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JESUCRISTO MISMO

Un sermón escrito por el Dr. R. L. Hymers, Jr.
y predicado por el Sr. John Samuel Cagan
en el Tabernáculo Bautista de Los Ángeles
La Mañana del Día del Señor, 30 de Octubre, 2016


Por favor, volteen conmigo al libro de Efesios, capítulo dos. Es la página 1208, en la Biblia Anotada de Scofield. Pónganse de pie mientras leo Efesios 2:19, 20.

“Así que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios, edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo” (Efesios 2:19, 20).

Se pueden sentar.

Aquí, en estos versículos el Apóstol Pablo nos dice que la iglesia es la familia de Dios. Luego nos dice que la iglesia está edificada sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, Pero Jesucristo Mismo es la “principal piedra”. El Dr. J. Vernon McGee dijo que esto significa “que Jesús es la roca sobre la cual la iglesia es construida” (A Través de la Biblia, Volumen V, Thomas Nelson, p 241; nota sobre Efesios 2:20). El Dr. A. T. Robertson dijo: “akrogōniais...la principal piedra de la fundación” (Word Pictures, Bradman, 1931; nota sobre Efesios 2:20). Jesucristo Mismo es la base de todo nuestro trabajo, y todas nuestras vidas. “Jesucristo mismo” es el fundamento de nuestra iglesia. Estoy levantando esas palabras del final de Efesios 2:20 como nuestro texto esta mañana.

“Jesucristo mismo” (Efesios 2:20).

Jesucristo Mismo es el tema de este sermón. La fe Cristiana no contiene nada que sea más maravilloso que Jesucristo Mismo. Nunca ha habido ni jamás habrá alguien como Jesucristo. Él es absolutamente único en la historia humana. Jesucristo Mismo es el Dios-hombre. Jesucristo Mismo bajó del Cielo y vivió entre los hombres. Jesucristo Mismo padeció, sangró y murió por nuestros pecados. Jesucristo Mismo resucitó físicamente de entre los muertos para nuestra justificación. Jesucristo Mismo ascendió de regreso a la diestra de Dios para interceder por nosotros en oración. Y Jesucristo Mismo vendrá otra vez para establecer Su Reino sobre la tierra por mil años. ¡Ese es Jesucristo Mismo! ¡Cantemos de pie aquel coro!

A Jesús que vea yo,
   A Jesús quien me salvó,
Siempre sea mi canción –
   ¡De Jesús tan solo!
(Traducción libre de “Jesus Only, Let Me See”
   de Dr. Oswald J. Smith, 1889-1986).

Se pueden sentar.

El tema de Jesucristo Mismo es tan profundo, tan vasto y tan importante que jamás podríamos explicarlo todo en un solo sermón. Solamente podemos tocar unos cuantos puntos esta mañana sobre Jesucristo Mismo.

I. Primero, Jesucristo Mismo es el tema central de toda la Biblia.

¿Es irrazonable que te digamos que Jesucristo Mismo tiene que ser central en tu pensar? No, no es irrazonable. Bueno, piensa, Jesucristo Mismo es el gran tema de la Biblia entera – ¡desde Génesis hasta Apocalipsis! Después de que Cristo resucitó de los muertos Él encontró a dos discípulos caminando hacia Emaús. Los que les dijo a ellos se aplica hoy también.

“Entonces él les dijo: ¡Oh insensatos, y tardos de corazón para creer todo lo que los profetas han dicho! ¿No era necesario que el Cristo padeciera estas cosas, y que entrara en su gloria? Y comenzando desde Moisés, y siguiendo por todos los profetas, les declaraba en todas las Escrituras lo que de él decían” (Lucas 24:25-27).

Desde los cinco libros de Moisés, y a través del resto de la Biblia, Jesús les explicó “en todas las Escrituras lo que de él decían”. ¿Qué podría estar más claro? ¡El tema principal de toda la Biblia es Jesucristo Mismo! Ya que Jesucristo Mismo es el tema principal de la Biblia, ¿no es razonable que tú hagas a Jesucristo Mismo el tema principal de tus pensamientos y de tu vida? Yo te dijo, ¡piensa profundamente esta mañana sobre Jesucristo Mismo! ¡Cántala!

A Jesús que vea yo,
   A Jesús quien me salvó,
Siempre sea mi canción –
   ¡De Jesús tan solo!

Creo que conocer a Jesucristo Mismo, en una conversión verdadera, es la cosa más importante que te puede suceder. Si realmente confías en Jesucristo Mismo vas a necesitar muy poco consejo. ¡Yo creo que un verdadero conocimiento de Jesucristo eliminaría la necesidad de casi toda consejería Cristiana! Cuando una persona conoce a Jesús, en una conversión verdadera, encontrará que Jesús:

“...ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación y redención” (I Corintios 1:30).

