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¡AMO TU CASA, O SEÑOR!por Dr. R. L. Hymers, Jr. Un sermón predicado la Tarde del Día del Señor, 19 de Noviembre de 2006 “Jehová, la habitación de tu casa he amado, Y el lugar de la morada de tu gloria” (Salmo 26:8). |
Ahora quiero que pongamos nuestra atención en las palabras del Rey David, en el sermón que daré, el cual se titula: “¡Amo Tu Casa, O Señor!” El texto del sermón se halla en Salmo 26:8.
“Jehová, la habitación de tu casa he amado, Y el lugar de la morada de tu gloria” (Salmo 26:8).
Cuando David escribió esas palabras, mucho antes del tiempo de Cristo, no había edificios de iglesia como los que tenemos hoy. El Templo aún no se había edificado en Jerusalén, el cual fue edificado por el Rey Salomón, hijo de David. La casa de adoración de la que habla David en nuestro texto era el Tabernáculo de Silo. Mi esposa Ileana y yo hemos estado ahí. Vimos las excavaciones y la delineación de la fundación del Tabernáculo donde David iba a adorar a Dios. Es del Tabernáculo de Silo del cual habla David cuando dijo:
“Jehová, la habitación de tu casa he amado” (Salmo 26:8).
Amo la casa donde vives, O Señor,
“el lugar de la morada de tu gloria,”
el lugar donde mora tu gloria.
Hoy, en esta dispensación, ya no adoramos a Dios en el Tabernáculo de Silo. Ya no queda nada de dicho lugar, solamente las excavaciones de la fundación. Hoy, en esta dispensación, ya no adoramos a Dios en el Templo de Jerusalén. De ese edificio ya no queda nada, solamente una parte de una pared que lo rodeaba, la cual se llama “el muro de las lamentaciones.” Hoy, en esta dispensación, la casa de Dios es la iglesia local del Nuevo Testamento, la cual describe el Apóstol Pablo como:
“La casa de Dios, que es la iglesia del Dios viviente, columna y baluarte de la verdad” (I Timoteo 3:15).
Así que es perfectamente aceptable y hermenéutico aplicarle las palabras de David a una iglesia como la nuestra que predica el Evangelio, y decir de todo corazón:
“Jehová, la habitación de tu casa he amado, Y el lugar de la morada de tu gloria” (Salmo 26:8).
Y podemos decir con Timothy Dwight, presidente de la Universidad Yale, y nieto del gran predicador Americano Jonathan Edwards:
[Amo Tu iglesia, O Dios],
La casa donde moras,
La iglesia que nuestro Redentor salvó
Con Su propia sangre preciosa.
(traducción libre de “I Love Thy Kingdom, Lord”
por Timothy Dwight, 1752-1817).
“Jehová, la habitación de tu casa he amado, Y el lugar de la morada de tu gloria” (Salmo 26:8).
Seré muy honesto contigo. ¡Yo amo la nuestra iglesia! ¡Y sé que tú también la amas!
I. Primero, por qué amamos nuestra iglesia.
La amamos porque es la habitación de Dios, el lugar donde Dios vive en los corazones de Su pueblo. Este edificio no es sagrado, y nunca debemos decir, ni creer que Dios vive en el edificio externo, sino que Dios vive en los corazones de Su gente, y cuando nos juntamos aquí en este lugar para adorarlo, podemos decir correctamente que este es el lugar donde Dios mora, ¡esta es Su habitación! Cuando la gente que conoce a su Dios está aquí, entonces Dios mismo está presente, morando con ellos, manifestado en su adoración en
“La casa de Dios, que es la iglesia del Dios viviente”
(I Timoteo 3:15).
Yo amo la iglesia porque Dios está aquí. En nuestros corazones, en nuestros cantos de adoración, en nuestras oraciones, hay una santidad y gozo que no puedes encontrar en ningún otro lugar.
Sal a las calles oscuras, solitarias de esta ciudad, y verás lo cierto de ello. No hallarás el gozo santo y la presencia de Dios en aquellos callejones y calles. Ve a los edificios múltiples de oficinas ejecutivas no lejos de aquí. No sentirás la presencia de Dios. Ve al Centro Staples al ver un partido de baloncesto, y oirás mucho ruido, mucha gritería – pero no sentirás que Dios está presente allí. Ve a la barra o la discoteca, verás las luces y oirás la música – pero saldrás vacío, porque el Dios Santo de Moisés y Jesús y Pablo no se manifiesta, ni se revela en tales desordenes. Es a la iglesia donde debes ir para buscas y hallar la realidad de Dios y el significado y propósito de la vida.
