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LA LINEA DE MUERTE por el Sr. John Samuel Cagan Un sermón predicado en el Tabernáculo Bautista de Los Ángeles “Y dijo Jehová: No contenderá mi espíritu con el hombre para siempre” (Génesis 6:3). |
Imagina que acabas de ser diagnosticado con cáncer. Los médicos dicen que te matará, pero hay una cura. Hay una cura para tu cáncer, pero debes recibir tratamiento de inmediato. ¿Qué harías? Imagina que fuiste a casa, encendiste tu computadora y te perdiste en el Internet. Imagina que al día siguiente saliste con tus amigos. Una cosa lleva a otra, y unos pocos meses pasaron. El médico te llama a casa y discute contigo. Él dice que debes ser tratado y tiene que ser ahora o morirás. Pero no le crees. Te olvidas de su advertencia, y sigues con tu vida. Tu negligencia ha adquirido una vida propia. Te acostumbraste a olvidar tu cáncer. Ya casi no piensas en eso.
Un día sientes un dolor, y vas a ver a tu médico. Él te mira, y sacude su cabeza. Él te dice que es demasiado tarde. Él le dice que no hay nada que se pueda hacer. Te dice que el cáncer te va a matar. Vivirás por un tiempo, tal vez seis meses, tal vez menos, pero morirás. El cáncer no es realmente lo que te mató. Lo que te mató fue tu descuido. Había una cura, pero la ignoraste. Había esperanza, pero lo olvidaste. Había una posibilidad, pero la perdiste. Fuiste demasiado lejos. Estás viviendo en la muerte. No hay nada que hacer ahora, solo morir.
Te dices que nunca harías eso. Sin embargo, esa es la manera en que tratas tu alma. Dios dice que eres un pecador. Dios dice que la paga del pecado es la muerte. Dios dice que serás juzgado por tu pecado con una eternidad en el Infierno. Dios dice que sólo hay un escape de este juicio. Dios dice que debes confiar en Jesús si quieres ser salvo del pecado y del juicio. Sin embargo, tu respuesta es perezosa, inerte y desinteresada. No respondes a la llamada del Evangelio. Te vas a tu casa y te olvidas de ello. Tú rechazas a Jesús. Aplazas tu salvación. Piensas que puedes confiar en Jesús en cualquier momento en el futuro. Por lo tanto, estás actuando como si hubieras recibido un diagnóstico de cáncer de un médico. Pero hay un plazo para la gracia. Habrá un momento en el cual la disponibilidad de la salvación habrá desaparecido. Habrás descuidado a Jesús por mucho tiempo. Habrás ofendido al Espíritu Santo de Dios. Habrás cometido el pecado imperdonable. Una vez que hayas cometido el pecado imperdonable, estás desesperadamente destinado al Infierno.
“Y dijo Jehová: No contenderá mi espíritu con el hombre para siempre” (Génesis 6:3).
La Biblia da muchas advertencias sobre el pecado imperdonable. La Biblia da el relato de Faraón durante el Éxodo del pueblo Judío de Egipto. Dios dio a Faraón una instrucción clara. Faraón vio milagros, pero no obedeció lo que Dios le dijo. Faraón se resistía obstinadamente a la instrucción de Dios. Faraón estaba confiado en sí mismo. Continuó endureciéndose contra Dios. Hasta que fue demasiado tarde. Hasta que Dios finalmente lo abandonó a él, y lo selló en su propia resistencia obstinada.
“Moisés y Aarón hicieron todos estos prodigios delante de Faraón; pues Jehová había endurecido el corazón de Faraón, y no envió a los hijos de Israel fuera de su país” (Éxodo 11:10).
¿En qué eres diferente? Has visto cosas asombrosas. Has visto conversiones claras y vidas cambiadas para siempre en Jesús. No has visto el fuego caer desde el cielo, pero no eres menos culpable. Tú no eres menos culpable, porque has oído claramente el Evangelio de Jesús ser predicado. Has oído el Evangelio predicado Domingo tras Domingo, durante meses y años, y no has escuchado la llamada del Evangelio. No te has apartado de tu pecado y confiado en Jesús. Has endurecido tu corazón. Has buscado faltas en otros. Has mirado a lo que el mundo te ofrece. Te has preocupado por lo que otros piensan. No has escuchado la llamada del Evangelio.
“Y dijo Jehová: No contenderá mi espíritu con el hombre para siempre” (Génesis 6:3).
Así que en algunos aspectos, eres peor que Faraón, que nunca escuchó el Evangelio. ¿Cuántas veces Faraón rechazó la instrucción de Dios a través de Moisés? ¿Diez veces? ¿Veinte veces? ¿Cien veces? Si has estado bajo la predicación de esta iglesia durante un año, ya has alejado a Dios tantas veces como lo hizo Faraón. Dios finalmente endureció el corazón de Faraón para que ya no pudiera obedecer. Ya no podía escuchar las advertencias de Dios. Estaba muerto mientras vivía. ¿Cuántas veces más escucharás el Evangelio, antes que Dios endurezca tu corazón? ¿Podría ser esta mañana la última vez que Dios trate contigo? ¿Podría esta mañana ser tu última oportunidad para confiar en Jesús y ser salvo? ¿Podría ser esta mañana el día en que cometas el pecado imperdonable? ¿Podría ser hoy tu día de plazo?
