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UNA CRÍTICA DE “MI CORAZÓN – EL HOGAR DE CRISTO” de Dr. R. L. Hymers, Jr. Un sermón predicado en el Tabernáculo Bautista de Los Angeles “Puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios” (Hebreos 12:2). |
Franklin Graham generalmente termina sus sermones diciendo: “Pídele a Cristo que entre en tu corazón”. ¿De donde salió esta idea? John Flavel (1628-1691) escribió una serie de sermones sobre Apocalipsis 3:20, pero la idea de “pedir” o “dejar” a Jesús “entrar en tu corazón” parece haber ganado notoriedad del himno: “Deja que Jesús Entre en Tu Corazón” de Lelia N. Morris (1862-1929). Pero fue el folleto “Mi Corazón El Hogar de Cristo” “My Heart – Christ’s Home” (Oprima aquí para leerlo – en Inglés) del Dr. Robert Boyd Munger el que hizo la idea extremamente popular en la ultima parte del siglo 20. En ese librito, el Dr. Munger dijo: “Una tarde yo invité a Jesucristo a entrar a mi corazón. ¡Qué entrada hizo! No fue una cosa espectacular, emocional, sino muy real…Él entró en la oscuridad de mi corazón y encendió la luz”.
El Dr. Munger (1910-2001) enseñó evangelismo en el seminario Fuller Theological Seminary por muchos años, desde 1969 hasta su muerte, y su mensaje: “Mi Corazón – el Hogar de Cristo” se volvió muy bien conocido, hasta que la idea de “invitar a Jesucristo a entrar [a tu] corazón” se volvió en la formula de recibir la salvación que es tan conocida entre los nuevos evangélicos ahora. Sin embargo el texto principal del mensaje del Dr. Munger, Efesios 3:17, no tiene nada qué ver con algún pecador perdido “invitando a Jesucristo a entrar al corazón [de él]”.
La Epístola de Efesios no fue escrita a pecadores perdidos. Fue escrita “a los santos...que están en Efeso” (Efesios 1:1). Así, Efesios 3:17, como observaba el Dr. R. C. H. Lenski, “no es la primera entrada de Cristo a nuestros corazones, sino un morar consecutivo que es dado por el fortalecimiento que recibimos mediante el Espíritu [verso 16] …Cristo viene por el Espíritu” (traducción de R. C. H. Lenski, D.D., The Interpretation of St. Paul’s Epistle to the Ephesians, Augsburg Publishing House, edición de 1961, p. 494; comentarios sobre Efesios 3:17).
Otro verso que el Dr. Munger usaba era este Juan 14:23,
“El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él” (Juan 14:23).
Pero esto también se refiere a la obra del Espíritu Santo, como Efesios 3:17. Jesús le dijo a los Discípulos:
“Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros. No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros. Todavía un poco, y el mundo no me verá más; pero vosotros me veréis; porque yo vivo, vosotros también viviréis. En aquel día vosotros conoceréis que yo estoy en mi Padre, y vosotros en mí, y yo en vosotros” (Juan 14:16-20).
Es dentro del contexto de la obra del Espíritu Santo que Dios el Padre y Dios el Hijo “y vendremos a él, y haremos morada con él” (Juan 14:23). Es Dios el Espíritu Santo que “estará en vosotros”. El Espíritu Santo es llamado “el Espíritu de Cristo” en I Pedro 1:11 y en Romanos 8:9, donde “el Espíritu de Dios” y “el Espíritu de Cristo” son usados juntos, y donde el Apóstol dice:
“Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él”
(Romanos 8:9).
El Dr. Henry M. Morris dijo:
Nota que, en este verso, el Espíritu Santo es llamado ambos “Espíritu de Dios”, y el “Espíritu de Cristo”. Los términos entonces son sinónimos: de modo que, Cristo es Dios, y también el Espíritu Santo lo es (traducción de Henry M. Morris, Ph.D., The Defender’s Study Bible, World Publishing, edición de 1995, p. 1239; nota sobre Romanos 8:9).
