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CRISTO – EL MÉDICO DEL ALMA

(ADAPTADO DE UN SERMÓN POR EL REV. GEORGE WHITEFIELD)

por Dr. R. L. Hymers, Jr.

Un sermón predicado en el Tabernáculo Bautista de Los Ángeles
La Mañana del Día del Señor, 27 de Febrero, 2011


Algunos de los que leen estos sermones en nuestro sitio de la red han preguntado por qué son tan cortos. La razón es simple – después de predicar cada frase mis palabras las traducen otros dos hombres, primero en Chino y luego en Español. Los tres hablamos rápido pero, aun así, estos sermones cortos duran alrededor de cincuenta minutos. Nadie se mueve. Todos escuchan con atención, aun los que visitan por primera vez y los niños pequeños.

Este sermón ha sido editado y acortado, con mis comentarios añadidos. Ha sido adaptado del sermón “Cristo el Médico del Alma”, por el Rev. George Whitefield, (George Whitefield, Sermons, Pietan Publications, 2008, tomo IV, pp. 46-62). Whitefield nació en 1714 y después de recibir su maestría de la Universidad Oxford, fue ordenado por la iglesia de Inglaterra. Él predicó su primer sermón en 1736. Whitefield se fue de misionero con sus amigos de Oxford, John y Charles Wesley a América. Al volver a Inglaterra, vio que su predicación sobre la necesidad de que los miembros de iglesias fueran renacidos causó que casi todos los ministros en Inglaterra le cerraran las puertas de sus iglesias. Fue denunciado desde los pulpitos por toda Inglaterra, pero esto solo logró que la gente quisiera oírlo. Expulsado de las iglesias por predicarle constantemente este mensaje a los miembros de iglesia, él comenzó a predicar al aire libre. Miles se juntaban a oírlo cuando viajaba por Gales, Escocia, Inglaterra y América. Predicó quince veces a la semana sin descanso por el resto de su vida. Se podía oír su voz por más de una milla, y una vez le predicó (sin micrófono) a más de 138 mil en Cambuslang, Escocia. Murió en Newburyport, Massachusetts pocas horas después de predicar su último sermón, el 30 de Septiembre de 1770. Nadie aparte de George Whitefield le ha predicado a más gente en la historia, excepto Billy Graham (quien usó aparatos electrónicos). Pero el mensaje “decisionista” de Billy Graham lo ha vuelto en una figura menos importante que Whitefield. El mismo Billy Graham admitió que ningún avivamiento vino durante sus campañas. Pero sin embargo, George Whitefield frecuentemente vio avivamiento enviado por Dios acompañar a su predicación. ¡No necesitamos más hombres como Billy Graham! ¡Necesitamos a hombres como George Whitefield otra vez! Por favor volteen al texto, Mateo 9:12, y pónganse de pie para la lectura de la palabra de Dios.

“Al oír esto Jesús, les dijo: Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos” (Mateo 9:12).

Se pueden sentar.

El significado de nuestro texto hoy ya casi se ha olvidado. Nos inundan sermones que nos dicen cómo ser prósperos, cómo sentirnos mejor, cómo tener mejores hogares, cómo ser felices, cómo tener éxito, y cómo ser sanados físicamente. Estamos inundados con los tales llamados sermones “expositivos”, lecturas tediosas de largos pasajes de la Escritura. Este método fue introducido por los Hermanos de Plymouth, y no viene de nuestro patrimonio Bautista. Son usualmente muy aburridos. Todos los sermones suenan igual. La gente no recuerda qué fue predicado. Porque se presentan demasiadas ideas en estas “exposiciones” modernas. En realidad no son sermones, sino estudios Bíblicos dirigidos a Cristianos, ¡aunque la mayoría en las congregaciones no son convertidos! Pero, ¿dónde están los predicadores cuyo mensaje central es el nuevo nacimiento y cómo ser convertido?