¡Yo amo Tu casa, O Dios, porque Tú estás aquí! ¡Tú estás aquí en nuestras canciones y nuestra adoración! ¡Tú estás aquí en nuestros corazones – cuando nos juntamos en compañerismo y comunión! ¡Es por eso que amo tu iglesia!
“Jehová, la habitación de tu casa he amado, Y el lugar de la morada de tu gloria” (Salmo 26:8).
II. Segundo, lo que amamos en nuestra iglesia.
Nosotros amamos la gente en nuestra iglesia. No los amamos porque se ven diferente a la demás gente fuera de la iglesia. Se ven igual. Pero hay algo adorable en la gente de nuestra iglesia. La persona que visita, que jamás ha estado aquí antes, lo siente. A menudo me dicen: “La gente en su iglesia es muy especial. Algo tienen. Hay algo maravilloso en ellos.” ¡Ellos no saben lo que es, pero yo sí sé lo que es! ¡Dios está en sus corazones! ¡Eso es lo que endulza el compañerismo! ¡Eso es lo que amo en nuestra iglesia!
También amamos el mensaje de nuestra iglesia, el tema de nuestra predicación, el tema que proclamamos:
“Que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación” (II Corintios 5:19).
Nosotros decimos:
“Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores”
(I Timoteo 1:15).
Nosotros decimos:
“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:16).
Nosotros predicamos a Cristo crucificado, muriendo vicariamente en la Cruz – en nuestro lugar – para pagar por nuestros pecados. ¡Nosotros predicamos el Evangelio eterno de Cristo, la salvación de los pecadores mediante Su Sangre expiatoria! Nosotros predicamos las buenas nuevas – que Cristo ha resucitado de los muertos, que el hombre o la mujer puede venir a Él por fe y ser salvo de la pena del pecado, y recibir vida eterna en Él. ¡Yo amo el mensaje de nuestra iglesia!
“Jehová, la habitación de tu casa he amado, Y el lugar de la morada de tu gloria” (Salmo 26:8).
III. Tercero, cómo mostramos nuestro amor por nuestra iglesia.
Si eres visita esta noche, posiblemente no entenderás lo que voy a decir. Pero escucha y talvez un poco de ellos penetrará tu corazón y tu alma.
No solamente mostramos nuestro amor con palabras. Podríamos decir mil veces que amamos nuestra iglesia y en verdad no hacerlo. El Apóstol Santiago lo puso claro cuando dijo:
“Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos” (Santiago 1:22).
Nosotros no mostramos nuestro amor por nuestra iglesia solamente con palabras, sino que con nuestras acciones, por lo que hacemos en obediencia a las Santas Escrituras.
Nosotros mostramos nuestro amor por la casa de Dios orando por ella. Nosotros mostramos nuestro amor por la casa de Dios yendo al evangelismo, trayendo a gente perdida y solitaria a oír la predicación del glorioso Evangelio de Cristo. Y, sí, mostramos nuestro amor por la casa de Dios al dar sacrificadamente de nuestro dinero, para que esta iglesia esté aquí proclamando el amor de Dios en Cristo a la gente perdida y solitaria en el centro cívico de Los Angeles por muchos años por venir. Así que podemos decir, con el dulce Salmista, el Rey David,
“Jehová, la habitación de tu casa he amado, Y el lugar de la morada de tu gloria” (Salmo 26:8).
Amén.
(FIN DEL SERMÓN)
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La Escritura Leía por Dr. Kreighton L. Chan Antes del Sermón: Salmo 26:1-12.
El Solo Cantado por el Sr. Benjamin Kincaid Griffith Antes del Sermón:
“I Love Thy Kingdom, Lord” (por Timothy Dwight, 1752-1818).
EL BOSQUEJO DE ¡AMO TU CASA, O SEÑOR!por Dr. R. L. Hymers, Jr. |
“Jehová, la habitación de tu casa he amado, Y el lugar de la morada de tu gloria” (Salmo 26:8). (I Timoteo 3:15) I. Primero, por qué amamos nuestra iglesia, I Timoteo 3:15.
II. Segundo, lo que amamos en nuestra iglesia, II Corintios 5:19;
III. Tercero, cómo mostramos nuestro amor por nuestra iglesia, |