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POR QUÉ LOS HOMBRES NATURALES RECHAZAN
LA RESURRECCIÓN CORPORAL DE CRISTO

por Dr. R. L. Hymers, Jr.

Un sermón predicado en el Tabernáculo Bautista de Los Ángeles
La Mañana del Día del Señor, Junio 27 de 2010

“Hablando ellos al pueblo, vinieron sobre ellos los sacerdotes con el jefe de la guardia del templo, y los saduceos, resentidos de que enseñasen al pueblo, y anunciasen en Jesús la resurrección de entre los muertos. Y les echaron mano, y los pusieron en la cárcel hasta el día siguiente, porque era ya tarde. Pero muchos de los que habían oído la palabra, creyeron; y el número de los varones era como cinco mil” (Hechos 4:1-4).


Pedro y Juan fueron al templo a las tres de la tarde. Un hombre cuyos pies y tobillos estaban deformados desde su nacimiento estaba allí. Él era llevado allí a la puerta del templo para pedir limosna cada día. Así como Pedro y Juan estaban a punto de entrar al Templo, este hombre les pidió dinero.

“Mas Pedro dijo: No tengo plata ni oro, pero lo que tengo te doy; en el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda. Y tomándole por la mano derecha le levantó; y al momento se le afirmaron los pies y tobillos; y saltando, se puso en pie y anduvo; y entró con ellos en el templo, andando, y saltando, y alabando a Dios. Y todo el pueblo le vio andar y alabar a Dios. Y le reconocían que era el que se sentaba a pedir limosna a la puerta del templo, la Hermosa; y se llenaron de asombro y espanto por lo que le había sucedido. Y teniendo asidos a Pedro y a Juan el cojo que había sido sanado, todo el pueblo, atónito, concurrió a ellos al pórtico que se llama de Salomón. Viendo esto Pedro, respondió al pueblo: Varones israelitas, ¿por qué os maravilláis de esto? ¿o por qué ponéis los ojos en nosotros, como si por nuestro poder o piedad hubiésemos hecho andar a éste?”
     (Hechos 3:6-12).

Una multitud se congregó para ver a este hombre, “andando, y saltando, y alabando a Dios” (Hechos 3:8). Lo habían visto inválido deforme, pidiendo limosna por muchos años. ¿Cómo podía ahora andar, y aun saltar? Una gran multitud se reunió para mirar este espectáculo asombroso. Pedro comenzó a predicarles. Pero Pedro no se centró en este milagro. Rápidamente se movió de este sanamiento al mensaje del Evangelio. Pedro le dijo a la multitud:

“Mas vosotros negasteis al Santo y al Justo, y pedisteis que se os diese un homicida, y matasteis al Autor de la vida, a quien Dios ha resucitado de los muertos, de lo cual nosotros somos testigos” (Hechos 3:14-15).

En ese verso Pedro dio las dos partes del Evangelio: la muerte de Jesús, y Su resurrección:

“Y matasteis al Autor de la vida, a quien Dios ha resucitado de los muertos” (Hechos 3:15).

El apóstol Pablo dio la muerte de Cristo y Su resurrección de entre los muertos como las dos partes inseparables del Evangelio en I Corintios 15:1-4, que termina con las palabras:

“…Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras” (I Corintios 15:3-4).

Ese es el mismo Evangelio que Pedro predicó a la multitud que se reunió en la entrada al Templo. Él predicó sobre la muerte y la resurrección de Cristo, y terminó su sermón con las palabras:

“A vosotros primeramente, Dios, habiendo levantado a su Hijo, lo envió para que os bendijese, a fin de que cada uno se convierta de su maldad” (Hechos 3:26).

Ahora, entonces, hubo dos reacciones al sermón de Pedro.

1.  Los sacerdotes y los otros líderes religiosos del Templo estaban “afligidos [muy perturbados] que [Pedro y Juan] anunciasen en Jesús la resurrección de los muertos” (Hechos 4:2).

2.  ¡Pero cinco mil fueron convertidos!

“Pero muchos de los que habían oído la palabra, creyeron; y el número de los varones era como cinco mil” (Hechos 4:4).

Esas son las mismas dos reacciones a la predicación del Evangelio que vemos, en una mayor o menor medida, en todo el libro de los Hechos – y de hecho por toda la historia Cristiana – y aún hoy día. Algunos están perturbados por el Evangelio y rechazan a Cristo. Otros creen el Evangelio y son convertidos. Los resultados de las dos reacciones son resumidas en las palabras de Cristo que Spurgeon citaba con frecuencia:

“El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado” (Marcos 16:16).

Esas son las dos reacciones al escuchar el Evangelio: personas están afligidas y preocupadas, o, creen en Jesús y son convertidas. El resultado es que ellos son “salvos” o “condenados” (Marcos 16:16).