¿Dónde están los predicadores cuyo tópico central es el nuevo nacimiento y la conversión? ¿Dónde están aquellos cuyo tópico se centra en Cristo, el médico de las almas – el único que puede salvarnos del pecado, del Infierno, y del sepulcro? ¡Esa es la urgente necesidad de nuestra hora! Eso es lo que tu generación necesita oír fuerte y claramente en ésta hora oscura de la historia mundial. Al caer nuestra nación y cuando las naciones del mundo se alzan y rebelan – ¡que oigamos otra vez en nuestros púlpitos el gran Evangelio de nuestros antepasados que salva almas! Necesitamos sermones del Evangelio con fervor como los sermones predicados por Whitefield. ¡Y saquemos la música basura, y paremos de tener vergüenza de los himnos antiguos, y cantémoslos con gozo y gusto!

¡Nos alegra el oír, que Jesús salva hoy!
   ¡Buenas nuevas esparcid, que Jesús salva hoy!
Si por monte o si por mar, id a cada gente hoy;
   ¡El Señor nos ha de enviar, que Jesús salva hoy!
(Traducción libre de “Jesus Saves” por Priscilla J. Owens, 1829-1907).

¿De qué nos salva Jesús? No de la pobreza. Algunos grandes Cristianos en la historia vivieron en pobreza. No de enfermedades. Algunos grandes Cristianos en la historia padecieron mucha enfermedad. ¡Jesús murió en la Cruz y resucito de los muertos para salvarnos del pecado! ¡Ese es el mensaje central de la Biblia! “Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras” (I Corintios 15:3). Ese es el corazón del Evangelio. ¡Que lo oigamos otra vez, predicado con fervor y sudor en nuestros pulpitos!

“Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores
       (I Timoteo 1:15).

Ahora, al ver nuestro texto, vemos que Jesús se sentaba a comer en la casa de Mateo. Muchos publicanos y pecadores se sentaron a comer con Jesús. Los “publicanos” recogían impuestos de parte del gobierno Romano. Los Judíos Ortodoxos los odiaban porque trabajaban para Roma y se quedaban con mucho del dinero ellos mismos. Los Fariseos eran los Judíos Ortodoxos de aquellos días. Ellos pensaban que los publicanos eran ladrones y traidores a la nación Judía. Los “pecadores” eran aquellos que los Fariseos contaban como Judíos sin valor porque no respetaban las tradiciones rabínicas. Los Fariseos pensaban que eran “pecadores” terribles porque no seguían las reglas y tradiciones de los rabinos.

Debemos entender que los “publicanos” y “pecadores” no eran gente de la calle, drogadictos, o vivían de la asistencia social. No había gente de la calle ni asistencia pública. Ninguno de los que comieron con Jesús era tampoco drogadicto. Pero los Judíos Ortodoxos, que eran los Fariseos, los consideraban un desecho.

Cuando los Fariseos vieron a Jesús con los desechados “dijeron a los discípulos [de Jesús], ¿Por qué come vuestro Maestro con los publicanos y pecadores?” (Mateo 9:11). Cuando Jesús oyó lo que dijeron los Fariseos, les dijo:

“Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos”
       (Mateo 9:12).

Los Fariseos pensaban que estaban bien – que eran justos y no necesitaban la salvación porque guardaban las reglas del Judaísmo Ortodoxo. Los publicanos y pecadores desechados sabían que no eran justos. Esto los hacía mejores candidatos para la salvación que los Fariseos que se creían justos.

“Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos”
       (Mateo 9:12).

Sacaré tres puntos de las palabras del texto.

I. Primero, los que piensan que están bien.

Aquí Cristo habla de Sí mismo como el “médico”, o doctor para las almas enfermas de pecado. Pero los que piensan que ya están bien no sienten necesidad de Cristo. Son como el Fariseo que fue al Templo. Él confiaba en sí mismo. Pensaba que era justo. Decía: “Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este publicano” (Lucas 18:11). No fue a orar de verdad. Fue a jactarse, a compararse a otros y jactarse que era mejor que ellos.

