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EL ALPINISTA Y LA ROCA

por el Sr. John Samuel Cagan

Un sermón predicado en el Tabernáculo Bautista de Los Ángeles
La Noche del Día del Señor, 9 de Abril del 2017

“Jehová, roca mía y castillo mío, y mi libertador; Dios mío, fortaleza mía, en él confiaré; Mi escudo, y la fuerza de mi salvación, mi alto refugio” (Salmo 18:2).


La vida es un conflicto. Aunque las ventajas en la vida pueden impulsar a una persona a cierta altura, puede haber un costo a la ventaja. Una persona que ha nacido en la cima de la montaña no ha tenido la experiencia temible y trascendental de la subida. No han sabido lo que es cuestionar cada paso. No saben lo que significa ganar cada centímetro por actos sucesivos de esfuerzo final. No saben lo que significa tropezar de repente súbitamente sin advertencia ni razón y por lo tanto perder el progreso que han ganado. No saben lo que significa volver a la subida después de cada caída.

No tuvieron que luchar para subir la montaña. Debido a que no han mantenido sus vidas en el equilibrio de cada paso, no están firmes. No tienen experiencia para procesar el siguiente ascenso, y por lo tanto no van más allá de donde su ventaja les ha dejado. No son alpinistas. En este tiempo, cuando el Cristianismo Americano está resbalando de sus alturas, necesitamos hombres que han subido a través de cada día de sus vidas. Necesitamos alpinistas. Necesitamos hombres como Dr. Hymers.

“Jehová, roca mía y castillo mío, y mi libertador; Dios mío, fortaleza mía, en él confiaré; Mi escudo, y la fuerza de mi salvación, mi alto refugio” (Salmo 18:2).

Dr. Hymers ha estado escalando toda su vida. Dr. Hymers comenzó su ascenso sin ventajas. Sin embargo, sabía que no podía permanecer donde estaba. No podía permanecer en las profundidades de una vida desesperada y una existencia dolorosa. Dr. Hymers sabía que tenía que mudarse de donde estaba, para escapar de la gran Ciudad de la Destrucción. Entonces Dr. Hymers empezó a subir. Cuando era joven, tropezó muchas veces. Fue engañado por lugares que aparentemente podían sostenerlo, sólo para dar paso y hacerlo caer, magullado y quebrantado, para empezar de nuevo.

Con las cicatrices de las caídas, Dr. Hymers tuvo que batallar antes de cada paso de la subida. Cuando todos sus deseos querían descansar donde había caído, se forzó a si mismo a continuar. Doctor Hymers se forzó a sí mismo a estudiar. Se forzó a sí mismo a trabajar. Se forzó, año tras año, a despertar a las 6:30 de la mañana, trabajar ocho horas y asistir a la universidad por la noche. Se forzó a ser predicador. Se forzó a predicar sin ánimo ni ayuda. Se forzó a estar en una iglesia China donde era un extraño. Se forzó a ganar almas perdidas mientras él mismo se sentía abandonado y solo. Luchó contra la angustia existencial y el dolor de la soledad ayudando a los demás. Subió por encima de los obstáculos que la vida le dejaba. No dejó de hablar ni siquiera mientras sus manos temblaban de miedo. Él no se alejó de lo correcto por la seguridad de lo incorrecto. Estaba acostumbrado a escalar. Fue entrenado por la vida para luchar por cada centímetro. Se estaba resbalando, y él estaba cayendo, pero seguía subiendo. Dr. Hymers mismo se hizo todo lo que él es: excepto por una característica crucial. No podía obligarse a ser Cristiano.