“Y dijo Jehová: No contenderá mi espíritu con el hombre para siempre” (Génesis 6:3).
Hubo un tiempo en que un pensamiento como ese te habría molestado. Habrías temblado al pensar en cometer el pecado imperdonable. Sin embargo, ahora pasa a través de tu mente sin tocar tu corazón. Tu corazón se ha endurecido. Eres un estudio de casos sobre cómo cometer el pecado imperdonable. El pecado imperdonable es un pecado de endurecimiento. Un pecado de ser insensible a las comunicaciones del Espíritu Santo a tu alma. El Dr. Henry C. Thiessen dijo:
“El grado en que el alma se ha endurecido y se ha vuelto insensible a las ofertas multiplicadas de la gracia de Dios, determina el grado de culpabilidad. El endurecimiento final es el pecado contra el Espíritu Santo y es imperdonable, porque el alma a través de él ha dejado de ser receptiva a la influencia divina” (traducción de Introductory Lectures in Systematic Theology p. 270).
El hecho es que la idea de llegar al plazo no tiene ningún efecto en ti. ¿Alguna vez ha perdido un plazo en la escuela? ¿Alguna vez has dormido y despertado tarde para un examen final? Lo hiciste tan mal, que toda esperanza de arreglar la situación se pierde. Sólo puedes apelar por misericordia, por perdón, por cierta negociación con solo tu desesperación de negociar. Eso puede funcionar con un profesor universitario, pero no funcionará con Dios. Una vez que hayas pasado el plazo de Dios, estarás sin esperanza. No puedes pedir una extensión. No puedes pedirle a Dios más tiempo. No puedes pedir un lugar más bajo en el Cielo. Es demasiado tarde. Ha pasado el plazo. Has cometido el pecado imperdonable.
“Y dijo Jehová: No contenderá mi espíritu con el hombre para siempre” (Génesis 6:3).
Tu pasividad frente a esta realidad se asemeja a la gente de los días de Noé. La Biblia dice que Noé fue un predicador de justicia. Noé predicó a la gente de su tiempo década tras década. Ellos reaccionaron a Noé de la misma manera que tú reaccionas a la predicación de hoy. Escucharon con interés al principio, pero en algún momento dejaron de escuchar por completo. Ellos descartaron su predicación como poco importante. Tal vez algunos de ellos pensaron que lo que dijo era cierto, pero no iban a cambiar sus vidas por sus ideas. Si empezaba a llover, podían correr hasta el arca y saltar. Podrían tener ambas cosas. Todo lo que tenían que hacer era esperar y ver si llovía, y si llovía, correrían hacia el arca. Pero se olvidaron de Dios. Olvidaron que Dios había fijado un plazo. La Biblia dice:
“Y los que vinieron, macho y hembra de toda carne vinieron, como le había mandado Dios; y Jehová le cerró la puerta” (Génesis 7:16).
Una vez que Noé y su familia entraron en el arca, Dios cerró la puerta detrás de él. Una vez que Dios cerró la puerta, era demasiado tarde. Aquellas personas, que estaban esperando para ver qué sucedería, antes de que subieran al arca, se ahogaron en el Diluvio. Dios había fijado un plazo. Escucharon durante décadas, hasta que no pudieron escuchar a Noé con ninguna urgencia seria. Pensaron que seguiría hablando sobre el juicio de Dios sin que esto nunca sucediera. Y cuando llegó el juicio de Dios, era demasiado tarde para ellos ser salvos. Habían pasado la fecha de plazo.
“Y dijo Jehová: No contenderá mi espíritu con el hombre para siempre” (Génesis 6:3).
La Biblia habla de Esaú. Esaú no era un hombre común. Esaú era hijo de Isaac, uno de los patriarcas de la fe. Esaú creció escuchando historias sobre Dios. Sin duda Esaú escuchó cómo Dios hizo llover fuego y azufre a Sodoma y Gomorra. Esaú oyó hablar de Dios, pero no tuvo efecto en su vida. Esaú pensaba tan poco en Dios que estaba dispuesto a vender su primogenitura para satisfacer un deseo fugaz. Esaú vendió todo lo que pudo haber sido por un guisado de lentejas. En algún momento, Esaú se dio cuenta de lo que había hecho. Sabía que había cometido un terrible error. Quería recuperar todo. Quería otra oportunidad. Pero había un plazo. La Biblia dice de Esaú:
“Porque ya sabéis que aun después, deseando heredar la bendición, fue desechado, y no hubo oportunidad para el arrepentimiento, aunque la procuró con lágrimas” (Hebreos 12:17).
Esaú quería cambiar. Él quería arrepentirse. Pero él no pudo. Era demasiado tarde para Esaú. Algo había cambiado en su situación espiritual. Algo era diferente. Había algo diferente que él no esperaba. Así como Jacob se despertó de su sueño en medio del desierto – en la noche, rodeado de soledad – para darse cuenta de que Dios estaba allí, Dios estaba con él, así Esaú se despertó de su sueño espiritual y se dio cuenta de que Dios no estaba con Él . Dios se había ido. Dios no estaba con él, y era demasiado tarde. Había pasado el plazo.
