. Comenzó la oración con “Señor”, pero nunca dijo quién era. Un musulmán podría haber dicho eso. El nombre de Jesús nunca fue mencionado ni una sola vez en la oración.
2. Segundo, Schuller dijo que el “Señor” quería perdonarlo. Pero no dijo cómo, ni sobre qué base, Dios podía hacer eso. Pues, ves, Schuller no menciono ni una sola vez o incluso aludió al Evangelio de Jesús. No hay ninguna mención de Jesús muriendo en el lugar del pecador, para pagar por sus pecados. No se hizo mención de la Sangre de Cristo, derramada para limpiar al pecador. No se hizo mención de la resurrección de Jesús, resucitado para dar vida a los pecadores. En otras palabras, no se mencionó para nada el Evangelio de Jesús (I Corintios 15:1-4).
3. Tercero, esa fue una oración completamente sin Jesús. Jesús no apareció en ninguna parte de la oración.
4. Cuarto, Schuller ni siquiera le pidió a John Wayne que dijera la oración con él. Así que esta no fue una “oración de pecador”. De hecho, en realidad no era una oración – ya que no le pidió a Dios que hiciera algo. Fue un discurso, no una oración.
Schuller dijo que John Wayne fue salvo por medio de esta “oración”. ¡Imposible! ¡Nadie puede ser salvo sin Jesús! ¡Nadie puede ser salvo sin el Evangelio! ¡Jesús es el único Salvador! La Biblia dice:
“Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos” (Hechos 4:12).
Basado en lo que leí en el libro de Schuller, yo tendría que decir que John Wayne jamás experimentó la conversión, jamás fue salvo, y se fue al Infierno cuando murió unos meses después. En realidad odio decir eso. Pero la evidencia me fuerza a decir que, con toda posibilidad, John Wayne fue al Infierno. Y Schuller es de culpar, por no darle el Evangelio a él. Ves, John Wayne mandó a su secretaria a llamar a Schuller. Schuller era el predicador en quien él pensó, ya que era tan popular en la televisión entonces. Pero Schuller le falló. No le dio el Evangelio – así que la evidencia me fuerza a decir que John Wayne fue al Infierno cuando falleció.
Ahora quiero que voltees en tu Biblia a nuestro texto. Es la primera mitad de Hebreos 2:3. Por favor de pie mientras lo leo.
“¿Cómo escaparemos nosotros, si descuidamos una salvación tan grande?” (Hebreos 2:3).
Se pueden sentar.
Mi tema esta noche es “Por Qué John Wayne Fue al Infierno”. Ciertamente John Wayne fue al Infierno porque el falso profeta Robert Schuller no le presentó el Evangelio a él. Pero hay más que eso allí. Hay una razón más profunda que esa. La razón principal – la verdadera razón conclusiva por la que – John Wayne nunca fue salvo fue que él descuidó la salvación de su alma. ¡Él descuidó “una salvación tan grande” hasta que fue demasiado tarde para que él fuera salvo!
“¿Cómo escaparemos nosotros, si descuidamos una salvación tan grande?” (Hebreos 2:3).
La palabra clave en ese texto es “descuidamos”. Esa es la traducción de la palabra Griega que viene de amĕlĭo – y significa “ignorar” (George Ricker Berry), “ignorar a,” “descuidar” (Augustus Strong).
El Dr. J. Vernon McGee dijo: “¿Cómo escaparemos, si descuidamos una salvación tan grande? ¿Qué haces para estar perdido? Nada. Puedes estar perdido por descuidar” (traducción de J. Vernon McGee, Thru the Bible, Thomas Nelson Publishers, 1983, tomo V, p. 514; nota sobre Hebreos 2:3). El Dr. John R. Rice habló de esto en una de sus canciones:
Demoraste, al Salvador así rechazando,
Tan paciente y dulce, te advirtió el Señor;
Lo prohibido comiste, a Satán le creíste;
Tu pecado ha endurecido tu corazón.
Triste será ese juicio, sin su misericordia,
Pues tú te demoraste y Jesús se marchó;
¡O, que remordimiento, cuando llegue tu muerte,
Y tú te has demorado en venir a Jesús!
(“If You Linger Too Long” por John R. Rice, D.D., 1895-1980).
“Una salvación tan grande” habla de Jesucristo, que bajó del Cielo y murió en la Cruz para pagar por nuestros pecados, luego resucitó de los muertos y ascendió de vuelta al Cielo para darnos vida. De esta “salvación tan grande” es de lo que se habla aquí. ¿Pero cómo podrás escapar el juicio de Dios si descuidas esta salvación tan grande? ¿Cómo podrás escapar el juicio y el Infierno si eres tan descuidado de, y desatiendes, y pospones una “salvación tan grande”?
