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HE AQUÍ EL CORDERO DE DIOS –
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Juan Bautista tenía un solo propósito – dar testimonio de Cristo. ¡El enfoque entero de su vida era apuntar a los pecadores a el Salvador! Que sea nuestro propósito hacer lo mismo. Salgamos a los caminos y vallado y proclamemos:
“He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (Juan 1:29).
Juan sabía mucho sobre Jesús. Él podría haber señalado muchas cosas sobre nuestro Señor. Él podría haber llamado a Cristo un gran maestro, o un gran ejemplo. Pero en vez, Juan proclamaba que Cristo había venido al mundo como sacrifico por el pecado. Él no dijo: “He aquí el gran maestro.” Él no dijo: “He aquí el gran ejemplo.” Él dijo:
“He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (Juan 1:29).
Algunos dicen que Juan predicaba el arrepentimiento. Realmente sí lo hizo. Nadie predicaba sobre el arrepentimiento más fuerte que Juan. Sin embargo la predicación de Juan no era una lección moral. Él sabía que nada podía ayudar a los pecadores arruinados a menos que él los apuntara a Cristo, el Cordero de Dios. Porque él sabía que nada más, y nadie más, podía quitar su pecado.
Si nunca has sido convencido de pecado, pensarás que podrás entrar al Cielo por tus propias buenas obras. Talvez no piensas que necesitas tener tus pecados quitados por Jesús, el Cordero de Dios. Pero si estás sobrecargado por tu pecado, como aquellos a los que le hablaba Juan, te darás cuenta de que nada puede quitar tu culpa ante un Dios santo sino solo Jesús.
“He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (Juan 1:29)
es un texto del Evangelio favorito de los predicadores porque sin él tienen poco qué decirle a los pecadores preocupados.
Yo quiero ser como Juan Bautista. Quiero que mi predicación se concentre en la muerte expiatoria de Cristo. Quiero que el tema de mi predicación sea
“Jesucristo, y…éste crucificado” (I Corintios 2:2).
Yo quiero que los pecadores perdidos que vienen a esta iglesia a oigan claramente el primer punto del Evangelio.
“Cristo murió por nuestros pecados” (I Corintios 15:3).
Así que nuestro tema sea el mismo que el de Juan Bautista:
“He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (Juan 1:29).
Otros pueden enseñar la Biblia verso por verso, tratando así de “alimentar a los cabros” y volverlos en ovejas. Pero yo no conozco ninguna otra salvación excepto la de sustitución, y ninguna otra sustitución sino que la de Cristo crucificado.
“Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores” (Isaías 53:4).
Mi deber, hasta el final de mi vida, es proclamar con Juan Bautista:
“He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (Juan 1:29).
Ahora, mirando de cerca nuestro texto, quisiera que notaras varias cosas.
I. Primero, Juan vio lo cierto de esto él mismo.
En el verso 31 Juan dijo: “Yo no le conocía.” Algunos dicen que los dos no se habían conocido. Pero yo lo hallo difícil de creer. Juan conocía a Jesús de toda la vida. Así que cuando Juan dijo: “Yo no le conocía,” veo otro significado. Juan conocía a Jesús, pero no lo conocía como el que carga el pecado. Juan era pariente de Jesús, tenía que haberlo conocido desde la niñez. Pero no lo había conocido como el Cordero de Dios, el que carga el pecado.
Pero cuando Juan bautizó a Jesús en las aguas del Río Jordán, y oyó a Dios decir del Cielo: “Este es mi hijo amado...” (Mateo 3:17) se aseguró de quién era Jesús. A partir de ese momento, Juan predicaba valientemente “He aquí...” ¡Miren por sí mismos! Este es el Cordero de Dios “que quita el pecado del mundo.”