Así, estoy convencido de que es el “Espíritu de Cristo”, no Jesucristo hombre, quien mora en nuestros corazones por fe (Efesios 3:7). Es “el Espíritu de Dios”, aun “el Espíritu de Cristo” (Romanos 8:9) que “[vendrán] a él [un hombre], y [harán] [su] morada con él” (Juan 14:23), no
“Jesucristo hombre” (I Timoteo 2:5).
Las dos primeras personas de la Trinidad no entran en el corazón de uno en la conversión. No, es “el Espíritu de Dios”, aun “el Espíritu de Cristo”. El Espíritu Santo, la tercera persona de la Trinidad, entra en nuestros corazones en la conversión.
Ahora, ¿qué de Apocalipsis 3:20?
“He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo”
(Apocalipsis 3:20).
¡Nota que la palabra “corazón” no aparece en ninguna parte de este verso! ¡El verso tampoco dice que “Jesucristo hombre” que está sentado a la diestra de Dios, entra! ¡Es “el Espíritu de Cristo” quien entra! También, y esto es importantísimo, el pecador perdido no se abre él mismo a Jesús por un acto de su voluntad, y ciertamente no por decir las palabras de una oración! El Dr. Lenski dijo:
Este abrir de la puerta es mal entendido por los sinergistas que imaginan que el pecador es capaz de abrir la puerta por un ejercicio de su voluntad, por su propio poder natural [¡u oraciones!]. Ellos nos ven que la voluntad está atada, y porque está así atada, no puede abrir la puerta…La verdad es que [Cristo] viene a la puerta, se para allí, toca y llama con su voz. En esto se halla el poder que mueve a la voluntad a abrir la puerta…el poder del amor y de la gracia del Señor en y por su Palabra…alcanza dentro del corazón y lo mueve a abrir y recibir. Este es el retrato que se presenta aquí (traducción de R. C. H. Lenski, D.D., The Interpretation of St. John’s Revelation, Augsburg Publishing House, edición de 1963, pp. 162-163; nota sobre Apocalipsis 3:20).
“He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo”
(Apocalipsis 3:20).
Jesús toca a la puerta de tu conciencia por los sermones que oyes de la Palabra de Dios. Esa es la manera primaria en que Él llama, por la predicación de la ley y el Evangelio. Cuando tu conciencia sea “compungida” por la predicación, y clames: “¿Qué haré?” (Hechos 2:37). Entonces podrás ser movido a abrir tu voluntad y recibir “el Espíritu de Cristo” – quien entonces te atrae a Jesucristo hombre, sentado a la diestra de Dios en el Cielo.
En el Nuevo Testamento se nos dice 15 veces que el Señor Jesucristo está sentado a la diestra de Dios en el Cielo. He aquí solamente unas cuantas de esas referencias:
“Pero Cristo, habiendo ofrecido una vez para siempre un solo sacrificio por los pecados, se ha sentado a la diestra de Dios”
(Hebreos 10:12).
“Y el Señor, después que les habló, fue recibido arriba en el cielo, y se sentó a la diestra de Dios” (Marcos 16:19).
“A este Jesús resucitó Dios, de lo cual todos nosotros somos testigos. Así que, exaltado por la diestra de Dios, y habiendo recibido del Padre la promesa del Espíritu Santo, ha derramado esto que vosotros veis y oís. Porque David no subió a los cielos; pero él mismo dice: Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi diestra, Hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies” (Hechos 2:32-35).
“¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aun, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros” (Romanos 8:34).
“Y cuál la supereminente grandeza de su poder para con nosotros los que creemos, según la operación del poder de su fuerza, la cual operó en Cristo, resucitándole de los muertos y sentándole a su diestra en los lugares celestiales”
(Efesios 1:19-20).
“Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra”
(Colosenses 3:1-2).