Dr. Hymers intentó todo lo que pudo para ser un Cristiano. Se hizo voluntario en cada ministerio que pudo. Arregló su vida entera en torno a ser un Cristiano. Él sufrió el ridículo de amigos y familiares por estos esfuerzos. Permaneció en la iglesia con una resolución casi irracional a pesar del dolor de la exclusión y la discriminación. Continuó su ascenso en el Cristianismo, porque sabía que no había nada más digno de escalar. Sin embargo, sus esfuerzos no tenían esperanza; cuanto más arriba subía, más abajo se sentía. Estaba poniendo el peso de su vida, su futuro, su alma, en el ministerio, la educación, la vida Cristiana, en todo lo que podía, pero no podía hacer más que perder terreno. Su ascenso tambaleante lo dejó como un viajero agotado en una tierra extranjera. Una mañana, en la Universidad de Biola, Dios le mostró dónde colocar el peso de sí mismo. Esa mañana, Dios le mostró dónde depositar su confianza. Esa mañana, Dr. Hymers confió en Jesús la Roca Sólida, y en Jesús él se coloca.

“Jehová, roca mía y castillo mío, y mi libertador; Dios mío, fortaleza mía, en él confiaré” (Salmo 18:2).

Debido a que Jesús es su Salvador, Dr. Hymers ha construido su ministerio entero en Jesús. Debido a que él conoce a Jesús como su roca sólida, Dr. Hymers predica el Evangelio de Jesús cada domingo. Dr. Hymers ha hecho a Jesús el centro de su ministerio. Él predica sobre los sufrimientos de Jesús, la muerte sustitutiva de Jesús en la Cruz por nuestros pecados, la resurrección de Jesús y la Segunda Venida de Jesús. Todo el alcance de su iglesia se basa en la idea de que los jóvenes necesitan a Jesús y que Jesús puede ayudarlos.

“Jehová, roca mía y castillo mío, y mi libertador; Dios mío, fortaleza mía, en él confiaré” (Salmo 18:2).

Dr. Hymers no predica por decisiones, sino que predica conversos a Jesús. Él no ministra por dinero, sino por la recompensa de la aprobación de Jesús. No mide su éxito en los premios del hombre, sino en las almas otorgadas a través de su ministerio por la gracia de Dios a Jesús. Dr. Hymers conoce por la larga experiencia de la subida, que el único lugar que vale la pena lanzar el peso de su alma, el único fundamento sobre el cual construir su vida, es la Roca Sólida – el Hombre Cristo Jesús.

“Jehová, roca mía y castillo mío, y mi libertador; Dios mío, fortaleza mía, en él confiaré” (Salmo 18:2).

Encontrando la seguridad de Jesús, la Roca de las Edades, y lleno de la visión que una vida de escala permite, cuando otros han cerrado sus puertas, Dr. Hymers ha construido una iglesia en el centro de Los Ángeles. Estando acostumbrado a la subida, no está satisfecho por cualquier cima. Él siempre quiere empujar más alto para Jesús. Cuando otros miran internamente en introspección perpetua, Dr. Hymers mira hacia el Tercer Mundo. Dr. Hymers ve al pastor luchando, trabajando para difundir la Buena Nueva en su país, y envía sermones construidos sobre la fuerza de la oración y la Biblia en 35 idiomas a casi todos los países del mundo. Él ha invertido toda la fuerza de su vida en la seguridad fundamental de Jesús. Aunque a menudo ha tenido miedo, ha confiado en Jesús que lo sostenga. Aunque ha dudado de sí mismo, encuentra a Jesús digno de toda fe. En esto, Dr. Hymers ha surgido de la desesperación de un pasado sin esperanza e indefenso para ser un campeón para Jesús.

“Jehová, roca mía y castillo mío, y mi libertador; Dios mío, fortaleza mía, en él confiaré” (Salmo 18:2).

Los problemas que el Cristianismo enfrenta hoy en los Estados Unidos son aparentemente interminables. Se ha intentado vez tras vez resolver estos problemas. Como era de esperar, estos esfuerzos han sido infructuosos. El Cristianismo moderno se ha limitado a lo irrelevante. Los teólogos y los filósofos culpan a la sociedad, a la cultura, e incluso a los tiempos en los cuales vivimos. Parecería que el Cristianismo verdadero se ha perdido de nuestras iglesias. La gente no necesita lo que ofrece el evangelicalismo. Esto ha resultado en pánico, desesperación y letargo dentro de la iglesia. El Cristianismo de hoy es irrelevante, porque ha perdido su aplicación al alma humana. La gente no necesita lo que ofrece el Cristianismo evangélico – porque no ofrece nada de valor eterno. El preguntarse continúa sin solución porque tantos no poseen la experiencia para saber la importancia de la colocación de cada paso. No saben lo fácil que es deslizarse y caer. Así que ponen su peso en cada tendencia pasajera. De alguna manera ignoran dónde confiar.

