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LA CONCIENCIA Y LA CONVERSIÓN por Dr. R. L. Hymers, Jr. Un sermón predicado en el Tabernáculo Bautista de Los Ángeles “Mostrando la obra de la ley escrita en sus corazones, dando testimonio su conciencia, y acusándoles o defendiéndoles sus razonamientos” (Romanos 2:15). |
La Biblia de Estudio Bíblico de la Reformación tiene un buen artículo sobre “La Conciencia y la Ley”. Dice:
La conciencia es el poder edificado en nosotros…para pasar juicios morales en nosotros mismos, aprobando o desaprobando nuestras acciones, pensamientos, y planes, y nos dice, si lo que hemos hecho está…malo, que merecemos sufrir por ello…Pablo dice que Dios ha escrito cierto conocimiento de Su ley en todo corazón humano (Romanos 2:14-15) y la experiencia confirma esto (Traducción de The Reformation Study Bible, Ligonier Ministries, 2005 edition, p. 415).
Nuestro texto de apertura dice:
“Dando testimonio de su conciencia” (Romanos 2:15).
Veamos la respuesta Bíblica a tres preguntas acerca de la conciencia humana.
I. Primero, ¿de dónde vino la conciencia humana?
Cuando Dios creó al hombre, se nos dice:
“Entonces Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente” (Génesis 2:7).
Lo que hizo al hombre diferente de los animales fue el “aliento de vida”. La palabra Hebrea es “neshamah”. Se traduce “aliento de vida”. Strong señala que significa “espíritu” (#5397). El “neshamah” se convirtió en el espíritu del hombre, separado del alma (mente) y cuerpo en función. Este “aliento de vida” le dio al hombre dos cosas que ningún animal tiene – (1) la habilidad de conocer a Dios y (2) la habilidad de distinguir entre el bien y el mal. O, podemos decir, el “aliento de vida” en él le dio al hombre su espíritu humano por el cual su mente (conocida como alma) fue activada. Con esta mente él podía pensar y hacer decisiones. Pero, los animales también tienen mentes. Fue el espíritu del hombre que vino del “aliento de vida”, lo que hizo al hombre diferente. El “neshamah”, o “aliento de vida”, se hizo el espíritu humano del hombre, y le dio solo al hombre la habilidad de conocer a Dios personalmente, y la habilidad de distinguir entre el bien y el mal.
La función de la conciencia es dada en Proverbios 20:27:
“Lámpara de Jehová es el espíritu del hombre, La cual escudriña lo más profundo del corazón”.
El “espíritu” en este verso nuevamente viene de la palabra Hebrea “neshamah” que quiere decir “inspiración divina” o “espíritu”, y viene de la misma palabra “aliento de vida”. Proverbios 20:27 nos muestra que “neshamah” dada por Dios a Adán, se convirtió en el “espíritu del hombre” (Proverbios 20:27). Este es el primero de los tres elementos funcionando en el hombre – espíritu, alma, y cuerpo. El alma es la mente. El espíritu es la conciencia y habilidad de conocer a Dios. El cuerpo es la carne. El “neshamah” se hizo el espíritu del hombre, con su conciencia escudriñando las partes interiores del hombre. Eso es la conciencia del hombre. Esa es la parte del hombre que le dice cuando él está mal.
“Después que David hubo censado al pueblo, le pesó en su corazón” (II Samuel 24:10).
El “corazón” en ese sentido se refiere al “neshamah” de David, la función de su conciencia. Eso es, su conciencia le molestaba porque él pecó al censar al pueblo. (Yo le debo estas ideas a Dr. Timothy Lin, mi pastor de hace mucho tiempo, ex profesor del Hebreo del Antiguo Testamento en el departamento de postgrado en la Universidad Bob Jones y anterior presidente del Seminario Evangélico China, en Taipei, Taiwan).
La historia clásica “Pinocho” de Collodi habla de una marioneta que desea ser un niño de verdad. Mientras él es una marioneta, él tiene un grillo que es el sustituto de la conciencia. Pero cuando él se convirtió en un niño de verdad, él recibió una verdadera conciencia en su corazón, para decirle entre el bien y el mal. Nuestros primeros padres fueron creados con una conciencia viva que funcionaba, pero sus conciencias fueron desfiguradas después, ¡así que ellas eran tan poco confiables como el grillo de Pinocho!
II. Segundo, ¿qué le sucedió a la conciencia humana?
Nuestros primeros padres pecaron en el Huerto del Edén. En la Caída, el rostro de Dios fue desfigurado dentro del hombre, y la conciencia humana se hizo defectuosa. Por esta razón, cuando Dios confronto a Adán por su pecado, él hizo varias excusas, como lo hizo Eva (Génesis 3:11-13). Ninguno de ellos tuvo remordimiento porque sus conciencias estaban deformadas y empañadas. Lo mismo era cierto del primer hijo de Adán, Caín. Aun cuando Dios lo encontró asesinando a su hermano, él no tuvo convicción, y solamente se excusó a él mismo. Esto muestra que la conciencia del hombre no era fiable después de la Caída en el Huerto del Edén. Así, una conciencia no confiable, desfigurada ha pasado de Adán a nosotros.