Espero que conozcas a Jesús por ti mismo, el sacrificio por tu pecado. Algunos han aprendido desde la niñez que Jesús es el Cordero de Dios. Pero lo que has aprendido de la Biblia tiene que ser revelado en tu corazón, o no conocerás por ti mismo que Jesús puede quitar tu pecado.
Yo oro que tengas una experiencia clara de Cristo, el Cordero de Dios que lleva el pecado, y esté escrita en tu corazón, porque así nada te arrebatará de Él. Cuando la gente halla liberación de su propia culpa por medio de Cristo, esta verdad se hace parte de su experiencia interior, y jamás se les puede arrancar.
Dudarás más pronto tu propia existencia que dudar que Cristo llevó tu pecado en Su cuerpo en la Cruz, y que por medio de Él eres reconciliado con Dios. Fue una experiencia personal con Juan, y debe ser igual contigo.
II. Segundo, Juan predicaba a Cristo como “el” sacrificio.
Él dijo:
“He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (Juan 1:29).
Juan sabía todo sobre los corderos matados en los sacrificios del Antiguo Testamento. Él veía los corderos matados cada día en el Templo. Pero Juan señaló a Cristo y dijo: “He aquí el Cordero de Dios.” “Este es el Cordero.” Todos los demás corderos que los Judíos sacrificaban en el Templo habían sido meramente tipos o figuras de Él. “He aquí el Cordero de Dios.”
Es gran cosa cuando enfocamos nuestro testimonio en este punto solo – el Cordero. Tantos “testimonios” hoy día se enfocan en otras cosas. La gente habla de casi todo menos del Cordero de Dios. Parece que casi todo pasa como testimonio Cristiano hoy. Pero yo dudo muchos de ellos. Yo quiero saber si alguien tiene algo que decir sobre “el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo.” Si la persona tiene poco o nada qué decir sobre Cristo, el Cordero de Dios, yo no creo que es convertida. ¿Por qué? Porque no hay salvación aparte de Cristo, el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo – ¡por eso!
“Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos” (Hechos 4:12).
“He aquí el Cordero de Dios.”
III. Tercero, Juan predicaba a Cristo como el sacrificio “de Dios.”
“He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (Juan 1:29).
“He aquí el Cordero de Dios.” Estas palabras tienen un significado profundo.
¿Quién sacrificó al Cordero de Dios? ¿Quién lo hirió a Cristo sobre la Cruz? ¿Quién lo molió? ¿Quién le causó el peor de todos los dolores cuando clamó desde la Cruz,
“¿Por qué me has desamparado?” (Mateo 27:46).
Fue Dios quien por Su “determinado consejo” entregó a Cristo a ser “crucificado y matado” (Hechos 2:23).
“Sujetándole a padecimiento” (Isaías 53:10).
Jesús es “el Cordero de Dios.” Cuando crees en Cristo, estás creyendo en el sacrificio de Dios por el pecado. Cuando crees en el sacrificio de Dios por el pecado, Él no puede rechazarte. El sacrificio de Cristo cubre tu pecado y te hace limpio ante la vista de Dios.
“He aquí el Cordero de Dios…” (Juan 1:29).
IV. Cuarto, Juan predicaba a Cristo cargando y quitando nuestro pecado.
“He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (Juan 1:29).
La palabra Griega traducida “quitar” significa “cargar, quitar” (traducción de Fritz Rienecker, A Linguistic Key to the Greek New Testament, Zondervan, 1980, pagina 220). Ambos significados se hallan allí. El Señor Jesús cargó nuestros pecados, y también los quita. La Biblia está llena de esto.
“Jehová cargo en él el pecado de todos nosotros” (Isaías 53:6).
“Quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero” (I Pedro 2:24).
Cristo cargó con el pecado del mundo en la Cruz.
Pero lo mejor de todo, Cristo no solo cargó con la carga del pecado, ¡también se lo llevó!
“He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (Juan 1:29).
