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DE LA CREACIÓN A UN ATAÚD (SERMÓN #75 SOBRE EL LIBRO DE GÉNESIS) por Dr. R. L. Hymers, Jr. Un sermón predicado en el Tabernáculo Bautista de Los Ángeles “Y José dijo a sus hermanos: Yo voy a morir; mas Dios ciertamente os visitará, y os hará subir de esta tierra a la tierra que juró a Abraham, a Isaac y a Jacob. E hizo jurar José a los hijos de Israel, diciendo: Dios ciertamente os visitará, y haréis llevar de aquí mis huesos. Y murió José a la edad de ciento diez años; y lo embalsamaron, y fue puesto en un ataúd en Egipto” (Génesis 50:24-26). |
El Libro de Génesis es un libro de comienzos. La misma palabra “Génesis” significa “nacimiento” o “principio”. Los antiguos rabinos que lo tradujeron al Griego, lo llamaron “Génesis”, porque comienza con las palabras: “En el principio creó Dios los cielos y la tierra” (Génesis 1:1). El Libro de Génesis describe el principio de los cielos y la tierra – así como el principio de las plantas, los animales y la vida humana. ¡Así que el Libro del Génesis es un libro de vida!
Pero también es un libro de muerte. El origen de la muerte es dado. Los efectos terribles de la muerte son descritos. La conexión del pecado y la muerte también es descrita. En el cuarto capítulo la primera muerte es registrada en el asesinato de Abel. En el quinto capítulo las muertes de los patriarcas de la antigüedad están catalogadas. En el sexto capítulo la muerte de toda la raza humana en el Diluvio, con la excepción de Noé y su familia, se cuenta de nuevo. Estos dos temas de la vida y la muerte se entrelazan y relatan en todo el Libro del Génesis.
Es mi propósito esta noche enfocarme en la muerte de José en nuestro texto como un fragmento, un breve pasaje que ilumina esas verdades de la vida y la muerte.
“Y José dijo a sus hermanos: Yo voy a morir; mas Dios ciertamente os visitará, y os hará subir de esta tierra a la tierra que juró a Abraham, a Isaac y a Jacob. E hizo jurar José a los hijos de Israel, diciendo: Dios ciertamente os visitará, y haréis llevar de aquí mis huesos. Y murió José a la edad de ciento diez años; y lo embalsamaron, y fue puesto en un ataúd en Egipto” (Génesis 50:24-26).
El Libro del Génesis comienza con la creación de la vida en el Huerto del Edén y termina “en un ataúd en Egipto” (Génesis 50:26). Esto es tan sorprendente que creo que debemos empezar con el mensaje negativo de la muerte, y terminar con el mensaje positivo de la vida.
I. Primero, Génesis describe vívidamente la ley del pecado y de la muerte.
El Apóstol Pablo habló de “la ley del pecado y de la muerte” en Romanos 8:2. La ley del pecado y de la muerte simplemente significa, “la paga del pecado es muerte” (Romanos 6:23). La ley del pecado y de la muerte, dice, “el alma que pecare, esa morirá” (Ezequiel 18:4). Eso es lo que Dios le dijo a nuestros primeros padres. Les advirtió que no comieran del fruto prohibido, “el día que de él comieres, ciertamente morirás” (Génesis 2:17). Esa era la ley del pecado y de la muerte. Dios dijo, en efecto, “Si tú cometes este pecado morirás”. Pero ellos no le creyeron a Dios. ¡Y comieron y después murieron!