“Y dijo Jehová: No contenderá mi espíritu con el hombre para siempre” (Génesis 6:3).
Ustedes que han escuchado la Biblia toda su vida están en peligro especial. Ustedes crecieron escuchando historias sobre la Biblia. Las historias de David y Goliat y los muros de Jericó y tantas otras están grabadas en tu mente. Pero has escuchado estas historias por tanto tiempo, que no significan nada para ti. Ellas tienen el mismo efecto en ti como lo tuvieron en Esaú. Son sólo ruido de fondo a tu propia agenda en la vida. No tienen ningún efecto o impacto real en tus decisiones. Esas historias son sólo algo para los niños. Ahora, cuando la Ley y el Evangelio son predicados, son sólo más historias. No puedes tomarlo en serio. No puedes permitir que la Ley y el Evangelio alcancen tu vida. No puedes arrepentirte. Eso era lo que faltaba a Esaú. Buscó el arrepentimiento con cuidado, y con lágrimas, y no pudo encontrar nada. El Dr. John R. Rice dijo acerca del pecado imperdonable:
“Hay un pecado más allá de lo que nunca se puede perdonar. Los hombres nunca se arrepienten de ello. Este pecado, una vez comprometido, es irrevocable. Cuando hablo del pecado imperdonable, me refiero a que hay un pecado por el cual uno no puede tener perdón en este mundo, del cual un hombre nunca se arrepiente, del cual un hombre nunca se vuelve, nunca puede ser limpiado y perdonado...El pecado imperdonable es diferente en que uno puede cruzar el plazo mientras todavía está vivo, [mientras aún vivo, uno] puede pasar al reino de los condenados, puede pasar para siempre más allá de la misericordia, ¡mientras aún vives en este mundo! Qué terrible es este pecado que no tiene misericordia, ni arrepentimiento, ni perdón” (traducción de Crossing the Deadline).
“Y dijo Jehová: No contenderá mi espíritu con el hombre para siempre” (Génesis 6:3).
El Dr. Rice fue un evangelista. Comprendía la urgencia del peligro en el que estaba un alma sin Jesús. El Dr. Rice amaba las almas lo suficiente como para decirles la verdad sobre el plazo de Dios. El Dr. Rice escribió en su famosa canción:
Si el Salvador llama que regreses de nuevo,
Si el Espíritu pide que abandones el mal;
Si al corazón llama, y sigue insistiendo,
Oh, ya no le rechaces, [¡Él te perdonará!]
[O] Triste será ese juicio, sin Su misericordia,
Pues tú te demoraste, y Jesús se marchó;
O, que remordimiento, cuando llegue tu muerte,
¡Y tú te has demorado en venir a Jesús!
(Traducción libre de “If You Linger Too Long”
(por Dr. John R. Rice, 1895-1980).
El pecado imperdonable no tiene arrepentimiento, ni perdón, y es el fin de la esperanza. Es el plazo de Dios. Por lo tanto, debes actuar ahora. Debes apartarte ahora de tu pecado. Debes volverte a Jesús ahora mientras puedas. Debes mirar a Jesús por fe ahora. Jesús te ama. Jesús murió por tus pecados en la Cruz. Jesús derramó Su Sangre de Sus manos, Sus pies, Su cabeza, Su cuerpo entero, por ti. Jesús dice: “Al que a mí viene, no le echo fuera” (Juan 6:37). Hoy, Jesús te llama a venir a Él. Si vienes a Jesús, estás a salvo en Sus brazos. Estás a salvo del pecado, del Infierno y del Juicio. ¡Si vienes a Jesús, eres salvo!
Debes venir a Jesucristo Mismo. Jesús es una persona real. Él está vivo y en el Cielo, y está sentado a la diestra de Dios. Jesús es más que solo una historia, o un conjunto de reglas en la Biblia. Jesús es más que una idea que debes entender en tu mente. Jesús es una persona real, que realmente te ama, y que realmente te aceptará si confías en Él. Jesús es la cura para tu enfermedad del pecado. Si hubieras tenido cáncer, y hubieras entendido cómo funciona el tratamiento, y hubieras creído que el tratamiento funcionaría, pero no lo recibiste, y realmente no fuiste a recibir el tratamiento, entonces morirías. Si crees cosas acerca de Jesús, sin confiar en Él, sin venir a Él, sin experimentarlo, sin que Él realmente te salve – morirás. Por lo tanto, no descanses en lo que puedas creer acerca de Jesús, descansa en Jesús Mismo. No confíes en lo que puedas memorizar o entender acerca de Jesús, confía en la Sangre del Cordero de Dios que quita el pecado del Mundo. ¡Confía en Jesús por fe!
Dr. Hymers, por favor venga y cierre el servicio.
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(FIN DEL SERMÓN)
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El Solo Cantado por el Sr. Benjamin Kincaid Griffith Antes del Sermón:
“If You Linger Too Long” (por Dr. John R. Rice, 1895-1980).