Si crees en Jesús no necesitas preguntar: “¿A dónde está mi pecado?” Jesús lo quitó. ¡Él quitó tu pecado, lo cargó, y se lo llevó! Se ha ido para siempre – totalmente abolido. Este es un Evangelio que vale la pena creer, vale la pena vivir por él, vale la pena morir por él. Que toda la predicación que lo oponga sea maldecida. Esta es la salvación para aquellos cuyos pecados los arrastran al Infierno. Tus pecados pueden ser quitados porque Jesús es
“el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”
(Juan 1:29).
“Y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado”
(I Juan 1:7).
Como lo dice la vieja canción:
¡Precioso es el raudal que me limpia como la nieve,
No sé de alguna otra fuente, Solo la Sangre de Jesús.
(traducción de “Nothing but the Blood”
por Robert Lowry, 1826-1899).
V. Quinto, Juan predicaba a Cristo continuamente quitando el pecado.
“He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (Juan 1:29).
Juan no habla en tiempo pasado, ni en el futuro. Habla en el tiempo presente. Ahora mismo, “[Él] quita el pecado del mundo.” Aunque haya sucedido una vez, el sacrificio de Cristo continua para siempre en efecto. Cristo murió en cierto tiempo, pero Él todavía quita el pecado. Como el Gran Purificador Él continuamente quita, y continuará quitando el pecado del mundo.
Pero tú tienes que confiar en el Cordero de Dios, tú mismo. Lo tienes que conocer por ti mismo. Tú mismo tienes que creer en Él. Entonces Él seguramente quitará el pecado que ahora te carga y convicta. Tú serás
“justificado en su sangre” (ver Romanos 5:9).
Él borrará tu pecado. No existirá a la vista de Dios. Serás libre de él para siempre. Que Dios te ayude a confiar en Cristo Jesús, de quien te hablo.
VI. Sexto, Juan predicaba la suficiencia-total del sacrificio de Cristo.
“He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (Juan 1:29).
No hay pecado que Él no pueda quitar. No hay límite al valor de Su sacrificio en la Cruz. Él quita el pecado del mundo. No hay nadie más quien pueda quitar tu pecado. No hay otra expiación ni otro sacrificio. Ningún dolor de “purgatorio” puede quitar el pecado. Ni la amargura ni el remordimiento puede quitar el pecado. Solamente Jesús quita el pecado del mundo. Aparte de Él no hay otro. Cristo ha hecho posible que todo el mundo tenga el pecado removido. Pero tú tienes que tomar a Cristo por tí mismo.
“Y el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente” (Apocalipsis 22:17).
Mas recuerda:
“El que no creyere, será condenado” (Marcos 16:16).
Es necesario que te arrojes sobre Cristo, y luego este texto será tuyo en su plenitud.
“He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (Juan 1:29).
Hasta este punto he dado una versión condensada y simplificada del gran sermón de Spurgeon, “Behold the Lamb of God” [He Aquí el Cordero de Dios] (traducción de The Metropolitan Tabernacle Pulpit, Pilgrim Publications, 1974 re-impreso, de Octubre 16, 1887, tomo XXXIII, pp. 565-576). Pero añadiré un punto más.
VII. Séptimo, Juan nos dijo cómo recibir el beneficio del sacrificio de Cristo.
“He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (Juan 1:29).
La frase “He aquí” significa “Ved, mirad a” [se usa para señalar a alguien]. La palabra Griega es “ideh.” Está en el modo imperativo, quiere decir que Juan te urge a que mires a Cristo. Esa es la manera de recibir la salvación del pecado. ¡Mira a Cristo por fe! ¡Míralo por fe!
