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MI LLAMADO AL MINISTERIOpor el Sr. John Samuel Cagan Un sermón predicado en el Tabernáculo Bautista de Los Ángeles “Oí la voz del Señor, que decía: ¿A quién enviaré, y quién irá por nosotros? Entonces respondí yo: Heme aquí, envíame a mí” (Isaías 6:8). |
Anteriormente en este capítulo, Isaías se enfrentó con la realidad y la santidad de Dios. Él vio “al Señor sentado sobre un trono alto y sublime, y sus faldas llenaban el templo” (Isaías 6:1). Isaías había puesto su confianza en el buen rey Ozías, pero no había puesto su confianza en el único Rey verdadero. Pero entonces Dios se reveló a Isaías. Y habiendo visto la gloria y la majestad de Dios, Isaías también vio su propio pecado. Isaías dijo: “¡Ay de mí! que soy muerto; porque siendo hombre inmundo de labios, y habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al Rey, Jehová de los ejércitos” (Isaías 6:5).
Tuve esta experiencia cuando tenía quince años. No puse mi confianza en Dios. Yo estaba en contra de Dios. Yo odiaba a Dios. Pero aun cuando yo era Su enemigo, Él tuvo misericordia de mí y se me reveló a través de Su Espíritu Santo. Fui confrontado con Dios, y por lo tanto fui confrontado con mi pecado. Vi lo pecaminoso que era, y me sentía desesperado y condenado. Mi pecado no me había molestado hasta que estuve en la presencia de Dios. Pero cuando Dios vino a mí, supe que estaba incompleto. Sabía que estaba perdido y condenado por mi pecado. Necesitaba que mis pecados fueran limpiados por la Sangre de Jesucristo, el Hijo de Dios.
Cuando Isaías entró en la santa presencia de Dios, necesitó que sus pecados fueran limpiados. Pero Dios tuvo misericordia de Isaías,
“Y voló hacia mí uno de los serafines, teniendo en su mano un carbón encendido, tomado del altar con unas tenazas; y tocando con él sobre mi boca, dijo: He aquí que esto tocó tus labios, y es quitada tu culpa, y limpio tu pecado” (Isaías 6:6-7).
Dios proveyó una manera para que Isaías fuera limpiado. No había nada que Isaías pudiera hacer para limpiarse. Él era completamente impotente para limpiar su propio pecado. Isaías necesitaba la gracia y la misericordia de Dios para intervenir en su favor.
Ese fue mi caso también. Yo era pecador y no había nada que pudiera hacer para limpiarme. Necesitaba ser salvo. Dios proveyó una manera para que el pecado de Isaías fuera purificado, y Dios proveyó una manera para que mi pecado fuera limpiado. Cuando la presencia de Dios me confrontó lo suficiente, la realidad de la santidad de Dios y lo pecaminoso en mi exigieron que mi pecado fuera limpiado o de lo contrario moriría. Necesitaba que mis pecados fueran limpiados. Necesitaba la Sangre de Jesús. Sólo la Sangre de Jesús podía limpiar mis pecados. El pecado de Isaías fue purificado y su iniquidad quitada por el carbón de Dios. Ese “carbón” era un tipo de Jesús, el Cordero de Dios que quita nuestro pecado. Mi pecado fue limpiado por la Sangre de Jesús. Mi corazón de iniquidad fue limpiado y cambiado por la Sangre de Jesús
.Pero la historia de Isaías no terminó después de haber sido limpiado del pecado. Había un trabajo que hacer. Dios necesitaba a alguien que pudiera ir en Su nombre.
“Oí la voz del Señor, que decía: ¿A quién enviaré, y quién irá por nosotros? Entonces respondí yo: Heme aquí, envíame a mí” (Isaías 6:8).
Isaías, habiendo sido limpiado de su pecado, sabía que debía ir. Tal vez Isaías tenía miedo, pero al final, no importaba. Dios necesitaba a alguien. Isaías tuvo que responder al llamado de Dios. Después de que Jesús me salvó, después de que Jesús dio todo por mí, supe que tenía que dar todo por Él. Sabía que Jesús quería que yo hiciera todo lo que pudiera por Dios en mi iglesia local. Pero a pesar que esto era claro para mí, todavía luché contra rendirme al ministerio. Al principio luché contra convertirme en un predicador. Dr. Hymers y yo iniciamos una conversación acerca de mi ingreso al ministerio en 2015.
Dr. Hymers notó que yo poseía muchos de los dones del ministerio. Debido a que la iglesia tendría que ser pastoreada por alguien que venía de dentro de la iglesia, Dr. Hymers sentía que yo estaba mejor equipado para reemplazarlo en el ministerio. Sin embargo, siempre resistí su consejo de rendirme a predicar. Una de las últimas conversaciones que Dr. Hymers tuvo conmigo sobre el ministerio fue que el ministerio era a menudo como tomar una cruz. Comencé a sentir que estaría reteniendo algo de Jesús si no estaba de acuerdo en ir al ministerio. Sentí que no tenía más remedio que tomar mi cruz y aceptar el ministerio. Sin embargo, en ese momento, no me sentía llamado al ministerio, pero lo acepté como una responsabilidad.