“Jehová, roca mía y castillo mío, y mi libertador; Dios mío, fortaleza mía, en él confiaré” (Salmo 18:2).

Por la gracia de Dios, Dr. Hymers ha encontrado el único fundamento de confianza. Habiendo hecho todo lo que pudo para ser un Cristiano sin Jesús, Dr. Hymers reconoce el problema. Cuando otros son confundidos por una religión moribunda, Dr. Hymers reconoce que el Cristianismo sin Jesús está muerto. Por lo tanto, porque la religión está muerta sin Jesús, especialmente un Jesús personal, enfatiza un encuentro espiritual con Jesús en una conversión verdadera. Esta es su gran pasión: que las iglesias regresen a Jesús, su Esposo. El deseo del Dr. Hymers es ser un agente en el regreso de las iglesias errantes, a su Piedra Angular Principal. Y en esta pasión Dr. Hymers coloca cada pensamiento, oración y acción a este último y profetizado fin escatológico. En un tiempo y una época como ésta, Dr. Hymers predica incansablemente un mensaje centrado en Jesús, para ganar un alma a la vez, para persuadir a la iglesia de la eficacia de una conversión real en Jesús y subir un escalón más alto, por la causa de Su Roca, Su Fortaleza, Su Liberador y Su Salvador Jesucristo.

“Jehová, roca mía y castillo mío, y mi libertador; Dios mío, fortaleza mía, en él confiaré” (Salmo 18:2).

Todos los himnos que hemos cantado esta noche son los favoritos de Dr. Hymers – “And Can It Be?”, “Blessed Redeemer,” y “I’ve Found a Friend.” Pero la canción que el Sr. Griffith cantó antes de este mensaje es el himno favorito de todos los tiempos de Dr. Hymers. Dr. Hymers cantó muchas veces este himno en la iglesia China, y me pidió que el señor Griffith volviera a cantarlo al final de este sermón.

Ya vino el Maestro, y llama a seguirle
   Tras cada pisada que Él deja atrás;
Sobre la montaña y el profundo bosque
   Nos lleva el camino a Su bella mansión;
Nos llama el Maestro, los que le tememos,
   Y quienes marchamos siguiendo a Jesús,
Lo amamos, buscamos y también deseamos,
   Y en Su bella luz podremos descansar.

Nos llama el Maestro; la senda es triste,
   Peligro y dolor regados allí;
Más el Santo Espíritu nos da consuelo;
   A Jesús seguimos sin voltear atrás;
Nos llama el Maestro; aún con tentaciones
   Y dudas rodeados, feliz cantamos:
“Id hacia adelante,” con tribulaciones;
   Deben seguir al Rey los hijos de Sion.

Nos llama el Maestro, en edad temprana,
   Con espíritus frescos cual amanecer:
Dejamos al mundo, con sus burladores;
   Echando nuestra suerte con el pueblo de Dios:
Nos llama el Maestro, Sus hijos e hijas,
   Pedimos su bendición y su amor;
Por los verdes pastos, por las quietas aguas;
   Al fin nos guiará a Su reino allá.
(Traducción libre de “The Master Hath Come”
    por Sarah Doudney, 1841-1926)

Dr. Hymers, por favor venga y cierre este servicio.


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(FIN DEL SERMÓN)
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en www.sermonsfortheworld.com.
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La Escritura Leída Antes del Sermón por el Sr. Aaron Yancy:
El Salmo favorito de Dr. Hymers, Salmo 27:1-14.
El Solo Cantado Antes del Sermón por el Sr. Benjamin Kincaid Griffith:
El himno favorito de todos los tiempos de Dr. Hymers,
“The Master Hath Come” (por Sarah Doudney, 1841-1926).