Es un error común del hombre moderno pensar que estas personas en tiempos antiguos eran fácilmente convencidas de la resurrección de Jesús, y que, hoy, el hombre es más sofisticado y “científico” – y así, piensan, que es más difícil para el hombre moderno creer que Cristo resucitó corporalmente de entre los muertos. Sin embargo, esa teoría no es cierta en absoluto, como fácilmente puede uno descubrirlo mediante la lectura de la Biblia y la historia Cristiana. Examinemos brevemente el rechazo de la resurrección en la antigüedad como en la actualidad; después daremos las razones de este rechazo; y, por último, daremos el antídoto a la misma.

I. Primero, el rechazo de la resurrección corporal de Cristo por el hombre antiguo y el hombre moderno.

Es claro en nuestro texto inicial que los antiguos líderes religiosos rechazaron la predicación de Pedro sobre la resurrección:

“Hablando ellos al pueblo, vinieron sobre ellos los sacerdotes con el jefe de la guardia del templo, y los saduceos, resentidos de que enseñasen al pueblo, y anunciasen en Jesús la resurrección de entre los muertos. Y les echaron mano, y los pusieron en la cárcel hasta el día siguiente, porque era ya tarde”
        (Hechos 4:1-3).

Pedro y Juan fueron echados en la cárcel por predicar la resurrección de Cristo. Esto se llama “la primera persecución”.

Una vez más, unos días después, los Apóstoles fueron echados en la cárcel por estos líderes religiosos por predicar sobre la resurrección durante “la segunda persecución”.

“Respondiendo Pedro y los apóstoles, dijeron: Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres. El Dios de nuestros padres levantó a Jesús, a quien vosotros matasteis colgándole en un madero” (Hechos 5:29-30).

La “tercera persecución” comenzó cuando Esteban predicó sobre el Cristo resucitado:

“Pero Esteban, lleno del Espíritu Santo, puestos los ojos en el cielo, vio la gloria de Dios, y a Jesús que estaba a la diestra de Dios, y dijo: He aquí, veo los cielos abiertos, y al Hijo del Hombre que está a la diestra de Dios. Entonces ellos, dando grandes voces, se taparon los oídos, y arremetieron a una contra él. Y echándole fuera de la ciudad, le apedrearon; y los testigos pusieron sus ropas a los pies de un joven que se llamaba Saulo” (Hechos 7:55-58).

La reacción de Saulo a las palabras de Esteban sobre la muerte y resurrección de Cristo no se hizo esperar:

“Y Saulo asolaba la iglesia, y entrando casa por casa, arrastraba a hombres y a mujeres, y los entregaba en la cárcel” (Hechos 8:3).

Podría seguir y seguir, a través del Libro de los Hechos, mostrando cuantos de los líderes religiosos, e incluso la gente común de Israel, rechazaba la predicación de la resurrección de Cristo.

La predicación de los Apóstoles sobre la resurrección de Cristo también fue rechazada por los Gentiles. En Listra ellos “apedrearon a Pablo [y] lo arrastraron fuera de la ciudad, pensando que estaba muerto” (Hechos 14:19). En Filipos, algunos Romanos golpearon a Pablo y a Silas y los pusieron en la cárcel (Hechos 16:23). En Atenas, en el Areópago, Pablo predicó a los Griegos que Dios “le levantó de los muertos” (Hechos 17:31). La mayoría de estos Griegos ya sea se burlaban de Pablo por predicar sobre la resurrección de Cristo, o simplemente querían oír sobre esto una vez más como una novedad, “Así que Pablo se apartó de ellos” (Hechos 17:33). En la ciudad de Éfeso, hubo una revuelta enorme entre los Romanos cuando Pablo predicaba “acerca de esa manera” – que sin duda se centró en la crucifixión y la resurrección de Cristo (Hechos 19:23-41). Cuando Pablo regresó a Jerusalén, fue llevado preso porque predicaba sobre “un tal Jesús, ya muerto, a quien Pablo afirmaba estar vivo” (Hechos 25:19).

La historia nos habla de la continua persecución contra los Cristianos, sobre todo por predicar la resurrección y Señorío de Cristo. Hubo diez grandes persecuciones, en la que muchas decenas de miles de Cristianos fueron crucificados, quemados en la hoguera, o arrojados a diversas arenas provinciales, y el Coliseo en Roma, donde fueron despedazados por animales salvajes – simplemente porque ellos creían en la resurrección y la Señorío de Cristo.