¿Eres así? ¿Crees que hay muchos que son peores pecadores que tú? ¿Piensas que eres mejor que ellos, y no eres tan mal pecador? Si eres así con razón no sientes necesidad del Gran Médico de las almas. El Salvador, Jesús, no te interesa porque no has sentido la culpa del pecado terrible en tu corazón y tu vida. No veo esperanza para ti a menos que te sientas culpable por tu pecado. ¡Hay mas esperanza para un Budista o Católico que para un evangélico moderno que cree ser salvo porque una vez dijo una oración o aprendió versos de la Biblia! Con cincuenta y tres años de tanta experiencia en el ministerio, he visto que los ateos, agnósticos, Budistas y Católicos son mejores candidatos para la conversión verdadera que los nuevo-evangélicos, satisfechos consigo mismos, que han sido cegados por el “decisionismo” moderno.

“Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos”
       (Mateo 9:12).

El gran predicador George Whitefield dijo: “Tengo más esperanza para uno…que rompe el día de reposo, maldice, jura, que para una persona que ya se piensa bueno los suficiente. [Cristo dijo] ‘los publicanos y las rameras van delante de vosotros al reino de Dios’ [Mateo 21:31]…el [que se cree bueno lo suficiente] no ha aprendido la primera lección de la Cristiandad, a conocerse a sí mismo como criatura pobre, muerta, estúpida que no ve que [necesita Cristo]…Cuando el ministro habla a los pecadores, el cree que le habla a otros, y no a él” (traducción de George Whitefield p. 53). ¡Una persona así tiene poca esperanza de experimentar la verdadera conversión!

“Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos”
       (Mateo 9:12).

II. Segundo, los que saben que sí están enfermos.

Aquí Cristo no habla de enfermedad física. Los Pentecostales y carismáticos han puesto gran énfasis en curar enfermedades físicas en estos últimos días de modo que unos predican este texto, fuera de contexto, ¡como si fuera un curar físico! Pero el dicho antiguo es correcto “Un texto sin contexto es pretexto”. En Mateo 9:10-13 Jesús no está hablando de sanar físicamente. El verso 13 lo aclara bien.

En nuestro texto Cristo habla de Él mismo como médico del alma, el que sana a aquellos con almas enfermas de muerte. Whitefield dijo: “Cuando nuestro Señor habla de gente enferma, habla de los enfermos en el corazón, los que están enfermos del alma. Si esperas entrar las puertas del cielo, vivir con el bendito Dios para siempre, el Dios eterno por Su Espíritu debe hacerte enfermo. ¿Enfermo de qué?...El hace a un alma [perdida] enfermarse de algún gran pecado, del cual ha sido culpable…así que la persona comienza a enfermarse del pecado…No es esto todo, si la obra de Dios es completa en el corazón del pecador, el Espíritu de Dios entra a lo profundo del alma y el pecador comienza a enfermarse no solo de sus pecados reales, sino de su pecado original…Oh, dice el pecador, ‘ahora veo que tengo corazón engañoso por sobre todas las cosas, y perverso, ahora veo la doctrina del pecado original’… Ahora el que pensaba tener buen corazón ve que solo tiene pecado…entonces ve que el pecado es extremadamente pecaminoso y dice: ‘Miserable de mí, ¿quién me librará del cuerpo de muerte?’ [Romanos 7:24]… Al fin el pecador perdido es hecho enfermar de pecado…de incredulidad…la pobre criatura antes pensaba [que tenía] fe…Pensaba que creía en Cristo, porque oyó de Cristo…Pero ahora la pobre criatura no cree ser capaz de creer como de mover el sol. [Ahora el pecador] dice: ‘¿Qué debo hacer para ser salvo?’ [Hechos 16:30]. [Ahora dice] ‘¿Que daría para poder aventurarme como pobre criatura perdida, condenada, sobre Jesucristo? ¿Qué daría para tomar un acto de fe sobre el Señor Jesucristo y Su justicia? Ahora el pobre pecador está enfermo; el pobre ahora necesita un médico…El pobre lamenta todo el día; rechaza consuelo…El pobre dice: ‘Solo la sangre de Cristo me puede sanar’. Tal persona necesita a [Cristo el] médico” (traducción libre de Whitefield, ibíd., pp. 54-57).

“Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos”
       (Mateo 9:12).

III. Tercero, aquellos que están enfermos lo suficiente para desear a Jesús.

El Salvador dijo: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar” (Mateo 11:28). Si te esfuerzas y sientes gran carga por tu pecado, ven a Jesús. Él pagó la pena de tu pecado en la Cruz. Él derramó Su Sangre preciosa para limpiarte de “todo pecado” (I Juan 1:7). Él está vivo ahora a la diestra de Dios en el Cielo. ¡Ven a Jesús y se sanado de tu pecado! Whitefield dijo: “Oigo que algunos dicen: ‘me has hablado; he sido despertado; siento un infierno en el alma; no siento justicia propia, mis pecados están ante mí; mi corrupción me domina; veo que no puedo creer en el Señor Jesucristo; quiero la fe; quiero al médico; ¿qué crees que será de mí? Temo ser condenado…temo que mi caso es incurable…estoy enfermo, he cometido demasiados pecados, los he hecho por tanto tiempo…temo que Dios no tendrá misericordia de mi’…

¿Qué ánimo te puedo dar? Te animo a que te postres a los pies del querido Jesús… tú que estas con el corazón roto, ven a Él. [No olvides] la gran palabra todos. “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar”. Ven a Jesús, el gran médico de las almas…Oh, ven, ven a este gran Médico. Él te sanará de gratis, “sin dinero y sin precio” (Isaías 55:1). Si vienes a Él, Su gracia es gratis. Si puedes esforzar un acto de fe en [Él] serás curado…perfectamente [bien]…Cristo te hará limpio” (traducción libre de Whitefield, ibíd., pp. 60-61). Amén. Por favor pónganse de pie y canten himno número 7 en su cancionero.

Hay un precioso manantial de sangre de Emanuel;
   Al sumergirse el pecador sus manchas pierde él:
Sus manchas pierde él, sus manchas pierde él;
   Al sumergirse el pecador sus manchas pierde él.
(Traducción libre de “There Is a Fountain” por William Cowper, 1731-1800).

(FIN DEL SERMÓN)
Tú puedes leer los sermones de Dr. Hymers cada semana en el Internet
en www.realconversion.com. Oprime “Sermones en Español”.

You may email Dr. Hymers at rlhymersjr@sbcglobal.net, (Click Here)
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Or phone him at (818)352-0452.

La Escritura Leída por Dr. Kreighton L. Chan Antes del Sermón: Mateo 9:10-13.
El Solo Cantado por el Sr. Benjamin Kincaid Griffith Antes del Sermón:
“Hallelujah! What a Saviour!” (por Philip P. Bliss, 1838-1876).


EL BOSQUEJO DE

CRISTO – EL MÉDICO DEL ALMA

(ADAPTADO DE UN SERMÓN POR EL REV. GEORGE WHITEFIELD)

por Dr. R. L. Hymers, Jr.

“Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos”
(Mateo 9:12).

(I Corintios 15:3; I Timoteo 1:15; Mateo 9:11)

I.   Primero, los que piensan que están bien, Lucas 18:11; Mateo 21:31.

II.  Segundo, los que saben que sí están enfermos, Romanos 7:24;
Hechos 16:30.

III. Tercero, aquellos que están enfermos los suficientes para desear
a Jesús, Mateo 11:28; I Juan 1:7; Isaías 55:1.