Dr. Hymers aceptó mi voluntad de ir al ministerio creyendo que sería beneficioso para la iglesia. Dr. Hymers hizo todo lo que estaba a su alcance para equiparme para el ministerio. Me dio muchas oportunidades para hablar, e incluso me pidió que hablara el Domingo por la mañana, que tradicionalmente está reservado para el principal orador de la iglesia. Me dio horas de su tiempo para tratar de ayudarme a entender los matices de lo que significaba ser ministro. Me compró trajes hechos a medida para ayudarme a lucir lo mejor posible cuando predico. Se aseguró de que se pagara mi matrícula en la Escuela de Teología de Talbot y que mi educación futura también fuera patrocinada por la iglesia.
Además, él arregló para que yo recibiera un salario de la iglesia durante el tiempo que reciba mi educación. Él planeó compromisos para que yo fuera a la República Dominicana y a la India, y recaudó dinero para financiar viajes para darme la oportunidad de hablar por todo el mundo. Él puso mis mensajes en su sitio de internet que salió a cientos de miles de personas. Me aconsejó mientras escribía sermones. Estableció una junta de diáconos compuestos por hombres de la segunda generación para ayudar a facilitar la transición. No dejó ninguna piedra en sus esfuerzos por apoyarme en el ministerio. Se tomó el tiempo para conocerme. Invirtió tiempo en la construcción de una relación que sería una amistad duradera. Me animó y me trató como si yo fuera su hijo. Pero no podía llamarme al ministerio. Dios tuvo que llamarme al ministerio.
Mi lucha con la llamada al ministerio continuó. Anteriormente había estado dispuesto a ir al ministerio basado en la evaluación de mi padre y de Dr. Hymers de mis dones de predicación, de oración y consejo. Pero ambos sentían que necesitaba algo más – yo necesitaba que Dios Mismo me dijera que debía entregar mi vida al ministerio pastoral. Necesitaba responder a la búsqueda de Dios para que alguien fuera enviado, así como Isaías respondió a Dios.
“Oí la voz del Señor, que decía: ¿A quién enviaré, y quién irá por nosotros? Entonces respondí yo: Heme aquí, envíame a mí” (Isaías 6:8).
Después de mucha oración y ayuno, ahora puedo decir con total convicción que Dios Mismo quiere que me prepare para ser el próximo pastor de esta iglesia. Mi llamamiento a este ministerio ha sido confirmado por Dios, basado en Romanos 12:1-2, “Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta”.
El Dr. Timothy Lin dijo: “Un pastor tiene que ser enviado por Dios y ser dotado en la predicación antes de que una iglesia pueda tener crecimiento...Es primordial que él tenga el llamado y los dones de Dios. La Biblia dice: ‘¿Y cómo predicarán si no fueren enviados?’ (Romanos 10:15)... La desolación de la iglesia de los últimos días no se debe a la falta de pastores, sino a una abundancia de pastores que sirven si ser enviados de Dios” (traducción de The Secret of Church Growth, pp. 21, 22). Estoy convencido de que Dios Mismo me ha llamado y me ha enviado a ser el futuro pastor de esta iglesia, y que Dios Mismo me ha dado el don de predicar. Mientras termino mi formación en el seminario, les pido que oren constantemente por mí mientras aprendo, no sólo del seminario, sino de nuestro pastor, el Dr. R. L. Hymers, Jr.
Tenía miedo del ministerio. Isaías también tuvo miedo cuando se dio cuenta de lo que Dios le estaba llamando a hacer.
“Y dijo: Anda, y di a este pueblo: Oíd bien, y no entendáis; ved por cierto, mas no comprendáis. Engruesa el corazón de este pueblo, y agrava sus oídos, y ciega sus ojos, para que no vea con sus ojos, ni oiga con sus oídos, ni su corazón entienda, ni se convierta, y haya para él sanidad. Y yo dije: ¿Hasta cuándo, Señor? Y respondió él: Hasta que las ciudades estén asoladas y sin morador, y no haya hombre en las casas, y la tierra esté hecha un desierto; hasta que Jehová haya echado lejos a los hombres, y multiplicado los lugares abandonados en medio de la tierra” (Isaías 6:9-12).
Dios llamó a Isaías para hacer una tarea temible. Pero Isaías fue enviado; El tuvo que ir. Tenía miedo del ministerio. De muchas maneras, todavía tengo miedo. Pero Dios me ha llamado a dar un paso agresivo hacia ese miedo. Ahora sé lo difícil que será convertirme en el próximo pastor de esta iglesia. De hecho, esta tarea es demasiado grande para mí. No podemos escondernos de esto, en cambio, debemos enfrentarlo. Por mi cuenta, no podré dirigir esta iglesia, y lo sé. Entonces, ¿qué debemos hacer?