Cuando yo era pequeño todas las tardes mi madre cuidaba a un niño que le decían el “Guasón”. La estufa estaba encendida, y mi madre le dijo: “Guasón, no pongas tu dedo en la llama o te quemarás”. ¡Por supuesto, con un nombre como Guasón ya sabes lo que pasó! Guasón puso el dedo en la llama y luego empezó a gritar. Mi madre le dijo: “Te dije que eso pasaría”. Sí, pero no hizo caso. Metió el dedo en la llama, y se quemó. Eso ilustra la ley del pecado y de la muerte. Dios dijo: “el día que de él comieres, ciertamente morirás”. Ellos no le creyeron. Y lo comieron. Y murieron. ¡Esa es la ley del pecado y de la muerte! Alguien puede decir: “¡Eso no es justo!” Disculpa, ¡eso no tiene nada que ver! Si pones tu dedo en la llama de fuego se va a quemar. Esa es la ley de causa y efecto. Si tiras una piedra para arriba, va a bajar. ¡Esa es la ley de la gravedad! Si la tiras para arriba y cuando viene para abajo te cae en la cabeza, no puedes decir, “Eso no es justo”. ¡No tiene nada que ver con eso! Es la ley de la gravedad. Si tiras algo para arriba, ¡va a venir abajo! Es la ley. Lo mismo ocurre con la ley del pecado y de la muerte. El alma que pecare, esa morirá. Nuestros primeros padres pecaron, y por eso murieron. Esa es la ley – ¡la ley del pecado y de la muerte! ¡La justicia no tiene nada que ver con eso! Todo lo que sube, tiene que bajar. Es la ley. El que peca debe morir. Es la ley. A la gente no le gusta, pero aún así es la ley – y no se puede quebrantar más de lo que la ley de la gravedad puede ser quebrantada.
Nuestros primeros padres pecaron en el Huerto del Edén, y murieron en el Huerto del Edén. Esa es la ley del pecado y de la muerte. Primero murieron espiritualmente, y después murieron físicamente, porque la semilla de la muerte entró en ellos cuando pecaron.
Trágicamente, su pecado trajo la muerte no sólo a ellos, sino también a todos sus descendientes. La gente puede decir: “Eso no es justo”. Yo sé que pueden decir eso, pero la justicia no tiene nada que ver con eso. Es la ley, la ley del pecado y de la muerte. El otro día leí acerca de un bebé que nació con VIH. El bebé no pecó. Pero la madre pecó. Por lo tanto su bebé nació de esa manera. La justicia no tiene nada que ver con eso. Es la ley del pecado y de la muerte. Cuando una persona peca usualmente afecta a otros también.
Y así fue a través del Libro del Génesis, comenzando con el pecado y la muerte de nuestros primeros padres. Pero la maldición del pecado y de la muerte no terminó ahí. La Biblia dice:
“Porque así como por la desobediencia de un hombre los muchos fueron constituidos pecadores” (Romanos 5:19).
Al igual que el bebé que nació con VIH, todos fuimos “constituidos pecadores” por el pecado de nuestros primeros padres. El Catecismo de Heidelberg dice que nuestra naturaleza de pecado viene “de la caída y desobediencia de nuestros primeros padres, Adán y Eva, en el Paraíso. Esta caída ha envenenado nuestra naturaleza de tal manera que nacemos pecadores – corruptos desde la concepción” (traducción del Catecismo de Heidelberg, pregunta siete). La Confesión Bautista de 1689, dice que su “... pecado fue imputado, y la naturaleza corrompida transportada, a toda su posteridad que desciende de ellos según la generación ordinaria, siendo concebidos en pecado, y por naturaleza hijos de ira, siervos del pecado, objetos de muerte, y todas otras miserias espirituales, temporales y eternas, a menos que el Señor Jesús los libere. De esta corrupción original…proceden todas las transgresiones actuales” (traducción de The Baptist Confession of Faith 1689, capítulo 6:2, 3).
“A menos que el Señor Jesús nos libere” somos “hijos de ira, siervos del pecado, objetos de muerte”. La Biblia dice:
“Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron” (Romanos 5:12).
El Libro del Génesis muestra que este versículo es verdadero. El primer hijo de Adán y Eva fue el asesino Caín. Él nació pecador porque sus padres pecaron. El quinto capítulo del Génesis es un catálogo de la muerte de los patriarcas antes del Diluvio, porque “el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres”. En el tiempo de Noé,
“Y vio Jehová que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal” (Génesis 6:5).
“El pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres” (Romanos 5:12).
De ahí en adelante a través del resto del Génesis los patriarcas fueron pecadores por naturaleza, y murieron como resultado del pecado de Adán. Y así termina el Génesis, no con el triunfo y el éxito del hombre, sino con la muerte como consecuencia del pecado,
“Y murió José a la edad de ciento diez años; y lo embalsamaron, y fue puesto en un ataúd en Egipto” (Génesis 50:26).
El Génesis empieza con Dios creando la vida, y termina con el pecado produciendo muerte, y José “fue puesto en un ataúd en Egipto”.