Y nuestro texto de apertura:
“Puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios” (Hebreos 12:2).
Hay ocho versos más que nos dicen la misma cosa – ¡el Cristo resucitado, en Su cuerpo de carne y hueso resucitado – está sentado arriba en el Cielo a la diestra de Dios! ¡Él no baja ni “anda por un agujerito en el costado de tu corazón” como dijo una niña! ¡Ella fue confundida por la enseñanza en el libro de Dr. Munger! ¡No! ¡No! “Jesucristo hombre” – a la diestra del Padre, no baja y “anda por un agujero en el costado de tu corazón”! ¡Tontería! Tú tienes que escuchar la predicación de la Palabra de Dios, y venir bajo la convicción por los pecados de tu corazón y de tu vida. Tu alma tiene que ser abierta por el Espíritu de Dios. Tú tienes que ser atraído a Jesucristo por el Espíritu de Dios. ¡Tú tienes que tener tus pecados expiados por Su muerte en la Cruz! ¡Tú tienes que ser lavado limpiado de tu pecado por Su Sangre preciosa! ¡Esa es la manera de verdadera salvación y de la verdadera conversión!
Otro criticismo que hago tocante al libro del Dr. Munger es que hay tan poco del Evangelio en él. La única alusión al Evangelio está en la ultima frase de la sección llamada “El Armario del Pasillo”. El Dr. Munger dijo:
No importa qué pecado o dolor haya en el pasado, Jesús está listo para perdonar, para sanar y completar.
Pero el Dr. Munger no dice lo que es el pecado. No dijo una sola palabra de la depravación del hombre, de su rebeldía interior contra Dios. No hace mención de pecados externos tampoco. Entonces, tampoco nos dice cómo Jesús es capaz de “perdonar, sanar y completar”. Él no mencionó la muerte de Cristo en la Cruz en el lugar del pecador. No mencionó el horrible sufrimiento que Cristo pasó en lugar del pecador, para pagar la pena por sus pecados. Él no dijo ni una sola palabra de la expiación sustituta de Cristo:
“Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados. Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros” (Isaías 53:5-6).
También, el Dr. Munger no dijo una palabra sobre “la sangre preciosa de Cristo” (I Pedro 1:19). Él nunca dijo: “y sin derramamiento de sangre no se hace remisión” (Hebreos 9:22).
¿Qué es esto sino puro ‘decisionismo’? ¿Qué es esto sino puro Pelagianismo? ¿Qué es esto sino un hombre salvándose a sí mismo por “invitar a Cristo a su corazón”? ¡Esto no es la salvación por la muerte vicaria de Cristo, y Su sacrificio de sangre por pecados! ¡Esto es salvación propia! ¡El pecador salvándose a sí mismo por la oración! El pecador se salva a sí mismo por “invitarlo” a entrar. ¡Afuera con eso! ¡Afuera con tal decisionismo de la faz de la tierra! No importa lo que otros digan o hagan:
“No me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree” (Romanos 1:16)
No se necesita “pedir”. El “invitar” no ayudará. Lutero y Bunyan y Wesley y Spurgeon todos fueron salvos sin ninguna oración – ¡y ciertamente ninguno de ellos pidieron a Jesús entrar en sus corazones! Ellos oyeron el Evangelio predicado y vinieron a Jesús. Ninguna oración de ninguna clase se necesitó. Ellos simplemente vinieron a Jesús – ¡y Jesús hizo todo el salvar! Que eso sea cierto en tu vida también. Amen.
(FIN DEL SERMÓN)
Tú puedes leer los sermones de Dr. Hymers cada semana en el Internet
en www.realconversion.com. Oprime “Sermones en Español.”
La Escritura Leída por Dr. Kreighton L. Chan Antes del Sermón: Marcos 16:14-19.
El Solo Cantado por el Sr. Benjamin Kincaid Griffith Antes del Sermón:
“O Lord, How Vile Am I” (de John Newton, 1725-1807).