El Dr. Rice dijo: “¿Por qué se queda perdida la gente? ¿Por qué se van sin estar preparados a encontrar la ira de Dios en vez de Su misericordia? La respuesta es que no se proponen ir al Infierno. Todos los hombres esperan ser salvos algún día…Pero los hombres que se proponen ser salvos [algún día] descuidan la salvación. ¡El descuido es la carretera principal hacia el Infierno! (traducción de John R. Rice, D.D., in Revival Appeals, Sword of the Lord Publishers, edición de 1978, p. 170).
Hay muchos jóvenes en la universidad que reciben calificaciones de “F” en algún curso que tomaron. Aplazan porque descuidaron estudiar todos los días, aunque les advertí, en casi todos los servicios, que necesitaban estudiar todos los días. Esperan apretar y estudiar toda la noche para reponer el descuido de estudiar. ¡Pero es demasiado tarde! Los días que perdieron no se pueden reponer. Aplazan o salen muy mal del curso por una sola razón – ¡descuido!
Dr. Rice contó de una joven que vino a pedirle que fuera a ver a su madre que estaba muriendo, y temía morir y quería ser salva. Él dijo que lo pospuso dos días porque estaba muy ocupado. ¡Luego, el tercer día, mientras el Dr. Rice predicaba en cierta iglesia, un hombre llamó al pastor y le pidió que predicara el sermón del funeral de la mujer que el Dr. Rice nunca fue a ver! Dr. Rice dijo: “Mi corazón esta avergonzado y lloro muchas veces con arrepentimiento, pero no puedo deshacer lo que se fue. La mujer que temía morir sí murió. Si encontró a Dios en paz, nunca lo supe. ¡Oh, si yo hubiera ido de inmediato!” (ibid., p. 176). ¡Aquella pobre mujer pudo haber ido al Infierno – por el descuido del predicador!
Cuando yo estaba en la secundaria tuve un amigo llamado Mike. Era un joven solitario, y yo también porque era nuevo en la escuela. Me daba lástima por su soledad. Yo lo escuchaba hablar, a veces por horas. Yo sabía que él vendría a la iglesia conmigo si se lo pedía. No había duda en mi mente que él vendría conmigo a oír el Evangelio. Pero lo pospuse. Había mucho tiempo – al menos eso pensé. Entonces un día hubo una llamada telefónica. Su madre estaba en el teléfono. Ella me dijo que él fue al parque y puso una pistola en su boca, y se mató. Yo fui a ver a su madre. Ella aullaba y lloraba hasta que sentí que mi corazón se rompería. Ella quiso darme su máquina de escribir. Ella trató de darme su ropa, mientras lloraba y sollozaba por su hijo único. Yo no aguanté y literalmente salí corriendo de su casa, casi sin decirle adiós. No pude dormir varias noches. Mi estómago estaba en nudos. “¡Tú lo mataste! ¡Tú lo mataste! ¡Tú lo mataste!” – se repetía vez tras vez en mi mente. Recientemente le conté esa historia al un nuevo evangélico. Él dijo: “Deja de culparte. No fue tu culpa”. Pero sus palabras no me consolaron. Han pasado casi 54 años desde que Mike se quitó la vida, a solas bajo los árboles en aquel parque. Sé que sí lo maté, con tanta seguridad como si hubiera apretado el gatillo de la pistola. Lo maté por negligencia. En lugar de llevarlo a la iglesia y suplicarle que fuera salvo – descuidé hacer lo que sabía que era correcto. ¡Sí, yo maté a mi amigo por descuidarlo! ¡Oh, jóvenes, no dejen que su familia y amigos vayan a la eternidad sin hacer todo lo posible para que sean salvos! ¡No vayas por la vida atormentado por la culpa de descuidar sus almas! ¡No dejes que se vayan al Infierno por descuidar el ganarlos a Jesús!
¡Que Dios nos ayude! El descuido ha enviado más almas al Infierno que todos los otros pecados en el mundo entero combinados!
El Dr. Rice contó de un vaquero anciano en el Oeste de Texas que fue salvo en un avivamiento Metodista, como los tenían hace mucho tiempo. Luego el anciano fue y trajo a su hijo Roy, y lo llevó a la reunión de avivamiento en la iglesia Bautista. Cuando se dio la invitación el anciano dijo: “Roy, debes ir. Roy, por favor ve y ora con el predicador”. Pero Roy meneó la cabeza y enfáticamente dijo que no iba a ser salvo esa noche.