El Sr. Spangenberg, un pastor de Alemania, preguntó a John Wesley (quien era el fundador de la Iglesia Metodista de antes) “¿Conoces tú a Jesucristo?” Wesley, quien todavía no era convertido contestó: “pensé y dije: ‘Sé que es el Salvador del mundo.’ ‘Cierto’ dijo él, ‘pero, ¿sabes tú que te ha salvado a tí?’ Le contesté: ‘espero que murió para salvarme a mí.’ ‘¿Lo sabes?’ Le dije: ‘lo sé.’ Pero temía que eran palabras en vano [falsas, imaginarias]” (traducción de John Wesley's Journal, 7 de Febrero de 1736).
Dos años y tres meses después Wesley todavía batallaba, inseguro de la salvación. Tomó dos largos años y tres meses de batallar contra Dios antes de que escribiera en su diario lo siguiente:
“Resolví buscar…una dependencia completa en la sangre de Cristo derramada por mí, una dependencia completa en él” (traducción literal de John Wesley’s Journal, 14 de Mayo de 1738, énfasis suyo).
Unos cuantos días después, el 24 de Mayo de 1738, a las 8:45 de la noche Wesley estaba en un grupo de estudio Bíblico.
“En la noche fue sin ganas a una sociedad [reunión] en la calle Aldersgate, donde alguien leía el prefacio de Lutero a la Epístola de Romanos. Como un cuarto para las nueve, mientras él describía el cambio que Dios obra en el corazón por medio de la fe en Cristo...sentí que sí confié en Cristo, solo Cristo para la salvación, y se me dio una seguridad, que él había quitado mis pecados, los míos, y me salvó de la ley del pecado y de la muerte” (traducción libre de John Wesley’s Journal, 24 de Mayo de 1738, énfasis suyo).
“He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (Juan 1:29).
Fíate cuan seguro y con cuan confianza habla Juan Bautista. Ve a Jesús ante sus propios ojos, el que Carga-el-Pecado. Y le dice a otros que miren a Él. ¡Mira a Jesús por fe y vivirás! Jesús dice:
“Mirad a mí, y sed salvos” (Isaías 45:22).
Mira a Cristo, una vez crucificado por tus pecados, sentado ahora a la diestra de Dios en el Cielo. Mira a Él y serás salvo.
“He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (Juan 1:29).
¡Mirarlo es lo mismo que venir a Él! Puedes decir: “No puedo venir a Él.” Bueno, ¿Mirarás a Él por fe simple?
Tú tienes que tener la fe personal en Jesús o no experimentarás que se quite tu pecado. ¡Mira a Cristo! ¡Ven a Él! ¡Él lavará tus pecados con Su Sangre preciosa!
Si del pecado libre quieres ser, Mira al Cordero de Dios;
Él murió en el Calvario para redimirte, Mira al Cordero de Dios.
Mira al Cordero de Dios, Mira al Cordero de Dios,
Porque Él solamente puede salvarte, Mira al Cordero de Dios.
(traducción literal de “Look to the Lamb of God”
por H. G. Jackson, 1838-1914).
(FIN DEL SERMÓN)
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La Escritura Leía por Dr. Kreighton L. Chan Antes del Sermón: Juan 1:15-29.
El Solo Cantado por el Sr. Benjamin Kincaid Griffith Antes del Sermón:
“A Crown of Thorns” (por Ira F. Stanphill, 1914-1993).
EL BOSQUEJO DE HE AQUÍ EL CORDERO DE DIOS –
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“He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (I Corintios 2:2; 15:3; Isaías 53:4) I. Primero, Juan vio lo cierto de esto él mismo, Mateo 3:17. II. Segundo, Juan predicaba a Cristo como “el” sacrificio, Hechos 4:12.
III. Tercero, Juan predicaba a Cristo como el sacrificio “de Dios,”
IV. Cuarto, Juan predicaba a Cristo cargando y quitando nuestro pecado,
V. Quinto, Juan predicaba a Cristo continuamente quitando el pecado,
VI. Sexto, Juan predicaba la suficiencia-total del sacrificio de Cristo,
VII. Séptimo, Juan nos dijo cómo recibir el beneficio del sacrificio de Cristo, |