Pero se pone peor. Lo más que la persona peca lo más profana y arruinada se hace su conciencia. Lo más que el hombre peca lo más oscura y no confiable su conciencia se hace. En el mundo antiguo, se nos dice, que ellos
“…se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido” (Romanos 1:21).
Y, para el tiempo de Pablo, ellos son descritos como:
“Teniendo el entendimiento entenebrecido, ajenos de la vida de Dios por la ignorancia que en ellos hay, por la dureza de su corazón; los cuales, después que perdieron toda sensibilidad, se entregaron a la lascivia para cometer con avidez toda clase de impureza” (Efesios 4:18-19).
“Mas para los corrompidos e incrédulos nada les es puro; pues hasta su mente y su conciencia están corrompidas”
(Tito 1:15).
Y mientras la gente continúa pecando, cauterizan sus conciencias pecando más y más:
“Por la hipocresía de mentirosos que, teniendo cauterizada la conciencia” (I Timoteo 4:2).
Frecuentemente he dado la ilustración de mi madre llevándome a ver “los actos afuera” del Circo de los Hermanos Ringling, y Barnum y Bailey, al principio de los años de 1950, cuando todavía era en una carpa con aserrín en el suelo. Pero ibas a “los actos de afuera” a ver cosas raras y extrañas, antes de entrar al circo. Siento mucho que ya no tengan esos antiguos “actos de afuera”. Era una parte maravillosa de un viejo circo de carpa.
En los “actos de afuera” vi a un hombre con escamas como lagarto. Era real. Vi a una mujer con dos cabezas. Vi al hombre más alto del mundo. Y vi a un hombre que puso una espada en una llama caliente hasta que la espada estaba roja. Entonces él puso la espada caliente sobre su lengua. Vapor salió de su boca. Yo estaba muy cerca de él. Esto no era un truco. ¡Él puso el metal rojo caliente sobre su lengua! ¡El hombre verdaderamente podía poner una espada ardiente sobre su lengua y no sentir ningún dolor! Mi madre me dijo que lo había hecho vez tras vez, tantas veces que él ya no sentía ningún dolor. Su lengua se había cauterizado tantas veces que desarrolló un callo, ¡y no sentía ningún dolor! ¡Qué ilustración es esa de gente “teniendo la conciencia cauterizada” (I Timoteo 4:2)! En otras palabras, lo más que pecas, lo más cauterizada se hace tu conciencia, hasta que está tan cauterizada por la llama del pecado que tú ya no sientes ningún dolor en tu conciencia, no importa cuánto peques.
Hitler había pecado tanto tiempo, que para el tiempo de la Segunda Guerra Mundial pudo ordenar la tortura de niños Judíos por el Dr. Mengele, un despiadado Nazi asesino de serie, a quien le encantaba abrir los estómagos de los niños Judíos para ver cuanto tiempo les tomaría morir. Hitler pudo ordenar que 6 millones de Judíos fueran asesinados con gases, simplemente porque eran Judíos, sin el más mínimo dolor en su conciencia. Así, Henry VIII [rey de Inglaterra] pudo cortar las cabezas de dos inocentes jóvenes esposas. Después, sin ninguna punzada en su conciencia, él podía comer una buena cena e irse a dormir tranquilo, ¡como teniendo su “conciencia cauterizada” por un fierro caliente!
Y debo advertirle a los jóvenes en nuestra iglesia, tu conciencia ya estaba desfigurada cuando naciste. Heredaste una conciencia quebrantada de tu padre Adán. ¡Así que tú tuviste una conciencia que funcionaba mal cuando eras niño! Agregando a eso los pecados de tu niñez. Cada vez que le mentías a tu madre, tu conciencia se ensuciaba. Cada vez que robabas algo, cada vez que hacías trampa en la escuela, cada vez que pensabas en cosas sexuales, tu conciencia se ensuciaba más y más y más – hasta que al final empezaste verdaderamente a cauterizarla. Como con un fierro caliente, empezaste verdaderamente a cauterizar tu conciencia. La cauterizaste con una extraña sonrisa en tu rostro – sonriendo y carcajeándote cuando aplicabas el fierro caliente del pecado – cauterizando tu conciencia vez tras vez con pecados más grandes – que no mencionaré aquí en la iglesia. Algunos de ustedes han cauterizado sus conciencias descabelladamente, deleitandose en pecados que cauterizan la conciencia. No necesito mencionarlos. Tú sabes cuales son. Tú sabes cómo han cauterizado tu conciencia. Tú sabes cómo empañaron tu sentido del mal. Tú sabes cómo se hizo casi imposible para ti sentir alguna culpa por ellos. Y estoy seguro de que muchas veces has pensado que ya has sido entregado a la reprobación, cometido el pecado imperdonable, porque tú deliberadamente cauterizaste tu conciencia, deliberadamente te reiste en la cara de Dios, pecando grandemente, ¡y arruinando tu propia conciencia que una vez fue tierna!