Pero regresemos por un momento. Antes de que Él muriera en la Cruz, muchas veces Jesús dijo a sus Discípulos que Él sería crucificado y resucitaría de los muertos. Pero cada vez que Jesús les dijo que esto le iba a suceder, ellos no lo entendieron, y no creyeron que realmente iba a suceder. Por ejemplo, en Lucas 18:31-34, leemos lo que Jesús les dijo:

“Tomando Jesús a los doce, les dijo: He aquí subimos a Jerusalén, y se cumplirán todas las cosas escritas por los profetas acerca del Hijo del Hombre. Pues será entregado a los gentiles, y será escarnecido, y afrentado, y escupido. Y después que le hayan azotado, le matarán; mas al tercer día resucitará. Pero ellos nada comprendieron de estas cosas, y esta palabra les era encubierta, y no entendían lo que se les decía
        (Lucas 18:31-34).

Aun después de que Jesús resucitó de los muertos está muy claro, en todos los cuatro Evangelios, que los Discípulos no creían que Él resucitó de los muertos hasta que Él los enfrentó en Su cuerpo resucitado de carne y hueso:

“Mientras ellos aún hablaban de estas cosas, Jesús se puso en medio de ellos, y les dijo: Paz a vosotros. Entonces, espantados y atemorizados, pensaban que veían espíritu. Pero él les dijo: ¿Por qué estáis turbados, y vienen a vuestro corazón estos pensamientos? Mirad mis manos y mis pies, que yo mismo soy; palpad, y ved; porque un espíritu no tiene carne ni huesos, como veis que yo tengo. Y diciendo esto, les mostró las manos y los pies. Y como todavía ellos, de gozo, no lo creían, y estaban maravillados, les dijo: ¿Tenéis aquí algo de comer? Entonces le dieron parte de un pez asado, y un panal de miel. Y él lo tomó, y comió delante de ellos” (Lucas 24:36-43).

¿Qué muestra todo esto? ¡Bueno, muestra que incluso Sus propios Discípulos rechazaron su resurrección corporal hasta que se vieron obligados a admitirlo! Y tanto los Judíos antiguos y los Romanos antiguos reaccionaron con fuerza, una y otra vez, rechazando la resurrección corporal de Cristo. Por lo tanto, es absurdo que los hombres modernos piensen que estas personas antiguas fueron convencidas fácilmente de la resurrección física de Cristo de entre los muertos.

Es más, los Docetas y los Gnósticos incipientes eran herejes dentro de las iglesias que rechazaban la resurrección física de Cristo – repetidamente enseñando que Jesús resucitó como un espíritu, en lugar de que se levantó de entre los muertos en el mismo cuerpo físico, de carne y hueso, como enseñan las Escrituras:

“Mirad mis manos y mis pies, que yo mismo soy; palpad, y ved; porque un espíritu no tiene carne ni huesos, como veis que yo tengo” (Lucas 24:39).

¡Por lo tanto, no debería ser una sorpresa que los modernos escolares liberales han rechazado la resurrección literal y física de carne y hueso de Cristo! No debemos sorprendernos de que el liberal Harry Emerson Fosdick llamó la resurrección corporal de Cristo “blasfemia”, que Rudolf Bultmann la llamó “un mito”, o que el Dr. George Eldon Ladd del Seminario Fuller dijo que Su resurrección no era “un cadáver volviendo a la vida física” (Estas citas son tomadas del libro en Inglés de Norman L. Geisler, Ph.D., The Battle for the Resurrection, Wipf and Stock, 1992, pp. 87-107 – ¡Yo recomiendo el libro del Dr. Geisler! Puedes ordenarlo en Amazon.com). Ahora eso nos trae al siguiente punto.

II. Segundo, por qué ambos los hombres antiguos y modernos han rechazado la resurrección corporal de Cristo.

Bueno, ellos rechazan la resurrección corporal de Cristo hoy en día por la misma razón que en los tiempos antiguos – porque están en un estado natural, no regenerado, cegados por el pecado. El Dr. Martyn Lloyd-Jones dijo:

El hombre no ha cambiado en absoluto. Todos los cambios de los que se jacta el hombre son externos. No son cambios en el hombre mismo, sino que se limitan en su modo de actividad, su entorno...El hombre como hombre no cambia en absoluto. Todavía sigue siendo la misma persona contradictoria que ha sido desde la Caída (traducción de D. Martyn Lloyd-Jones, M.D., Truth Unchanged Unchanging, James Clark Publishers, 1951, pp. 110, 112).

“Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente” (I Corintios 2:14).