Si nos deshacemos del “decisionismo” en nuestras iglesias, si nos aseguráramos que la gente sea verdaderamente convertida a Jesús, ¡eso acabaría con la necesidad de casi toda consejería en las iglesias de hoy! ¡Que Jesucristo Mismo sea el consejero! ¡Cántalo!

A Jesús que vea yo,
   A Jesús quien me salvó,
Siempre sea mi canción –
   ¡De Jesús tan solo!

II. Segundo, Jesucristo Mismo es la esencia, el elemento central, el mero corazón del Evangelio.

El profeta Isaías hablaba de Jesucristo Mismo como el corazón del Evangelio:

“Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros” (Isaías 53:6).

“Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros”. La muerte vicaria, expiatoria de Cristo, en tu lugar, pagando el precio y padeciendo la ira de Dios en tu lugar – ese es el corazón del Evangelio! Es Jesucristo Mismo recibiendo tus pecados sobre Sí Mismo en la oscuridad de Getsemaní. Es Jesucristo Mismo en aquel Huerto, quien dijo:

“Mi alma está muy triste, hasta la muerte” (Marcos 14:34).

Es Jesucristo Mismo quien:

“estando en agonía...su sudor [era] como grandes gotas de sangre que caían hasta la tierra” (Lucas 22:44).

Es Jesucristo Mismo quien fue arrestado en el Huerto de Getsemaní. Es Jesucristo Mismo quien fue arrastrado ante el Sanedrín, abofeteado, burlado y puesto en vergüenza. ¡Escupieron sobre el rostro de Jesucristo Mismo! ¡Arrancaron porciones de la barba de Jesucristo Mismo! Fue Jesucristo Mismo quien fue llevado ante Poncio Pilato, azotado en las espaldas con el látigo Romano, coronado con espinas, con Sangre brotando de Su frente hasta el rostro de Jesucristo Mismo, un rostro golpeado más allá del punto de ser reconocido:

“De tal manera fue desfigurado de los hombres su parecer, y su hermosura más que la de los hijos de los hombres” (Isaías 52:14).

“Y por su llaga fuimos nosotros curados” (Isaías 53:5).

Es Jesucristo Mismo quien fue llevado al pretorio de Pilato, arrastrando Su Cruz al lugar de la ejecución. Fue Jesucristo Mismo quien fue clavado al madero maldito. Fue Jesucristo Mismo quien sufrió no solamente el dolor de los clavos atravesando Sus manos y pies – sino que padeció un dolor más grande cuando Dios, “cargó en él el pecado de todos nosotros” (Isaías 53:6). Jesucristo Mismo “quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero” (I Pedro 2:24). El Dr. Watts dijo:

Ved, de Su cabeza, Sus manos, Sus pies,
   Dolor y amor fluyendo mezclados:
¿Se han visto tal amor y dolor juntos,
   O espinas formar una corona tan gruesa?
(Traducción libre de “When I Survey the Wondrous Cross”
   de Isaac Watts, D.D., 1674-1748).

¡Ponte de pie y cántala! ¡Ahora canta el coro!

A Jesús que vea yo,
   A Jesús quien me salvó,
Siempre sea mi canción –
   ¡De Jesús tan solo!

Se pueden sentar.

III. Tercero, Jesucristo Mismo es despreciado y desechado por la raza humana.

El profeta evangelista Isaías hizo eso muy claro cuando dijo:

“Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto; y como que escondimos de él el rostro, fue menospreciado, y no lo estimamos” (Isaías 53:3).

El Dr. R. A. Torrey dijo: “El no tener fe en Jesucristo no es una falta desdicha, es un pecado, un pecado gravísimo, espantoso, uno que condena” (traducción de R. A. Torrey, D.D., How to Work for Christ, Fleming H. Revell Company, n.d., p. 431). El profeta Isaías describió el pecado de despreciar y rechazar a Jesús, la depravación interior que causa a las personas perdidas esconder su rostro de Jesús. La muestra más grande de la depravación total de los hombres es que ellos piensan tan poco sobre Jesucristo Mismo. La muestra más grande de que la humanidad perdida merece castigo eterno en el lago de fuego es que deliberadamente y habitualmente esconde de Él su rostro.

En un estado no convertido la gente desprecia a Jesucristo Mismo. En su estado de depravación total, ellos no estiman a Jesucristo Mismo. Hasta que seas punzado en tu conciencia, hasta que sientas convicción por tu pecado, hasta que sientas que tu corazón está muerto hacia Dios, tú continuarás despreciando y rechazando a Jesucristo Mismo.