El Dr. Rice dijo que eso pasó un Sábado en la noche. Una semana después, Sábado en la tarde, Roy se cayó de espaldas de una carreta. Roy se levantó y se sacudió la ropa, y se rio de su torpeza con los otros que estaban allí. Pero yendo a casa, cayó de la carreta inconsciente por sus lesiones internas – y la siguiente mañana murió. Dr. Rice dijo: “Yo estuve en el funeral el Lunes. El anciano vaquero vino y se puso al lado del ataúd de su hijo después de que el predicador dio el sermón del Evangelio. Cuando ya todos habían pasado a darle la mano al vaquero, él se volvió y miró abajo hacia el ataúd al rostro de su hijo muerto. El anciano sobó el rostro frio de su hijo y dijo: ‘Adiós, Roy.’ Él se quedó allí un largo tiempo al lado del ataúd, susurrando: ‘Adiós, Roy.’ Lagrimas corrían por su rostro y temblaban sus labios. Él apartó el cabello de la frente de Roy y dijo otra vez: ‘Adiós, Roy.’ Dr. Rice dijo: “Yo sabía lo que él quería decir. Todos los demás sabían lo que él quería decir. El anciano decía: “¡Adiós para siempre!” Él sabía que su hijo estaba en el Infierno y que nunca lo volvería a ver otra vez. Ves, Roy tuvo una oportunidad de ser salvo, pero descuidó la salvación de su alma” (ibid., pp. 179, 180).
“¿Cómo escaparemos nosotros, si descuidamos una salvación tan grande?” (Hebreos 2:3).
Yo te advierto solemnemente esta noche que no puedes escapar del juicio por tu pecado si descuidas una salvación tan grande!
¿Recuerdas cuando primero me oíste predicar un sermón como este? ¿Recuerdas como te daba temor que pensabas en él por largo tiempo? ¿Recuerdas eso? Pero ahora has descuidado la salvación por tanto tiempo que tu corazón está frío, ¡y no querrás pensar sobre este sermón para nada cuando vayas a casa esta noche! ¿Sabías que pronto ya no serás movido para nada por ningún sermón del Evangelio? Oh, cuando descuidas esta salvación tan grande, ¿Cómo escaparás el endurecimiento de tu corazón?
John Wayne fue a la iglesia cuando era un niño pequeño, creciendo aquí en Glendale, California. Pero era un chico grande, fuerte – y fue a USC, y estuvo en el equipo de Futbol, con su amigo, Ward Bond. Después de varios semestres a estos muchachos grandes se les pidió que fueran a un estudio en Hollywood para ser “extras” en las películas, y hacían papeles menores. Luego John Wayne se volvió una gran estrella de cine en películas del Oeste y de guerra. Él vivía rápido, bebía licor, fumaba mucho, y se casó con tres diferentes muchachas mexicanas. Le preguntaron por qué. Y sonreímos cuando dijo: “Cada vez que me quería casar, sucedió cuando estaba al sur de la frontera”. Pero nunca pensó en la salvación de su alma. Aun cuando los médicos cortaron uno de sus pulmones para quitar un cáncer, él volvió a su vida, fumando y bebiendo, a la vez descuidando la salvación de su alma.
Pronto, los días y los años volaron, y era de la edad que yo tengo ahora. Nunca verás cuán rápido pasa el tiempo hasta que, de repente, estás viejo. Entonces miras hacia atrás y dices: “Nunca supe cuán rápido pasan las semanas y los meses, y los años vuelan – ¡tan rápido! ¡Tan rápido! ¡Tan rápido!”
Ahora John Wayne estaba en el hospital con un dolor perenne en el estómago. El doctor dijo: “Probablemente es cáncer. Tendremos que sacarlo mañana”. Finalmente, al último momento, él pensó: “Más me vale ver a un predicador. Más me vale ver a un hombre que me pueda decir como estar listo en caso que muera”. Así que su secretaria llamó – a Dr. Robert H. Schuller para que viniera a ver al actor que fallecía. ¡Espera un minuto! ¿Por qué no llamó a un pastor que predicaba el Evangelio? Él había conocido a Robert Schuller y lo había visto en la televisión algunas veces. ¿Qué sabía él de predicadores? Él había descuidado su salvación toda la vida. ¿No era un predicador igual a otro? Así que llamó a Schuller, quien dio una tal llamada “oración” sin el Evangelio, y sin mención alguna de Jesús, como nos dijo Schuller en sus propias palabras. Y como el falso profeta Balaam, Schuller le dio un consuelo falso y lo dejó ir.
Yo vi los Premios de la Academia esa primavera porque ellos dijeron que John Wayne haría acto de presencia. Le tuvieron que poner en un traje de buzo, debajo de su traje, porque tenía demasiado frío por el cáncer. Él estaba tan débil y delgado que se veía como muerto, cuando pasó al escenario y dijo unas cuantas palabras. ¡Me rompió el corazón verlo así – perdido por toda la eternidad!