¡Y ahora vienes a mi a que yo te ayude para sentirte convicto! ¿Qué puedo hacer yo por ti? Tú te has arruinado a ti mismo. Tú has cauterizado tu propia conciencia. ¿Qué puedo hacer yo por un hombre que ha matado su propio corazón, y quemado su conciencia con el pecado a punto de ya no ser reconocida? Yo no puedo hacer nada. Solo te puedo ver con lástima – como una criatura arruinada, sin futuro y sin esperanza. Solo puedo sentir lástima por ti. No te puedo ayudar en nada – porque ya estás condenado. Oh, sí, un hombre con la conciencia cauterizada ya es un hombre condenado. Jesús dijo:
“El que no cree, ya ha sido condenado” (Juan 3:18).
No es que vas a ser condenado cuando mueras, en el futuro. Oh no, te compadezco porque “ya has sido condenado” (Juan 3:18). Tú conciencia quemada, cauterizada, y arruinada no puede ser restaurada, y por eso no hay esperanza para ti. Tú “ya has sido condenado” – tan seguro como si ya estuvieras en el Infierno. Y nada que yo pueda decir o hacer te va a ayudar de ninguna manera.
III. Tercero, ¿cómo entra Dios en la escena?
Puede ser…fíjate que dije “puede.” Si tomas esto a la ligera, tú estás doblemente condenado. Es una cosa extremadamente, espantosamente peligrosa tomar estas cosas a la ligera, así que lo digo con gran, muy grande, cautela – puede ser que Dios te de convicción. Él no promete dar convicción a todos. Si Él te ha dado alguna convicción antes, no hay garantía que Él te la dará de nuevo. Frecuentemente aquellos que experimentan alguna convicción nunca más son visitados con convicción por el Espíritu de Dios. Pero Él puede, Él puede, Él puede que te dé alguna convicción
“de pecado, de justicia y de juicio” (Juan 16:8).
Y después de todo el rechazo, de la burla, del mofarse y de la necedad que has hecho, no mereces ni un momento de convicción – así que si Dios te da un momento de culpa por tú pecado, atesora tu sentido de culpabilidad como si fuera un ladrillo de oro. ¡Si la pierdes talvez nunca, nunca la vuelvas a tener!
¡Ven ante Dios como un pordiosero! Ven e inclínate con humildad, ¡sabiendo que el poderoso Rey no te debe nada! En tu corazón todos estos años le has escupido en Su rostro. ¡Piénsalo! Con tu actitud tú le has escupido a Cristo en el rostro. Ahora Cristo no te debe nada. Él solo te debe ira, castigo y fuego del Infierno – y ahora puedes estar diciendo en tu corazón “Es verdad – Dios no me debe nada más que las llamas del Infierno. ¡No merezco otra cosa!” Entonces, si sientes que todo lo que mereces es un terrible juicio, te urjo que vengas a Jesús como la mujer que pecó se arrastró hasta Él y le besó Sus pies. Ven a Él como el miserable gusano que eres. Ven a Él llorando y gimiendo como lo hizo John Sung aquella noche en su dormitorio. Como Bunyan y Whitefield vinieron llorando y suplicando por misericordia, ven a Él y confiesa tus pecados. Tal vez Él tenga misericordia de ti. Pero solo digo “tal vez”, porque no es seguro si tu tiempo ya haya pasado o no. Puede ser que con tu pecar tú hayas apartado para siempre el día de la gracia. Ven llorando a Cristo y tal vez Él te dará otra oportunidad – aunque en tu caso no es seguro que lo haga. Ven a este lugar enfrente del pulpito. Ven aquí, arrodíllate y llora por misericordia, y Él quizá te escuche y te dé otra oportunidad de recibir Su misericordia y te limpie con Su Santa Sangre. La Biblia enseña que solamente “la sangre de Cristo” puede
“limpiará vuestras conciencias de obras muertas para que sirváis al Dios vivo” (Hebreos 9:14).
(FIN DEL SERMÓN)
Puedes leer los sermones de Dr. Hymers cada semana en el Internet
en www.realconversion.com. Oprime “Sermones en Español.”
Escritura Leída Antes del Sermón por el Dr. Kreighton L. Chan: Tito 1:10-16.
Solo Cantado Antes del Sermón por el Sr. Benjamin Kincaid Griffith:
“Examiname, Oh Dios” (Salmo139:23-24).
EL BOSQUEJO DE LA CONCIENCIA Y LA CONVERSIÓN por Dr. R. L. Hymers, Jr. “Mostrando la obra de la ley escrita en sus corazones, dando testimonio su conciencia, y acusándoles o defendiéndoles sus razonamientos” (Romanos 2:15). I. Primero, ¿de dónde viene la conciencia humana? Génesis 2:7; II. Segundo, ¿qué le sucedió a la conciencia humana? Génesis 3:11-13; III. Tercero, ¿cómo entra Dios en la escena? Juan 16:8; Hebreos 9:14. |