En nuestra iglesia vemos que eso pasa en el cuarto de consejo, después de los sermones. Oímos a personas decir muchas cosas. Hablan de los versos Bíblicos. Hablan de “darse cuenta” de esto o lo otro. Nos dicen sobre lo que sienten y lo que hicieron. Usualmente terminan diciendo: “Entonces vine a Jesús”. ¡Eso es todo! ¡No pueden decir una palabra más acerca de Jesús! ¡No tienen nada qué decir acerca de Jesucristo Mismo! ¿Cómo pueden ser salvos?

El gran Spurgeon dijo: “Hay una miserable tendencia entre los hombres de dejar a Cristo mismo fuera del evangelio” (C. H. Spurgeon, Around the Wicket Gate, Pilgrim Publications, reimpreso en 1992, p. 24).

¡Saber el plan de la salvación no te puede salvar! ¡Aprender más de la Biblia no te puede salvar! ¡Escuchar más sermones no te puede salvar! ¡Sentir tristeza por tus pecados no te puede salvar! No salvó a Judas, ¿verdad? ¡Dedicar tu vida no te puede salvar! ¡Tus lágrimas no te pueden salvar! Nada puede ayudarte a menos que seas guiado a parar de despreciar y rechazar a Jesucristo – a menos que seas movido a parar de esconder de Él tu rostro – ¡a menos que seas atraído a Jesucristo Mismo! ¡Cántalo otra vez!

A Jesús que vea yo,
   A Jesús quien me salvó,
Siempre sea mi canción –
   ¡De Jesús tan solo!

Se pueden sentar.

IV. Cuarto, Jesucristo Mismo es la única fuente de salvación eterna.

Llevaron el cuerpo muerto de Jesús de la Cruz y lo sepultaron en un sepulcro sellado. ¡ Pero el tercer día, Él resucitó de los muertos! Entonces fue a los Discípulos y les dijo: “Paz a vosotros” (Juan 20:19).

“Y cuando les hubo dicho esto, les mostró las manos y el costado. Y los discípulos se regocijaron viendo al Señor” (Juan 20:20).

“Los discípulos se regocijaron viendo al Señor” (Juan 20:20). Jesucristo Mismo les dio gozo “viendo al Señor”. ¡Tú nunca podrás conocer paz profunda, y el gozo del Señor, hasta que conozcas a Jesucristo Mismo!

Oh, te digo esta mañana – ¡yo recuerdo el mero momento cuando confié en Jesucristo Mismo! ¡Que santa experiencia! ¡Me apresuré a Él! O, en vez, parece que Él se apresuró a mí. ¡Fui lavado limpio de pecado por Su Sangre preciosa! ¡Fui vivificado por el Hijo de Dios! ¡Canta aquel coro!

A Jesús que vea yo,
   A Jesús quien me salvó,
Siempre sea mi canción –
   ¡De Jesús tan solo!

Se pueden sentar.

¡Ven a Jesucristo Mismo! No dejes al Salvador fuera de tu vida. No lo dejes fuera de tu testimonio. No sigas en lo que Spurgeon llamo aquella “miserable tendencia...de dejar a Jesús Mismo fuera del evangelio”. ¡No! ¡No! Ven a Jesucristo Mismo. Escucha con cuidado a estas palabras cuando las canto.

Tal como soy, sin ruego que
   Tu Sangre derramada fue,
Y que Tú estás llamándome,
   ¡De Dios Cordero a Ti, yo voy!
(Traducción de “Just As I Am” de Charlotte Elliott, 1789-1871).

Jesús murió en la Cruz para pagar el castigo por tu pecado. Jesús derramó Su Sangre santa para limpiarte de todo pecado. Ven a Jesús. Confía en Él y Él te salvará de todo pecado. Escucha las palabras de Sheila Ngann.

      Finalmente aquel Domingo me sentí enferma, no físicamente, pero harta de mis pecados. Me sentí avergonzada y culpable. Yo quería caer al suelo y romper en llanto. Fui al cuarto de consejo ese Domingo y yo estaba avergonzada de mostrar mi cara a Dr. Cagan, especialmente a Dr. Hymers. Yo estaba llorando y no podía parar. Me sentía tan disgustada conmigo misma, con la vida que estaba viviendo.
      Entonces Dr. Hymers me mostró el bello rostro de Jesús, cubierto en Su Sangre. Pensar en ello todavía me hace romper en llanto. Nunca olvidaré esa cara, esa cara que con amor murió por mí. Yo quería poner fin a la agonía. Entonces el Dr. Cagan me preguntó: “¿Vendrás a Jesús?” Le contesté sin vacilar, “¡Sí, vendré a Él, vendré a Él!” Me tiré a Jesús ese día. Me entregué por completo a Él. Salí de esa habitación como una persona diferente. Sé que nunca había experimentado eso antes. Nunca, ni siquiera con la iglesia Católica. Ese día Jesús me salvó. Él me aceptó sin importar lo mucho que lo había rechazado en el pasado. Jesucristo me abrazó en su totalidad. Ese día Jesús lavó mis pecados.