De nuevo, el Dr. Lloyd-Jones dijo:

El hombre le ha dado la espalda a Dios y tiene enemistad contra Dios y está tratando de vivir su vida en este mundo sin Dios y alejado de Dios...Y, por supuesto encuentras esta gran historia desplegada en las páginas de la Biblia y es el conjunto clave para la comprensión de la historia secular, el hombre luchando contra Dios, negándose a humillarse ante Dios, y con arrogancia y orgullo haciendo exactamente lo contrario, así que lo que tienes en la Biblia es un relato del conflicto entre la gloria de Dios y el hombre en el pecado (traducción de D. Martyn Lloyd-Jones, M.D., “Surely the Wrath of Man Shall Praise Thee,” sermon sobre Psalm 76:10).

El hombre en estado de pecado es un “hombre natural” (I Corintios 2:14 a). Se niega a creer en la resurrección corporal de Cristo, y en el resto del Evangelio, “no las puede entender” en su pecaminoso, estado no convertido (I Corintios 2:14 b). Como dijo el Dr. Lloyd-Jones, “el hombre no ha cambiado para nada”. El hombre moderno rechaza la resurrección de Jesús por la misma razón que el antiguo la rechazó – porque está en una condición “natural”, ¡sin nunca haber sido convertido! Esto nos lleva al último punto.

III. Tercero, el milagro de la resurrección corporal de Cristo solo puede ser conocido por uno que es convertido.

El milagro de la resurrección corporal de Cristo siempre estará oculto al hombre en su estado natural del pecado. El Apóstol Pablo dijo:

“Pero si nuestro evangelio está aún encubierto, entre los que se pierden está encubierto” (II Corintios 4:3).

Tú debes ser convertido para conocer la realidad y la importancia de la resurrección corporal de Cristo de entre los muertos. En la conversión verdadera suele haber primero un deseo de conocer a Cristo. Esto es por el oír la Palabra de Dios, seguido por la convicción de pecado, y culminando con plena confianza en Cristo. El poder del pecado en la mente y corazón se rompe, y el convertido viene a Cristo, cree en Él, es regenerado, nacido de nuevo, en “comunión…con el Padre, y con su Hijo Jesucristo” (I Juan 1: 3).

Luego, en una conversión verdadera, tú conocerás al que murió en la Cruz para expiar tus pecados, y resucitó para tu justificación – en el mismo cuerpo de carne y hueso que fue clavado a la Cruz. Yo sé que eso es lo que pasa porque me sucedió a mí, y a muchos otros en nuestra iglesia cuando fueron convertidos. ¡Cuando vengas a Cristo en una conversión verdadera, entonces sabrás que Él es resucitado, como dijo!

¿Sientes el vacío y la desesperanza de la vida sin Cristo? ¿Sientes que el pecado te tiene agarrado el corazón y la vida? ¿Sientes el miedo de vivir y morir, “sin esperanza y sin Dios en el mundo”? (Efesios 2:12). ¿Sientes la necesidad de que Cristo perdone tus pecados y te de un corazón convertido, nuevo, regenerado?

“El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado” (Marcos 16:16).

(FIN DEL SERMÓN)
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en www.realconversion.com. Oprime “Sermones en Español”.

La Escritura Leída Antes Del Sermón por Dr. Kreighton L. Chan: Hechos 4:1-12.
El Solo Cantado Antes del Sermón por el Sr. Benjamin Kincaid Griffith: “Wounded For Me”
(de W. G. Ovens, 1870-1945, y Gladys W. Roberts, nacida 1888).

EL BOSQUEJO DE

POR QUÉ LOS HOMBRES NATURALES RECHAZAN
LA RESURRECCIÓN CORPORAL DE CRISTO

por Dr. R. L. Hymers, Jr.

“Hablando ellos al pueblo, vinieron sobre ellos los sacerdotes con el jefe de la guardia del templo, y los saduceos, resentidos de que enseñasen al pueblo, y anunciasen en Jesús la resurrección de entre los muertos. Y les echaron mano, y los pusieron en la cárcel hasta el día siguiente, porque era ya tarde. Pero muchos de los que habían oído la palabra, creyeron; y el número de los varones era como cinco mil” (Hechos 4:1-4).

(Hechos 3:6-12; 8, 14-15; I Corintios 15:3-4;
Hechos 3:26; 4:2-4; Marcos 16:16)

I.   Primero, el rechazo de la resurrección corporal de Cristo por el hombre
antiguo y el hombre moderno, Hechos 4:1-3; 5:29-30; 7:55-58; 8:3:
14:19; 16:23; Hechos 17:31, 33; 19:23-41; 25:19; Lucas 18:31-34;
24:36-43, 39.

II.  Segundo, por qué ambos los hombres antiguos y modernos han rechazado
la resurrección corporal de Cristo, I Corintios 2:14.

III. Tercero, el milagro de la resurrección corporal de Cristo solo puede ser
conocido por uno que es convertido, II Corintios 4:3; I Juan 1:3;
Efesios 2:12; Marcos 16:16.