“¿Cómo escaparemos nosotros, si descuidamos una salvación tan grande?” (Hebreos 2:3).
Aquí hay otra verdadera historia del Dr. Rice, acerca de su infancia, en una pequeña iglesia en el campo, en el Oeste de Texas. El Dr. Rice era sólo un niño cuando su maestra de la Escuela Dominical le pidió a él y al resto de la clase que oraran para que su hijo, Clyde, fuera salvo en la campaña evangelística que iban a tener. El Dr. Rice dijo:
El primer Domingo por la mañana [después del sermón] Fui a Clyde y le dije, “Clyde, tu madre y toda la clase de la Escuela Dominical acordaron orar para que fueras salvo en esta reunión. Ya es tiempo que seas salvo, Clyde. Todos estamos orando por ti. ¿No vendrás hoy?”
Recuerdo muy bien cómo él se aferró a la parte posterior del asiento delante de él, cómo las lágrimas caían en las bancas de caoba. Con labios temblorosos me dijo: “Juan, me alegro de estén orando por mí y quiero que sigan. Y yo voy a ser salvo, también. Yo no estoy preparado, pero estoy muy feliz de que están orando por mí”. Su corazón estaba agitado y tierno…Sin embargo, él no se rindió [a Cristo] ese día.
Un año más llegó y otra campaña [evangelística]. Aún Clyde no había confiado en Cristo...Una segunda vez fui a hablar con él y le rogué que aceptara a Cristo. Esta vez él fue educado y amable. Me dio las gracias por hablar con él, pero él dijo que no estaba preparado. Y esta vez no hubo lágrimas. El efecto letal de [abandono] estaba haciendo efecto en su corazón.
Un año, dos años pasaron. Clyde ya había crecido. Se fue a trabajar lejos de casa. Cuando regresó era un hombre. Yo era un año o dos más joven. Llegó otra [reunión evangelística]. Esta vez Clyde estaba sentado con un grupo rudo de jóvenes inconversos en la parte de atrás [de la iglesia]. Cuando llegó la invitación fui con él de nuevo y le rogué que aceptara a Cristo...Él ya no era un niño. Ahora, [respaldado] por sus compañeros malos, él se burló de mí y me dijo, “¿No crees que yo tendría suficiente sentido común para saber si quería ir, sin que nadie me diga? No voy [a hacerlo]”...Yo le insistí, le tomé del brazo, pero él se negó. Finalmente se volvió hacia mí y dijo en voz alta, para que todos pudieran oír: “No, no voy a ir, ya te lo dije. ¡Maldita sea, déjame en paz!”
Yo había hablado con Clyde muchas veces antes. No recuerdo si alguna vez hablé con él de nuevo acerca de la salvación.
Una vez él fue tierno. Una vez lloró por sus pecados. Una vez, con los labios temblorosos me dio las gracias por rogarle que fuera salvo. Pero a medida que rechazaba la salvación de su alma a través de los años, su corazón se endureció, se cerró la puerta para que él no pudiera, aunque hubiera querido, ir a Cristo para ser salvo.
Pasaron los años y llegó 1918 [fue durante la Primera Guerra Mundial]. Fui reclutado [en el Ejército] y al igual que Clyde...Él nunca regresó de la guerra (Rice, ibid., pp. 183, 184).
Esperó demasiado tiempo. Se olvidó de la salvación de su alma hasta que su corazón estuvo demasiado duro para confiar en Jesús. Murió allí, frío, húmedo y solo, en las trincheras en Francia.
“¿Cómo escaparemos nosotros, si descuidamos una salvación tan grande?” (Hebreos 2:3).
No puedes escapar de ir a la eternidad sin estar preparado, sin tener tus pecados sean perdonados, si sigues descuidando una salvación tan grande ofrecida por el Salvador, Jesucristo. La Biblia dice: “Si oyereis hoy su voz, No endurezcáis vuestros corazones” (Hebreos 3:7, 8).
Si deseas hablar con nosotros sobre confiar en Jesús ahora, esta noche, por favor deja tu asiento y camina a la parte de atrás del auditorio. Dr. Cagan te llevará a otra sala donde podamos orar. Ve ahora. Dr. Chan, por favor ore para que alguien sea salvo esta noche.
(FIN DEL SERMÓN)
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La Escritura Leída por el Sr. Abel Prudhomme Antes del Sermón: Marcos 9:43-48.
El Solo Cantado por el Sr. Benjamin Kincaid Griffith Antes del Sermón:
“If You Linger Too Long” (por Dr. John R. Rice, 1895-1980).
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