Yo confié en Jesucristo de la misma manera. Me sentía miserable sin Él. Pero Él me salvó con Su Sangre. Escucha lo que me pasó a mí.

      Mientras Dr. Hymers predicaba, mi orgullo estaba tratando desesperadamente de rechazarlo, no escucharlo, pero mientras él predicaba literalmente yo podía sentir todo mi pecado en mi alma. Estaba contando los segundos hasta que el sermón terminara, pero el pastor seguía predicando, y mis pecados se hicieron cada vez peor. Ya no podía dar coces contra el aguijón, ¡tenía que ser salvo! Aun cuando se dio la invitación me resistí, pero ya no podía soportarlo más. Yo sabía que era el peor pecador posible y que Dios era justo para condenarme al Infierno. Estaba tan cansado de luchar, estaba tan cansado de todo lo que era. El pastor me aconsejó, y me dijo que viniera a Jesús, pero yo no quería. A pesar de que todo mi pecado me condenaba todavía yo no quería a Jesús. Estos momentos fueron los peores de todos, me sentía como si yo no podía ser salvo y tendría que ir al Infierno. Yo estaba “tratando” de ser salvo, estaba “tratando” de confiar en Jesús y no pude, yo no pude ir por mí mismo a Jesús, y me hizo sentir muy desesperado. Podía sentir mi pecado que me empuja hacia el Infierno, sin embargo, yo podía sentir mi necedad deteniendo mis lágrimas. Estaba atrapado en este conflicto.
      De repente, las palabras de un sermón predicado años atrás entraron en mi mente: “¡Ríndete a Jesús! ¡Ríndete a Jesús!” El pensamiento que tenía que rendirme a Jesús me angustiaba tanto que por lo que pareció una eternidad me rehusaba. Jesús había dado Su vida por mí. El verdadero Jesús fue crucificado por mí cuando yo era Su enemigo y no me rendía a Él. Este pensamiento me quebró; tuve que dejar ir todo. Simplemente no podía aferrarme a mí mismo por más tiempo, ¡tenía que tener a Jesús! En ese momento me entregué a Él y vine a Jesús por fe. En ese momento parecía como si tuviera que dejarme morir, ¡y entonces Jesús me dio vida! No hubo ninguna acción o voluntad de mi mente, sino con el corazón, simplemente reposé en Jesús, ¡Él me salvó! ¡Lavó mi pecado en Su Sangre! En ese instante, dejé de resistir a Jesús. Era muy claro que todo lo que tenía que hacer era confiar en Él; puedo reconocer el instante exacto en que dejé de ser yo y era solo Jesús. ¡Tuve que rendirme! En ese momento no hubo ninguna sensación física o una luz cegadora, no necesitaba un sentimiento, ¡tenía a Jesús! Sin embargo al confiar en Jesús sentí como si mi pecado fue levantado de mi alma. ¡Me volví de mi pecado, y miré solo a Jesús! Jesús me salvó.

Dr. Hymers, por favor venga y cierre este servicio.


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(FIN DEL SERMÓN)
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La Escritura Leída por el Sr. Aaron Yancy Antes del Sermón: Isaías 53:1-6.
El Solo Cantado por el Sr. Noah Song Antes del Sermón:
“Jesus Paid It All” (por Elvina M. Hall, 1820-1889).


EL BOSQUEJO DE

JESUCRISTO MISMO

Un sermón escrito por el Dr. R. L. Hymers, Jr.
y predicado por el Sr. John Samuel Cagan

“Jesucristo Mismo” (Efesios 2:20).

I.    Primero, Jesucristo Mismo es el tema central de toda la Biblia,
Lucas 24:25-27; I Corintios 1:30.

II.   Segundo, Jesucristo Mismo es la esencia, el elemento central, el
mero corazón del Evangelio, Isaías 53:6; Marcos 14:34; Lucas 22:44;
Isaías 52:14; 53:5; I Pedro 2:24.

III.  Tercero, Jesucristo Mismo es desechado y despreciado por la raza humana,
Isaías 53:3.

IV.  Cuarto, Jesucristo Mismo es la única fuente de salvación eterna,
Juan 20:19, 20.