Ahora, entonces, ¿cómo te afecta esto? ¿Qué influencia tiene en tu vida? ¡En realidad, nada en el mundo te preocupa más! En primer lugar, vas a morir físicamente como resultado del pecado. Recuerdo la primera vez que me di cuenta de que iba a morir. Yo tenía unos ocho años de edad. Mi perrita salió corriendo a la calle y fue atropellada por un auto. Mientras sostenía su cuerpo roto en mis brazos comprendí por primera vez que yo también iba a morir. Era un pensamiento espantoso. Estoy seguro de que la mayoría de nosotros, ya sea que lo recordemos o no, fuimos sacudidos cuando nos dimos cuenta de que íbamos a morir. Y la muerte no es algo de lo que piensas una o dos veces. Los psiquiatras dicen que la persona promedio piensa en su propia muerte más de una vez cada hora del día. Si eso es verdad, pensamos en nuestra muerte más que casi cualquier otra cosa. Estamos obsesionados por ella. Tratamos de hacerla sublime. La ponemos a un lado. Pero nuestras mentes vuelven a ella una y otra y otra vez. No podemos sacarla de nuestras mentes, no importa lo que hagamos. Incluso cuando dormimos a veces pensamos en la muerte. ¡No podemos escapar de la idea de morir!
Así que, ya ves, si la idea de la muerte era el único resultado del pecado, que tremendo efecto tiene en nuestras vidas. Pero ese no es el único resultado del pecado. Hay muchos otros efectos. Uno de ellos son los pensamientos oscuros y perversos que proceden de tu corazón pecaminoso. Jesús dijo: “Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos…Todas estas maldades de dentro salen” (Marcos 7:21, 23). Yo no tengo que demostrarte eso a ti, ¿verdad? Tú sabes mejor que nadie los pensamientos oscuros y pecaminosos que pasan por tu mente, pensamientos que no puedes controlar. No puedes detenerlos, no importa lo que hagas. Esto, también, es un efecto del pecado original, la naturaleza pecaminosa que heredamos de nuestros padres.
Y luego está la dificultad que tienes en la oración. Pero, ¡por supuesto! Se te hace difícil la oración, ¿no? No debería ser así. Sabes que no debería. Pero ahí está, y no puedes hacer nada al respecto, ¿verdad? Sabes que un buen Cristiano debe amar la oración. Y sin embargo, no la amas. De hecho, seamos sinceros, realmente odias orar por cualquier cantidad de tiempo – ¿no?
Ahora, pues, eso presenta una imagen muy desagradable y oscura de tus pensamientos íntimos, ¿no? Piensas en la muerte. Tiene pensamientos vergonzosos. No te gusta la oración. De hecho, si estás con alguien que ora por mucho tiempo, realmente lo odias. No es una imagen muy bonita de tu vida interior, ¿verdad? De hecho, si te permites pensar en ello, bien podrías decir con el Apóstol:
“¡Miserable de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte?” (Romanos 7:24).
Ves, la ley del pecado y de la muerte te ha atrapado, como la Biblia dice, “muertos en vuestros delitos y pecados” (Efesios 2:1). ¿No es verdad – espiritual y psicológicamente, estás tan muerto como José cuando “fue puesto en un ataúd en Egipto” (Génesis 50:26). Pero, gracias a Dios, ¡no nos quedamos allí! Y eso nos lleva al segundo punto de este sermón.
II. Segundo, Génesis describe vívidamente la única esperanza del hombre.
Escucha de nuevo los primeros dos versículos en nuestro texto,
“Y José dijo a sus hermanos: Yo voy a morir; mas Dios ciertamente os visitará, y os hará subir de esta tierra a la tierra que juró a Abraham, a Isaac y a Jacob. Hizo jurar José a los hijos de Israel, diciendo: Dios ciertamente os visitará, y haréis llevar de aquí mis huesos” (Génesis 50:24-25).
Hay muchas lecciones que podemos aprender de estos versículos, pero sólo voy a sacar una de ellas, una muy simple: José sabía que nuestra única esperanza está en Dios. “Dios ciertamente os visitará, y os hará subir de esta tierra a la tierra que juró a Abraham, a Isaac y a Jacob”. “Dios ciertamente os visitará, y haréis llevar de aquí mis huesos”. José tenía fe para creer que Dios los sacaría de Egipto, a Canaán. Egipto es un tipo del pecado y de la muerte. Canaán es un tipo de la vida y la salvación. José tenía fe que Dios los sacaría de la tierra de la muerte, a la tierra de la esperanza y de la vida. Hebreos 11:22 dice:
“Por la fe José, al morir, mencionó la salida de los hijos de Israel, y dio mandamiento acerca de sus huesos” (Hebreos 11:22).