Dr. Hymers dice que nuestra iglesia debe tener “avivamiento para sobrevivir”. Tenemos una tarea enorme delante de nosotros. Dios ha dado a nuestra iglesia una audiencia mundial de predicadores. Muchos de ellos no saben cómo predicar sermones evangelísticos, o llevar a personas perdidas a Jesús. Casi ninguno de ellos sabe cómo preparar una iglesia para el avivamiento. Somos llamados por Dios para ayudar a satisfacer sus necesidades. Dios necesita a alguien. Dios está buscando a alguien para enviar. Dios te está buscando.
“Oí la voz del Señor, que decía: ¿A quién enviaré, y quién irá por nosotros? Entonces respondí yo: Heme aquí, envíame a mí” (Isaías 6:8).
Dr. Hymers trajo el sacrificio y la dedicación de la primera generación de Cristianos en nuestra iglesia. Habló de cómo la primera generación vivía simplemente, para poder dar su dinero a la iglesia. La primera generación sacrificó su vida social y gozo, para poder ir al evangelismo y traer gente a la iglesia. La primera generación puso a su familia en segundo lugar, y a Jesús primero. La primera generación de Cristianos puso primero a Jesús y a la iglesia. Dejaron buenos trabajos para permanecer en Los Ángeles. Renunciaron a la oportunidad. Abandonaron la esperanza en la promesa de una carrera. Creían que Dios los había llamado a vivir sus vidas por la causa de Jesús. Ellos creían que Dios los llamó a buscar primero el reino de Dios. Pusieron su vida en manos de Dios. La primera generación no sólo creyó esto, ellos hicieron esto. ¿Qué de ti?
Nuestro pastor, Dr. Hymers, presentó una visión a nuestra iglesia y a nuestra generación. Él dijo: “Nuestra iglesia tiene un mandato de Dios. Él nos ha puesto en una posición para traer esperanza y ayudar a las iglesias en todo el mundo. Pero vamos a fracasar sin avivamiento”. Vamos a fracasar en nuestro mandato sin el poder de Dios en nuestra iglesia. ¿Tienes voluntad de vivir? ¿Qué harás con la carga que se te ha dado? Hubo algunos que pusieron toda su vida en esta obra. Hubo algunos que dejaron todo para seguir a Jesús. Eran como la primera ola de soldados que asaltaron las playas de Normandía. Fueron desgarrados por el enemigo para que pudieran abrir la puerta para ti – la segunda ola. Ellos contaron el costo. Se dieron cuenta de que todo lo que tenían que dar era su vida, y así lo dieron todo por Jesús. Fueron porque fueron enviados. Despejaron las barricadas. Limpiaron las minas. Ahora sus nombres vivirán para siempre en los pasillos del Cielo. Pero la lucha no ha terminado.
Ahora es tu turno. Todo está listo. La bandera de Jesús vuela en esa playa. La marca alta del Cristianismo no se ha alcanzado. No podemos dejar que la bandera de Jesús se quede allí donde vuela. La empujaron hasta donde pudieron. Ahora debemos empujarla más lejos. Da tu vida. Corre en la niebla, la neblina, el humo de la batalla implacablemente. Todo lo que puedes hacer es morir. Y esa es la mejor manera de vivir: vivir por una razón, por un propósito, por la causa de Jesús. ¡Toma el terreno de nuestra ciudad y el mundo para Jesús! Da tu alma, tu vida, tu todo a Jesús. Da un paso agresivo, audaz y valientemente en la lucha de nuestra iglesia.
Somos llamados por Dios para satisfacer las necesidades de los predicadores, los misioneros y las almas perdidas que no tienen esperanza sin Jesús. Pero no podemos hacer eso a menos que estemos avivados. Sé que tienes un poco de miedo. Sé que quieres estar donde es seguro. Yo también me siento así. Isaías se sintió así. Pero eres llamado a ser valiente, y a ser peregrino en esta ciudad de destrucción.
El que valiente es contra el desastre,
Siga al Maestro él siendo constante.
Él no desistirá por la desilusión
Es su gran decisión ser peregrino.
(Traducción libre de “He Who Would Valiant Be”
por John Bunyan, 1628-1688).
Debemos tener el Espíritu de Dios en nuestra iglesia. Debemos tener avivamiento en nuestra iglesia. ¿Tienes un deseo de vivir? ¿Permitirás que tu lugar de adoración y servicio caiga en la apostasía? ¿Tienes la voluntad de vivir? Debes confesar tus faltas y orar unos por otros. Debes consagrar tu vida para hacer que nuestra iglesia sea lo suficientemente grande como para cumplir nuestro propósito. Esa es la manera de tener el poder del Espíritu Santo en nuestra iglesia. Esa es la manera de vivir, luchar y ser enviado a lo que has sido llamado.
“Oí la voz del Señor, que decía: ¿A quién enviaré, y quién irá por nosotros? Entonces respondí yo: Heme aquí, envíame a mí” (Isaías 6:8).
Dr. Hymers, por favor venga y cierre este servicio.
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(FIN DEL SERMÓN)
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El Solo Cantado Antes del Sermón por el Sr. Benjamin Kincaid Griffith:
“He Who Would Valiant Be” (por John Bunyan, 1628-1688).