No puedo pensar en una mejor manera para mostrarte que Dios es tu única esperanza. Si Dios no nos salva, estamos condenados por la ley del pecado y de la muerte. Y Dios tiene que hacer toda la salvación. José dijo: “Dios ciertamente os visitará, y os hará subir de esta tierra a la tierra que juró a Abraham, a Isaac y a Jacob” (Génesis 50:24). ¡“Dios…os hará subir” de la tierra de la muerte a la tierra de la vida!
Si lees el siguiente libro de la Biblia, el Libro del Éxodo, encontrarás que Dios lo hizo todo. El pueblo se rebeló y pecó, y no se ayudaron en absoluto. Dios hizo toda la salvación. Dios los sacó de la esclavitud. Dios los llevó a la tierra prometida. Y los Discípulos le preguntaron a Jesús,
“¿Quién, pues, podrá ser salvo? Para los hombres es imposible, mas para Dios, no...” (Marcos 10:26, 27).
Entonces, ¿qué debes hacer tú? “Bueno, no voy a hacer nada”, dice alguien. “Voy a sentarme en la iglesia como un bulto de tierra y voy a esperar a que Dios me salve”. Bueno, si haces eso, irás al Infierno. Sí hay algo que tienes que hacer. La Biblia dice:
“Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo” (Hechos 16:31).
¡Cree en Jesús! Confía en Él – ¡y Él hará toda la salvación! Él murió en la Cruz para pagar por tus pecados. ¡Se levantó de la tumba para darte vida y liberarte de la ley del pecado y de la muerte!
Te digo esta noche – ¡Cree en el Señor Jesucristo! ¡Arrójate sobre él! ¡Confía en Él! ¡Hazlo ahora! ¡Has esperado lo suficiente! ¡Confía en Él! ¡Él te salvará! ¡Él te ama! ¡Él perdonará tus pecados! ¡Él te salvará del juicio! “¡Su misericordia, oh, qué grande!” Sr. Griffith, ¡ven y canta esa canción otra vez!
Por el pecado caído fui,
Más Él aún así me amó;
Él me salvo de mi perdición,
¡Y Su bondad cuán grande es!
Gran bondad, gran bondad,
¡Y Su bondad cuán grande es!
(Traducción libre de “Su Amorosa Bondad” por Samuel Medley, 1738-1799).
Si estás listo para confiar en Jesús, por favor ve a la parte de atrás de este auditorio ahora y te llevaremos a un lugar tranquilo. Ve ahora mismo mientras el Sr. Griffith canta esa estrofa otra vez. Dr. Chan, por favor guíenos en oración por los que respondieron.
(FIN DEL SERMÓN)
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Puedes enviar en correo electronico al Dr. Hymers en Ingles a rlhymersjr@sbcglobal.net – o
puedes escribirle a P.O. Box 15308, Los Angeles, CA 90015, Estados Unidos.
Llamale por
telefono a (818)352-0452.
La Escritura Leída Antes del Sermón por el Sr. Abel Prudhomme: Génesis 50:22-26.
El Solo Cantado Antes del Sermón por el Sr. Benjamin Kincaid Griffith:
“His Loving Kindness” (por Samuel Medley, 1738-1799).
EL BOSQUEJO DE DE LA CREACIÓN A UN ATAÚD (SERMÓN #75 SOBRE EL LIBRO DE GÉNESIS) por Dr. R. L. Hymers, Jr. “Y José dijo a sus hermanos: Yo voy a morir; mas Dios ciertamente os visitará, y os hará subir de esta tierra a la tierra que juró a Abraham, a Isaac y a Jacob. E hizo jurar José a los hijos de Israel, diciendo: Dios ciertamente os visitará, y haréis llevar de aquí mis huesos. Y murió José a la edad de ciento diez años; y lo embalsamaron, y fue puesto en un ataúd en Egipto” (Génesis 50:24-26). (Génesis 1:1) I. Primero, Génesis describe vívidamente la ley del pecado y de la muerte, II. Segundo, Génesis describe vívidamente la única esperanza del hombre, |